martes, 26 de enero de 2016

Las Protectoras de la Noche. capítulos 29 y 30.




CAPÍTULO 29



Zsadist se elevó lentamente hacia la conciencia. Sentía el cuerpo dolorido y los músculos cansados, pero aparte de eso se sentía… bastante bien, de hecho. Era una sensación confusa, ya que no acostumbraba sentirse bien de una manera confortable, cálida, sana, como ahora.
Un fresco aroma llegó hasta él. Abrió los ojos y giró la cabeza en la dirección desde la que venía la dulce fragancia. Y la vio: Nessa. Los recuerdos de la noche anterior volvieron a él y la sensación de bienestar se esfumó. ¿Qué había hecho? ¿Por qué le había permitido que lo alimentara? Debía alejarla de él lo antes posible antes de dañarla irreversiblemente. Era tan pequeña y parecía tan vulnerable. Se preguntó cuantas veces se había propuesto lo mismo y no había hecho nada.
La miró atentamente. Estaba dormida sobre una butaca junto a la cama. Los muslos pegados al pecho, los brazos abrazando las piernas, la cabeza apoyada sobre las rodillas. Tenía muy buen aspecto y no veía ningún moratón en su blanca piel. Entonces eso significaba que había pasado algunos días inconsciente. Dirigió la mirada hacia su propio pecho, que estaba parcialmente cubierto por las sábanas. Sus heridas eran apenas unas marcas rosadas. Levantó lentamente una mano y se tocó el pecho. Sí, se encontraba perfectamente.

Suspiró y elevó la mirada hacia el dosel de la cama. La sangre de Nessa era prácticamente pura y muy poderosa. Su sangre no debería estar dentro de un bastardo como él. Pero no podía olvidar su sabor tan maravilloso y refrescante, la sensación de la suave piel bajo sus labios.  Su pene se endureció dolorosamente. Nunca había sentido deseo por una hembra, jamás. De hecho, su misoginia era conocida por todos. Hasta que ella apareció. Lo encantaba de un modo que no podía llegar a comprender, como si de una hechicera se tratase. No podía evitar quedarse mirándola  cuando estaban en una misma habitación, tratando de evitar el impulso de acercarse, así como tampoco podía evitar temer por ella cuando salían a patrullar. El recuerdo del ataque de ese monstruo llenó su sangre de una negra ira. Nada impediría que en cuanto pudiera salir se comiera las tripas  de aquel bastardo y se bañara en su sangre en venganza por lo que le había a su hembra. Porque ella era suya.
Ese pensamiento vino acompañado de un aroma a oscuras especias que emanaba de su propio cuerpo. Y al captar su olfato al mismo tiempo el olor de Nessa y la evidencia de que se había convertido en un macho vinculado, tuvo que emplear todas sus menguadas fuerzas para no ceder a la tentación de convertir una simple ilusión en realidad. La tentación de tumbarla en la cama bajo él y joderla una y otra vez, de adentrarse en su cuerpo duramente, hasta que ambos cayeran exhaustos y no pudieran moverse de cansancio y de los regustos del éxtasis. Su maldita cosa estaba durísima y le dolía terriblemente. Y él era un jodido estúpido.
De repente, recordó la manera en que los ojos de Nessa lo habían mirado mientras él bebía de su vena. La luz que convertía su mirada gris en plata le hablaba claramente de los deseos de la hembra. Y el solo hecho de saber que se entregaría gustosamente a él… Dios, era insoportable, ¡como la deseaba!
Hasta que un recuerdo de su ama se coló en su mente y fue suficiente para matar su deseo. Era un sucio bastardo arruinado y sin valor, excepto para su gemelo, aunque eso era algo que no podía llegar a entender. Ahora parecía que Nessa se había unido al club de Phury.
Resuelto a alejarse de allí, intentó levantarse. Seguramente había emitido sin darse cuenta algún sonido debido al dolor que todavía le causaban las heridas, porque Nessa se despertó con un pequeño sobresalto.
—¿Zsadist? —dijo, aún algo confundida antes de girarse hacia él.
Cuando su pequeña mano hizo contacto con su pecho en un intento por que volviera a acostarse, todo comenzó otra vez. Todos sus sentidos, y eso también, volvieron a enfocarse sólo en ella.
—No es conveniente que te levantes todavía —le dijo con la voz muy suave—. Has estado durmiendo durante tres días y no has comido nada. Podrías marearte.
Y de hecho, así fue. Mientras la habitación giraba a su alrededor, cedió a la suave presión en el centro de su pecho y se acostó otra vez. Luego de acariciarle apenas con el dedo índice la hundida mejilla, Nessa se dirigió hacia la mesita de noche, donde había tres manzanas verdes sobre un plato. Tomó un cuchillo para fruta y las peló y cortó en pequeños trozos. Le alcanzó uno de los trozos con la mano. No se lo dio en la boca, sino que se lo tendió para que él pudiera tomarlo. Maldición, no podía ser tan buena.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó. Su voz seguía teniendo ese tono extremadamente suave.
—Como si me hubiera pisado un maldito tren —respondió sin pensar.
La expresión de pesar que se dibujó en su rostro era auténtica y un brillo de culpa apareció en sus ojos. Alargó la mano hacia él
—Me las he visto peores —se apresuró a decirle antes de que pudiera tocarlo—. No es nada por lo que tengas que preocuparte.
Dejó caer la mano y miró durante un segundo. Asintió brevemente y le alcanzó otro trozo de manzana.
—Me han ordenado que informe cuando por fin despertaras para llamar a Havers —le explicó mientras masticaba—. ¿Quieres que lo haga?
No, no quería a nadie más fastidiándolo con cosas médicas, advertencias, recomendaciones y prohibiciones, sin importar lo mucho que le doliera el jodido cuerpo. Y ella lo sabía, por eso le había preguntado. No sabía si sentirse molesto o halagado por el hecho de que pareciera conocerlo tanto.
—No —dijo secamente, mientras aceptaba otro trozo de manzana.
Acabó la primera manzana e iba por la mitad de la segunda, cuando ella soltó de repente:
—¿Necesitas alimentarte otra vez?
La furia que se desencadenó dentro de él fue tan grande que de un único movimiento, se quitó las sábanas de encima y se puso de pie. No estaba enojado con ella por haberse ofrecido, sino consigo mismo por querer aceptar su ofrecimiento. Nessa lo miraba con los ojos aturdidos.
—¡Basta! —Rugió Zsadist de repente, agobiado por todo lo que había dentro de él.
Nessa se sobresaltó y dejó caer el trozo de manzana que sostenía entre los dedos.
Mirándola con frío desdén a sus perplejos ojos, le habló.
—¿Por qué crees que soy así? ¿Por estas malditas marcas? —Giró el cuerpo para encararla y levantó las muñecas para que viera bien las bandas negras tatuadas en ellas. Nessa seguía mirándolo a los ojos—. ¿Acaso crees que solo cargo el estigma de haber sido un esclavo de sangre? ¿Crees que después de cien años aún sigo compadeciéndome a mí mismo? —Soltó una carcajada que no contenía ningún signo de diversión, al contrario, era sumamente fría y espeluznante. De pronto, su rostro perdió toda expresión y sus ojos se vaciaron completamente.
Nessa lo miraba con la misma expresión sin viso de emociones. Pero Zsadist sabía que no estaba tan impasible como parecía. Sentía su corazón latir desbocado y un ligero tufillo, mitad inseguridad, mitad miedo, que emanaba de ella. Al ver que no él continuaba, ella habló:
—No, Zsadist, no sé por qué eres así. ¿No quieres contármelo? —Su voz sonó tan fría como las aguas de los mares del Norte.
La voz de Zsadist, en cambio, salió ronca.
—No, no quiero. Ni siquiera Phury sabe todo.
—Pero yo no soy Phury, ni soy los demás. Yo soy yo, Zsadist, y lo hayas querido o no, te guste o te disguste, te has acercado más a mí en este último tiempo que a tu gemelo en los últimos cien años. Así que vamos, atrévete. Usa el mismo valor que te postró en esa cama y háblame.
Zadist gruñó y apretó las manos en sendos puños ante el velado insulto de su hembra.
Nessa solo levantó una ceja sarcásticamente. Lo estaba provocando. Lo incitaba a hablar tratándolo de esa forma, como si lo que le pasó no fuera gran cosa en realidad y él fuera un niño caprichoso que se contentaba con llorar en las esquinas, lamiéndose las heridas.
Sinceramente, a Zsadist le importaba una jodida mierda lo que los demás pensaran de él. Pero no podía quedarse impasible cuando su propia hembra lo llamaba cobarde. ¿Pero acaso eso era peor que la verdad?
Ante su silencio. Nessa miró sobre su hombro, al cráneo que estaba a un costado del jergón donde normalmente dormía.
—Es tu ama —no era una pregunta—. ¿Por qué la mataste?
Zsadist miró aquel pedazo de hueso y las manos se le crisparon por la necesidad de tocarlo, de saber que era real, que ella había muerto.
—Era una puta. Y estaba malditamente enferma —se sorprendió de oír su propia voz. Pero no la miraba a los ojos, su mirada estaba concentrada en los oscuros rizos que se desparramaban por los costados de su cuerpo—. Una niñera me secuestró de mi propia cuna cuando era apenas un bebé, ¿sabías eso? ¬—Nessa asintió—. Viví con ella dos años, hasta que murió. Un sirviente del ama me encontró y me llevó a su casa. Trabajaba como mozo. Hasta… que llegó mi transición —su voz se cortó en ese punto. Nessa hizo un ademán de acercarse, pero la mirada de Zsadist la dejó clavada en su lugar. Él volvió a mirar su cabello—. Ella había perdido a su esclavo de sangre y yo… yo le gustaba. Mucho. Nunca tuve oportunidad de verme en un espejo, pero… creo… que me parecía mucho a Phury, creo que era igual a él en ese entonces. Tú lo conoces, sabes que es apuesto —sintió la mirada de Nessa arder sobre él y levantó la vista hacia ella. Su mirada no podía ser más clara. Tú también, le decía. Ignorando el mensaje y lo que en él provocaba, desvió los ojos y continuó con el relato—. Recuerdo… recuerdo el dolor, el dolor de aquello, la transición. Y cuando desperté… no podía moverme. Estaba sobre una mesa atado de pies y manos y ella me miraba… sus ojos brillaban… de deseo. Dijo que le gustaban mis ojos y mi cabello. Luego se fue y un tipo me tatuó estas —se tocó brevemente la banda que rodeaba la gruesa columna de su cuello—. Y me tiraron en un calabozo. Desnudo. Por Dios, ni siquiera podía moverme, no controlaba mi nuevo cuerpo —comenzó a balancearse hacia atrás y hacia delante.
El corazón de Nessa se estaba rompiendo. Observar a Zsadist en esa agonía era superior a sus fuerzas. Se balanceaba y se abrazaba a sí mismo, como queriendo resguardarse de los recuerdos que lo atormentaban. Ella solo quería levantarse, acercarse a él y abrazar esos enormes hombros, sujetarlo fuerte, cobijarlo en su pecho hasta que pasara a formar parte de ella misma, su cuerpo y su alma, para así poder protegerlo de todo mal, pasado, presente o futuro.
Pero sabía que no se lo permitiría. Zsadist la empujaría, le gruñiría y se encerraría aún más en sí mismo, dando por finalizada cualquier conversación, si es que podía llamársele así a lo que estaban haciendo. Y entonces su corazón se rompería aún más por su rechazo y ella no estaba segura de que pudiera dejar de sangrar alguna vez. Así que apretó aún más los puño para contenerse, con la vista clavada en la pared de enfrente, sin notar los pinchazos de las uñas en sus palmas.
—No era solo sangre lo que quería de mí —continuó Zsadist, sin dejar de abrazarse y balancearse—. Quería más. Aún… aún puedo sentir el olor de esa maldita pomada y sus manos cuando la aplicaba sobre mí… —apretó los dientes con fuerza y un gruñido brotó de entre sus labios—. Me quería a mí —sentenció. Buscó la mirada de Nessa y, como temía, encontró comprensión en ella. Sí, por supuesto, sabía muy bien a qué se refería—. Yo… yo… no me excitaba, por eso la pomada. Cuando venía a mí, me drogaban. En la comida al principio y cuando vieron que yo me negaba a tomarla, me lanzaban dardos a través de mirillas en la puertas o las paredes. Y me despertaba atado, con las manos del ama… alí. Entonces se colocaba sobre mí y tomaba todo lo que quería. Todo.
En ese punto, Zsadist se detuvo. Arrimó las piernas al pecho y las abrazó. Se encogió y cerró los ojos mientras comenzaba a respirar profunda y pesadamente. Nessa estaba quieta como una estatua. De pronto, Zsadist abrió los ojos y su mirada cayó sobre el trozo de manzana que la hembra había dejado caer. Alargó el brazo para tomarlo y lo estrujó entre sus largos dedos, hasta que una gota de jugo se escurrió entre ellos y cayó. Nessa se preguntó si imaginaba que era la cabeza de su ama lo que su mano apretaba tan violentamente.
Porque ella sí.
Zsadist aflojó el apretón y se limpió las manos e las sábanas, antes de volver a abrazarse las piernas y continuar. Ahora sudaba.
—Venía a mí constantemente. Yo solo quería morir, pero no me lo permitía. Me obligaba a alimentarme. Una vez, me negué a beber de una de las hembras que llevaron a mi celda. La mataron por eso —se detuvo un momento y exhaló un profundo suspiro—. Ella estaba especialmente extasiada por… el tamaño. En ocasiones, llevaba a otros machos, sus amantes y lo exhibía como a un trofeo, me montaba delante de ellos. Y entonces… entonces… me ponían boca abajo. Y les llegaba su turno.
Nessa no pudo evitar emitir un sonido ahogado. Había cerrado los ojos y sus labios temblaban.
Zsadist evitó mirarla. Si veía el asco en su rostro, definitivamente se vería obligado a ponerle fin a su miseria. Por un instante, lo sorprendió que algo que tanto había buscado, el alejamiento de Nessa, lo lastimara tanto. Se obligó a continuar.
—Hasta que llegó Phury. Él me había buscado todo ese tiempo. Pero la misma noche que me encontró, el hellren del ama se enteró de mi existencia. Me hizo el corte en el rostro y me azotó la espalda. Phury tuvo que lanzarnos al mar para poder escapar. Saltó por un acantilado, pero su pierna quedó enganchada en una saliente. Se disparó él mismo, así la perdió. Jodido estúpido. Y así… fue. Por eso te quiero lejos, maldita sea. Estoy sucio, manchado. No puedo tocarte, no debo tocarte.
Nessa solo atinaba a observarlo. Los ojos de Zsadist estaban vacíos, sin vida. Y no dejaba de restregarse las bandas de las muñecas con las uñas. Sabía que debía reaccionar, decirle algo, pero no atinaba a nada más que a mirarlo. Y aunque hubiera podido decir algo, ¿qué podría ser que él no interpretara como lástima o piedad? ¿Cómo hacerle entender que todo el odio que sentía no estaba dirigido a él, si no al pérfido monstruo que lo había lastimado tanto y a tantos niveles? ¿Cómo explicarle que el respeto y admiración que le inspiraba no habían disminuido ni un ápice? ¿Qué seguía amándolo tanto que dolía?
La hembra en ella quería atraerlo hacia sí, abrazarlo, consolarlo, invitarlo a que se solazara con ella, con su cuerpo, su sangre y su alma, pese que esta última estuviera tan manchada como la del propio Zsadist. La guerrera en ella quería tomar sus dagas y salir a la oscura noche en busca de venganza, hacerle pagar a la maldita zorra y a todo su linaje cada herida, cada humillación, cada maltrato y  violación que su macho hubiera sufrido por multiplicado; cazarlos a todos y llevarlos ante él para que pudiera bañarse en su sangre y librarse así de todo. Quería hacer todo y a la vez, temía hacer nada más.
Pero a fin de cuentas, lo único que importaba era permaneciera con ella, que no la dejara, que le permitiera formar parte de él y que él formara parte de ella. Se conformaría con incluso con quedarse como estaban ahora, si eso duraba por toda la eternidad: Zsadist en la cama, ella en la silla, a unos pocos centímetros el uno del otro, el suficiente como para no incomodarlo, pero aún así sintiendo el calor de su cuerpo.
No me dejes, Zsadist. Por favor, pensó, antes de aflojar los puños y levantar una mano.
Como si nada hubiese ocurrido, Nessa le extendió otro trozo de manzana.
Zsadist se irguió y la miró a los ojos. Se rostro estaba sereno y su mirada brillaba más que nunca. No había rechazo en ella, ni odio, ni asco. Sus ojos le decían: No te condeno, no te culpo, te entiendo. No me alejes Zsadist. Te acepto. Acéptame tú.
Y Zsadist lo tomó. Pero en vez de llevarse el trozo a la boca, siguiendo un impulso primitivo, se lo ofreció a ella. Nessa lo miró un instante y, en vez de tomarlo con la mano, inclinó la cabeza y lo tomó con su boca, no solo el trozo de fruta, si no también las puntas de su índice y su pulgar. La visión de esos labios rosados y suaves cerrados en torno a sus dedos, y el hecho de estar alimentando a su hembra, acabó con él.
Sorprendiéndola y lanzando un gruñido, la tomó de la muñeca y tiró de ella hasta sentarla en su regazo y sin darle tiempo, comenzó a besarla de una manera voraz.  Sin pensar siquiera en lo que hacía, colocó una mano en su nuca y la otra en torno a su cintura y la ciño fuertemente contra él, sintiendo sus senos aplastarse contra su pecho, distinguiendo contra su piel los duros botones que eran sus pezones, mientras con su lengua penetraba su boca una y otra vez, la lamía, la saboreaba, la poseía.
A pesar de que ella respondía su beso con la misma intensidad que él transmitía, tenía las manos quietas, apoyadas sobre el respaldo de la cama detrás suyo. Se separó y la miró a los ojos, que relucían en la penumbra.
—Tócame —le pidió en un susurro.
Nessa se mordió los labios ante el pedido de Zsadist. No solo le había pedido que lo tocara, si no que lo había hecho de una forma que decía que necesitaba su toque más que a nada. Separó sus las manos del respaldar y con la respiración aún agitada, comenzó a tocarle el rostro, acariciando su ceño, que permanecía aún allí. Una franca sonrisa bailoteó en sus labios cuando el relajó su expresión bajo su tacto. Deslizó el índice por su nariz aquilina, pasó de largo los labios y le dibujó el mentón. Con ambas manos, le acarició las sienes, la línea del nacimiento del cabello y las mejillas, rasposas debido a que no lo habían afeitado durante su inconsciencia.
Zsadist en ningún momento apartó sus ojos de los de ella, hasta que tocó la cicatriz.  La recorrió con los dedos suavemente, como si su contacto pudiera borrarla. Z cerró los ojos y la expresión de su rostro le hacía creer que en verdad lo estaba curando. Cuando llegó a su boca, dibujó su contorno, luego bajó el rostro e hizo lo mismo, esta vez con la punta de su lengua. Las manos de Zsadist descansaban sobre sus hombros, acariciándolos y a cada momento, las caricias se hacían más urgentes, más bruscas. Nessa le tomó el rostro entre las manos y volvió a besarlo.
Gruñendo de satisfacción, Zsadist llevó las manos hacia la pequeña espalda de ella y recorrió con la punta de los dedos la línea de su columna vertebral. Cuando llegó al final de su suave remera negra, metió apenas los dedos bajo el dobladillo y separó sus bocas. La miró fijamente, su mirada interrogándola despiadadamente, esperando que confiara en él y a la vez deseando que no lo hiciera. Ambos sabían que después de ese punto, no habría vuelta atrás.
Nessa se sintió atrapada por esas profundidades de obsidiana que la observaban, esperando. Y por un instante, tuvo miedo. Sí, eso era lo que quería, lo que había estado esperando. Quería entregar todo de sí a Zsadist, pero por un momento tuvo miedo de todo lo que aquello implicaba, del desafío, de la gravedad del asunto. No sería fácil en absoluto y temía que su endemoniado carácter, su falta de paciencias prevalecieran la mayoría de las veces en que él se mostrara de igual forma y terminara lastimándolo aún más. Pero solo fue un segundo. Este que estaba frente a ella era su macho, en el que había confiado cuando nunca antes lo había hecho, el que la había hecho feliz en muchas ocasiones solo por el hecho de estar allí, el que la había defendido, al que le había entregado su corazón. Y no quería hacer menos por él. Abrasándolo con su propia mirada, levantó los brazos.
Sin dudarlo un instante, Zsadist tiró de la pequeña prenda y se la quitó. Su mirada se embelesó al ver el torso desnudo ante él. Sin ropa, parecía más pequeña aún, pero también mucho más esplendorosa. Levantó las manos reverentemente y cubrió con ellas los senos coronados con rosados pezones. Eran cálidos y suaves bajo su tacto, turgentes, llenos de vida. Se sintió temblar.
Nessa cerró los ojos y suspiró profundamente, con deleite. Animado, Zsadist corrió las manos hacia los lados de su cuerpo y comenzó a descender, tocando el costado de sus senos, delineando todas sus costillas, remarcando su cintura, hasta llegar a su vientre. En ese punto se detuvo, levemente sorprendido. Acarició la planicie que era aquella parte de su cuerpo, mientras la hembra seguí con los ojos cerrados, con la cabeza echada hacia atrás, disfrutando de su contacto. Por alguna razón, siempre había creído estaría marcado, debido a que era una guerrera, que la actividad física y el entrenamiento lo habrían moldeado, como al suyo. También era cierto que ya lo había visto antes, porque Nessa solía llevar remeras que no le tapaban el ombligo y sabía que no era así. Pero no pudo evitar sorprenderse ante la visión de su vientre plano, tan seductor y femenino. Siguió acariciándolo hasta que se topó con la cinturilla de su falda. Nessa abrió los ojos y tomó su rostro para besarlo otra vez y Zsadist se dejó llevar por un impulso instintivo y la tumbó de espaldas sobre el colchón y él sobre ella, con las rodillas apretando sus caderas.
Nessa dejó de besarlo y por unos instantes se dedicó a observar a la mole que se cernía sobre ella. Le parecía enorme, aunque no le inspiraba temor. Pero se notaba que no era todo lo grande que debería ser. Incluso en esa posición, sus costillas era muy notorias y se podía apreciar su vientre hundido y las caderas sobresalientes que tan a juego iban con sus facciones afiladas, Por unos instantes, el odio contra el ser que lo obligaba a llevar esa dieta flameó de nuevo en su interior, pero lo apartó con decisión. En aquel momento, solo importaban ellos dos, solo le importaba su macho, al que tanto amaba y que le parecía lo más hermoso que la Virgen Escriba había podido crear. Al menos, una parte de su anatomía sí era todo lo que grande que debía, e incluso un poco más. El miembro hinchado de Zsadist se balanceaba sobre ella y su tamaño la impresionó. Y eso decía algo, habida cuenta de su experiencia. Pero a diferencia del pasado, no se sintió intimidada, al contario, su cuerpo reaccionó y una respuesta húmeda se evidenció entre sus muslos.
Zsadist, que la había estado observando, cuando se dio cuenta del lugar en que estaban posados sus ojos, apartó la vista e intentó levantarse, pero Nessa lo sujetó de las caderas, intuyendo en parte su problema. Le daría tiempo y le permitiría habituarse a la situación, pero no lo dejaría alejarse. Le masajeó brevemente las caderas y luego comenzó a subir las manos por su cuerpo, imitando la forma en que la había acariciado antes, mientras aspiraba profundamente el aroma a oscuras especias que emanaba de su cuerpo.
Zsadist permitía que lo acariciara, y si bien por momentos lo abrumaba e incluso agobiaba, también se sentía… bien Porque era ella, era Nessa.
Mieentras lo tocaba, la observaba, tendida en la cama, con los brazos en alto. Era tan pequeña. Sus ojos los movimientos que los seños debajo de él hacían cuando ella movía los brazos al acariciarlo. Su miembro dio un tirón doloroso y de pronto sintió que todo iba demasiado lento.
Se arrodilló abruptamente, dejando las manos de Nessa en el aire y aprovechó para tomarlas entre las suyas y apretarlas, tratando de sostenerse de ella.
—Necesito… Necesito… Necesito sentirte —barbotó con un ronco graznido.
—Aquí me tienes —le respondió con voz ronca también.
Le soltó las manos y arremetió contra su boca con un beso salvaje. Succionó su lengua y mordió sus labios, haciéndole un pequeño corte con los colmillos. Al sentir el delicioso sabor de su sangre, gruñó. Se apartó de su boca y se dirigió a su cuello. Lamió lentamente la línea que marcaba su yugular y siguió hasta alcanzar el borde de su mandíbula, que delineó con labios y dientes. Bajó de nuevo por su cuello, besándolo mientras descendía hasta la clavícula tan frágil y saboreó la piel de ese lugar. Sabía a agua fresca. Siguió bajando hasta llegar al valle entre sus pechos, donde depositó un suave beso.
Las manos de Nessa no se estaban quietas y recorrían su espalda de arriba abajo, delineando las cicatrices que allí había. Y cuando tomó uno de sus pezones en la boca, las llevó hacia su cabeza, y le acarició el cabello corto y suave, presionándolo contra su cuerpo para que no se apartase, mientras se arqueaba y gemía. Zsadist se dirigió a su otro pecho y le prodigó las mismas atenciones, chupando, lamiendo y mordiendo para sentir como esos capullos rosados se endurecían contra su lengua.
—Eres deliciosa —le dijo en un ronco susurro, y ella solo atinó a responder con un ronroneo que nacía del fondo de su garganta mientras el seguía bajando por su cuerpo.
Le besó las costillas y el vientre plano, jugueteó con la lengua en su ombligo, haciéndola reír debido a las cosquillas. Su risa… No había sonido más bello y lo más preciado era saber que él podía provocársela. Bajó un poco más sin despegar la boca de su piel suave hasta que se topó con la cinturilla de su falda.
Levantó la mirada y encontró la de ella, que lo miraba por entre sus senos. Nessa se mordió los labios antes de hablarle.
—Hazlo —le dijo, mientras separaba las caderas de la cama para facilitarle la tarea.
Se arrodilló flanqueándole los muslos, tomó el borde de la falda y se la quitó, deslizándola por sus piernas. Posó las manos en sus finos tobillos y fue ascendiendo hasta llegar a sus muslos. Su mirada se desplazó hacia su sexo y gimió sin poder evitarlo. No llevaba ropa interior y eso lo complació enormemente.
Descendió sobre ella y se acomodó entre sus piernas mientras la besaba febrilmente una vez más, preso de la excitación. Las manos de Nessa acariciaron sus hombros y su espalda hasta llegar a sus nalgas. Les dio un pellizco juguetón y luego presionó, queriendo llevarlo hacia la parte de ella que más lo deseaba en ese momento.
Sentir el calor que despedía su núcleo rozando su sexo casi lo hizo claudicar. Pero no, aún no. Antes quería hacer otra cosa.
Volvió a arrodillarse, alejándose, y ella lo miró extrañada.
—¿Qué…? —Comenzó, pero se cortó abruptamente cuando Zsadist le abrió las piernas y comenzó a masajearle con caricias algo bruscas la cara interna de sus muslos. Suspiró profundamente y elevó las caderas instintivamente.
Zsadist contemplaba con ojos algo desorbitados el sexo de Nessa. Estaba… Brillaba. Brillaba por la humedad que le causaba el deseo por él. Y esa humedad lo llamaba. Sentía que podía llegar a ser el único alimento que pudiera desear. Antes, el deseo de una hembra solo podía despertar en él el pavor, lo dejaba inerme. No era algo que deseara en absoluto. Pero al ver el deseo de Nessa, no solo su polla despertaba, dura y caliente, si no algo también en su corazón y en su alma. Y su apetito. Oh, por la Virgen, despertaba todo su maldito apetito. Y al verla mover las caderas sugerentemente, sucumbió con gusto a él.
Nessa lanzó un gritó entrecortado cuando sintió la boca de Zsadist sobre ella. Oh, el placer… El sexo no era en absoluto desconocido para ella. Pero el placer era una cosa distinta. Y descubrirlo de manos de Zsadist, no tenía precio.
Movía la cabeza hacia uno y otro lado sobre la almohada mientras sentía como su lengua la lamía largamente. Agarró fuertemente las sábanas entre sus dedos cuando se detuvo sobre su clítoris, succionándolo. Tenía las manos sobre sus muslos, manteniéndola así bien abierta para él. No podía dejar de gemir. Ahora introducía la lengua en su interior y volvía a quitarla, una y otra vez, lentamente. Cuando miró hacia abajo, se dio cuenta de que él la observaba fijamente mientras le daba placer. Y así,  mientras se mantenían suspendidos ambos de la mirada del otro, Zsadist quitó la lengua y la reemplazó por dos de sus dedos, mientras volvía a lamerla. Estaba totalmente abrumada por las sensaciones, pero fue la cálida mirada en sus ojos lo que finalmente la ayudó a llegar al orgasmo.
Cuando sintió los espasmos de placer que atravesaban la vagina de Nessa, apretando sus dedos, los retiró rápidamente para poder saborear su orgasmo con la lengua. Ah, su sabor. Era algo que jamás podría olvidar. Siguió bebiendo de ella hasta que el último temblor se desvaneció. Cuando su cuerpo quedó laxo sobre el colchón, ascendió otra vez por él, hasta detenerse brevemente en sus pechos, pero las manos de Nessa tomaron su rostro y lo condujeron hacia su boca para darle el beso más dulce, mientras probaba de su boca su propio deseo.
Pero Nessa rápidamente abandonó su boca para posar la suya en su cuello, besándolo allí con urgencia y con gran cariño a la vez. Lo arañó con los colmillos para provocarle un diminuto corte. Sintió una gota de sangre de sangre deslizarse por su piel, que ella se apresuró a lamer. Z tenía las manos apoyadas a ambos lados de su cabeza y se mantenía suspendido sobre ella, por lo que se incorporó apoyándose en uno de sus codos para poder besarle el pecho, mientras su otra mano descendía por su espalda. Tomó uno de sus pequeños pezones en la boca, atormentándolo con la lengua, jugando con el arete que lo atravesaba. Pasó al otro, repitiendo sus acciones, haciéndolo gemir e incluso gruñir cuando enganchó uno de sus colmillos en el pequeño aro plateado y tiró de él.
Se sentía mareado y algo perdido, el placer que estaba sintiendo, liberando, era nuevo, lo abrumaba. Quería devorarla. Quería sujetarla suavemente y protegerla. Pero sobre todo, quería marcarla, que llevara su impronta en la piel y en su interior para que todo el que la viera supiera que no podía acercarse a ella con segundas intenciones sin obtener a cambio una muerte lenta y dolorosa.
Ese impulso… Estaba mal, lo sabía, pero ahora era completamente incapaz de luchar contra él. No en ese momento en que se sentía tan desbordado, tan fuera de control por la sensación de su boca sobre su piel.
Y cuando sintió el suave tacto de sus dedos sobre la punta de polla, ya no pudo más.
La tomó ferozmente de las muñecas y le colocó las manos por encima de su cabeza y las mantuvo sujetas allí, haciéndola caer sobre el colchón. Se ubicó a sí mismo en la entrada de su portal, rozándolo apenas, quemándose con su calor.
La miró. Tenía los ojos entrecerrados, apenas dos puntos luminosos, y su pecho subía y bajaba rápidamente.
—No puedo aguantar más —le dijo con un leve deje de disculpa.
—No lo hagas —le respondió con una voz gutural y elevó las caderas para acercarlo.
Y sólo le restó obedecerle.
Con una poderosa embestida, se adentró por fin en ella y ambos gritaron por esa sensación tan conocida que se les presentaba como totalmente nueva, lavándolos, salvándolos incluso, para darles una nueva oportunidad.
Zsadist no podía refrenarse, embestía contra ella una y otra vez, sacudiéndola, queriendo llegar a lo más profundo mientras aun sujetaba sus manos fuertemente.
Nessa levantaba las caderas ante cada acometida, para tenerlo lo más profundamente posible en su interior, rodeándolo con sus piernas Había algo de dolor mezclado con el placer debido a su ímpetu, pero eso solo la hacía gozar más, porque significaba que no era inmune a ella, que no podía resistírsele. Le habría gustado soltar sus manos para poder abrazarlo y que sus cuerpos tuvieran así pleno contacto entre ellos, pero la fuerza con que Z la sujetaba era demasiada y no habría podido liberarse. Así que levantó la cabeza para poder besarlo.
Su boca lo asaltó hambrienta y él no se resistió. La besó con la misma fiereza con que la penetraba, sin piedad, queriendo tomar todo de ella y a la vez queriendo entregarse por completo. Ella era tan pequeña, incluso allí abajo era estrecha y él era tan grande… Pero no se detendría, no podía, porque era el cuerpo de su hembra el que se apretaba a su alrededor cuando su miembro se retiraba, como queriendo retenerlo en su interior. Quería decir su nombre, pero sus labios seguían unidos; entonces gruñía y ella se tragaba los sonidos de su pasión. Y luego ella comenzó un vaivén con la lengua, entrando y saliendo de su boca, como imitando el acto sexual. Su necesidad aumentó a un punto increíble, llevándolo a ir más rápido contra ella, con más fuerza, casi rozando la violencia. Pero ella le respondía de igual modo. Y sin embargo, ambos lo sabían, allí había algo más que solo sexo, que una necesidad del cuerpo que se debía saciar. Se trataba de una necesidad que nacía del corazón y del alma, algo que sabía que solo el otro podía brindar. Y con esa certeza, ambos llegaron al final.
Explotaron al mismo tiempo, separando las bocas para poder gritar sin pudor. Los espasmos que recorrían el cuerpo de Nessa se apretaban a su alrededor, provocando su liberación, pidiendo más. No podría haberse detenido por nada del mundo, por más que el pensamiento de salir de ella se le cruzó brevemente por la cabeza. Pero no, no era posible. Se estaba corriendo dentro de ella, sabía que no debía, pero no podía hacer nada más.
Cuando al fin los abandonó el último estremecimiento de placer, Zsadist cayó sobre Nessa, soltando sus manos al fin, temblando, sin reparar en su peso sobre ella, aún unidos. Pero a Nessa no le importo. El orgasmo había sido liberador en más de un sentido. No era solo su cuerpo el que había quedado saciado. Pero ahora nada de eso le importaba. Era la vulnerabilidad de Zsadist lo que la llamaba. Sabía que para él había sido más difícil llegar hasta allí que para ella y que por lo tanto, la experiencia lo había afectado más profundamente. Cuando la liberó al fin de su fuerte sujeción, no hizo caso del dolor de las muñecas y lo abrazó, acunándolo en su regazo y, sin proponérselo, la voz le salió impregnada de todo el amor que sentía por su guerrero, y del orgullo que sentía al saberse suya.
—Bienvenido, amor —le susurró en el oído en la Antigua Lengua, y le besó el cabello corto.
Y Zsadist supo, de alguna extraña manera, que había estado perdido todo ese tiempo y que ahora, por fin, había llegado a casa.

Cuando despertó, Zsadist aún estaba sobre Nessa. Pero a ella no parecía molestarle, porque dormía plácidamente y aún lo abrazaba.
Con sumo cuidado para no molestarla, salió de encima de su cuerpo y se acostó a su lado, boca arriba, sin tocarla. Miraba fijamente el dosel y sentía un escozor en los ojos.
Lo que habían hecho… Lo que habían hecho era lo más hermoso que le había pasado en la vida. La había marcado, se había vinculado a ella y ahora todos sabrían que era suya y su instinto de macho no podía estar más satisfecho.
Pero él… él no sabía nada. No sabía como reaccionaría Nessa cuando despertara. Aunque si tenía en cuenta su comportamiento desde que se habían conocido, seguro estaría rozagante.
Pero en lo que él se refería, tenía que pensarlo.
¿Qué lo había llevado a hacer aquello? ¿Por qué cedido a sus instintos, a su deseo por ella, después de tanto tiempo conteniéndose? Ella… Tal vez porque lo trataba distinto que los demás. Todos se acercaban y le hablaban como si se tratara de una bomba a punto de estallar y en sus palabras siempre había un deje de desprecio. Y todos, absolutamente todos, incluso Phury, lo daban por perdido. Pero no Nessa. No había desprecio en su trato, ni falsedad, ni asco. Lo trataba con verdadero carió y se había entregado a él deseosa, feliz. Ella era un vaso de agua fresca y cristalina para él, muerto de sed desde que tenía memoria. A pesar de su propia brusquedad, siempre había habido un cariño subyacente en ella que estaba dirigido a él. Y nunca, jamás, lo había dado por perdido. No había desistido de él. Siempre había contado para Nessa como uno más.
Le había dado su presencia cuando quería compañía. Había confiado en el cuando ni su gemelo le daba la espalda. Había peleado por él. Le había brindado su sonrisa, su bondad. Poco a poco, derribó toda las barreras que había alzado a su alrededor desde siempre. Los derribó, se acercó para tocarlo y sanó muchas de sus eternas cicatrices.
Recordó la canción que decía “Say it if it’s worth savin’ me”.
La sintió moverse a su lado. Se había enroscado como si tuviera frío, lo que era comprensible dado que había sido su cuerpo el que había actuado como frazada hasta hacía unos instantes. Se incoporó y la arropó bien, acariciando su níveo hombro en el proceso. Se pudo de costado descansando la cabeza sobre una mano y se quedó viéndola dormir.
“¡Sí!”, le había gritado Nessa en la cara una y otra vez.
Cuando tomó conciencia de cuanto la amaba, las lágrimas que había estado tratando de contener escaparon al fin.

Nessa despertó lentamente. La sensación de bienestar que sentía era indescriptible. Zsadist la… la…
Nunca te ha asegurado nada, susurró la voz en su cabeza.
Bueno, era cierto, no había habido ningún tipo de palabras afectuosas que le dirigiera. Pero habían hecho el amor, y en el mundo de Z eso tenía que significar algo. ¿No?
Alejando todo pensamiento de su mente, se estiró lánguidamente, como un gato repleto de crema y se estremeció cuando la sábana de seda se corrió debido al movimiento, acariciando sus pezones y dejándolos al descubierto. Tomó una gran bocanada de aire solo para deleitarse con el olor a sexo y a vinculación que llenaba el cuarto.
Por la Santa Virgen. Zsadist la había marcado. Definitivamente, eso era algo.
Abrió los ojos y allí estaba él, observándola. Con las sábanas cubriéndolo de la cintura hacia abajo y el precioso torso dorado al descubierto. Estaba de costado, con la cabeza apoyada en una mano, el rostro imposible de hermoso y brutal y los ojos…
—¿¡Que dem…!? —Se sobresaltó y se sentó de repente, enredándose completamente con las sábanas.
Zsadist se sentó lentamente con toda la gracia que a ella le había faltado y la miró frunciendo el ceño sombríamente.
—¿Qué demonios te pasa? ¿Ya habías olvidado que estabas aquí? —dijo con desdén y emitió una pequeña risa despectiva. Sus ojos la miraban con enfado, como si creyera que estaba arrepentida. Pero no era por eso, maldita sea. Eran…
Se desenredó de las sábanas y se sentó correctamente, sin cubrirse, en un claro mensaje de lo a gusto que se sentía en aquella situación, a su lado.
—No digas estupideces —le espetó. Le dolía—. No es eso. Son… —se quedó callada, y lo miraba fijamente a los ojos.
Zsadist alargó la mano lentamente, con inseguridad, y luego de un momento de duda, la posó sobre su mejilla.
Nessa entendió que no debió de darle la mejor impresión al despertarse tan sobresaltada, él podrían malentenderlo. Típico de ella. Nunca se pararía a pensar antes de reaccionar. Tocó la mano de Z con la suya, presionándola contra su mejilla. Giró el rostro y besó su palma, apreciando su gesto en toda su magnitud.
—Siento haber reaccionado así, amor —él alejó la mano—. No es por ti en absoluto. Nada me hace más feliz que despertar a tu lado. Pero es que al ver tus ojos…
Zsadist se extrañó.
—¿Qué sucede con mis ojos?
Nessa dudó un momento, antes de hablar.
—Tal vez deberías verlo por ti mismo. Ven —se levantó de la cama, espléndida en su desnudez, y le tomó la mano instándolo a que se levantara y lo guió hacia el baño. Una vez allí, lo plantó frente al espejo y se quedó a su lado, mirando su reflejo.
Zsadist no podía hablar. La imagen que le devolvía el espejo no era la misma de siempre. Su rostro tenía un color como saludable que nunca había tenido antes, y sus ojos tenían un brillo wue nunca había estado ahí. Pero no era eso lo que lo sorprendía, sino el color de los iris. Ya no eran negros. Eran amarillos. Como los de Phury.
—¿Por qué? —musitó apenas.
—No lo sé —le dijo Nessa, mientras se ubicaba entre sus brazos para abrazarlo. Sin pensarlo siquiera, la rodeó con los suyos—. Pero no creo que signifique nada malo.
—¿Por qué lo crees? —le preguntó, apartando la vista de su reflejo y dirigiéndola hacia ella.
—Porque lo que compartimos fue hermoso, y creo que fue eso lo que provocó el cambio.
—Eso es una estupidez —le dijo con reproche.
—No, no lo es —le replicó—. Porque yo te amo, Zsadist, y para mí no hay nada mejor que ser tu mujer.
Zsadist la apartó de sí de repente, como si quemara. Le dio la espalda y volvió a la habitación.
Ella… ¿Ella qué? Así sin más, se sentía abrumado, con un gran peso sobre sus hombros. Y tenía miedo. Nessa le estaba pidiendo más de lo que podía. Tendría que haberlo imaginado. Ella querría que le correspondiera, que la convirtiera en su shellan. Tal vez, incluso, que formaran una familia.
Pero él no podía hacer eso. No tenía como. No sabía como hacerlo. No estaba preparado para nada de lo que Nessa esperaba de él, ni sabía si lo estaría algún día. Sí, la amaba, pero no podía darle amor. No sabía como. Ni siquiera creía que fuera posible.
—Z, ¿qué suce…?
—Basta. Por favor. No vuelvas a decirlo. No lo hagas.
Las facciones de Nessa se endurecieron.
—¿Por qué? Es la verdad —le replicó—. Te amo.
—¿Y ahora qué?
—¿Cómo que “Y ahora qué”? ¿Qué quieres decir con eso?
—Pues eso Nessa: ¿Y ahora qué? Tu me amas, bien, aunque por la Virgen que no puedo entender como, pero ¿qué quieres que haga yo? ¿Qué me estás pidiendo?
—No te he pedido nada, Zsadist, solo…
—Sí, Nessa, sí lo estás haciendo. Y yo no puedo darte nada. No tengo nada para darte.
—Pero tú me has marcado… Te has vinculado… —el titubeo en su voz casi lo venció, pero se obligó a mantenerse firme.
—Lo sé. Lo sé, está mal. No tendría que haberlo hecho. Fue un error —no era precisamente una mentira.
Oyó como tomaba aire bruscamente y luego como una fría oleada de energía lo alcanzaba. Armándose de valor, volteó a verla.
Su rostro era un cuadro de puro estoicismo y nada reflejaba. Pero sus ojos… estaban opacos, muertos, perdidos en algún punto tras él. Nunca creyó que pudiera odiarse a sí mismo más de lo que lo hacía, pero así era.
—Un error —repitió con una voz sin inflexiones—. Tomaste mi cuerpo y lo usaste… por error. Como si en una práctica de tiro hubieras tomado una Magnum en vez de la Glock que pensabas utilizar.
—No. No tú, Nes, pero… —cuando al fin lo miró, calló automáticamente.
—No digas más. Está bien. Me voy —y sin más, se desmaterializó.
Esto es lo que quería, se dijo. Es lo que quería. Es por su bien, se repitió. Pero aún así, se sintió perdido sin su presencia allí. Su ausencia era dura, un dolor físico. Pero tenía que dejarla, lograr que fuera ella quien se hiciera a un lado.
Miró sin ver a su alrededor, hasta que localizó le pequeña musculosa que le había quitado hacía unas pocas horas. Parecía que había pasado una eternidad desde que lo hiciera. La tomó y se la llevó a la nariz para aspirar su aroma y cayó por fin de rodillas, derrotado.
Sí, Nes, vete. Aléjate tú. Ódiame, pensó. Porque bien sabe Dios que yo no puedo hacerlo.

Nessa se materializó en su cuarto, aún desnuda. Estaba en estado de shock. Se dirigió al baño, llenó la bañera con agua hirviendo y se metió dentro de ella, fundiéndose con el agua por largo tiempo. Pero ni así pudo quitarse su aroma de su piel.
Le había dado lo que creyó que jamás podría entregar y él se lo había escupido en la cara una vez más. Si las circunstancias hubieran sido diferentes, habría seguido luchando con denuedo por acercarse a él. Pero no ahora. No después de esto.
Mátalo. Destrúyelo. Cástralo por lo menos, le urgió la voz en su cabeza.
—No puedo. Lo amo —le respondió.
Y aunque no pudiera arrancarlo a él de sí, cerraría su corazón.
Y no lloraría.
Se prometió no volver a hacerlo.



CAPÍTULO 30


Wrath caminaba al lado de Raysa por las vacías y oscuras calles. Habían salido por insistencia de su hembra, aún estaba sobre ellos la amenaza del híbrido y continuaban sin poder averiguar mas sobre el, sentía que había demasiado peligro como para que saliera de cacería, pero no pudo disuadirla y allí estaban, recorriendo las calles.
Esa noche no parecía distinta de las anteriores que salieron en busca de lessers, pero por dentro se sentía expectante, seguramente era por la cantidad de acontecimientos que sacudieron su vida y a la hermandad en tan poco tiempo, se dijo.
Observó a la hembra nuevamente asombrándose y deleitándose con la belleza de su shellan, instintivamente se puso duro y el deseo recorrió su cuerpo.

Raysa se sentía molesta, pensó que salir de cacería le ayudaría a calmar las ansias, que cuanto mas salieran, más posibilidades tendrían de descubrir algo nuevo sobre el híbrido, pero ahora tenía la sensación horrible de andar a ciegas.
Giró hacia Wrath y lo sorprendió observándola, ver la expresión de su rostro, borró todas sus preocupaciones y la hizo sonreír levemente, antes de decirle con un dejo de humor:
—Si me sigues mirando de esa forma, lo más probable es que destellemos a tu habitación y nos olvidemos de todo, así que compórtate y no me tientes de esa manera que es cruel no poder hacer nada al respecto —le dijo mientras recorría con la mirada el macizo cuerpo del macho.

Soltó un gruñido ante la pícara respuesta, pero antes que pudiera responderle, captó el desagradable olor a talco de bebés y automáticamente su expresión se endureció y giró hacia el lugar de donde provenía el olor.
Raysa también lo captó y como si estuvieran sincronizados corrieron por la acera siguiendo el rastro de los lessers.
Como era de esperarse, provenía de un oscuro callejón, allí en una perfecta formación, como si los estuvieran aguardando, se encontraban 8 lessers.
Wrath dudo un momento, quizás seria buena idea pedir refuerzos, fue a tomar su celular, pero soltó una maldición cuando vio horrorizado como Raysa se alejaba de su lado y se dirigía con paso enérgico y decidido hacia el grupo de restrictores que tomaron posición del lucha.
Se deshizo del celular antes de seguir rápidamente a su hembra, temeroso de que puedan herirla.
Raysa desenfundó su daga y avanzo hacia los restrictores, olvidándose de todo.
Estos rompieron formación, dividiéndose, 4 de ellos avanzaron hacia Raysa y los restantes hacia Wrath.
Wrath lanzo sus estrellas arrojadizas, cercenando la garganta de uno, antes de ser rodeado por los demás lessers.
Raysa se tomo un segundo para observar y acercarse a donde Wrath estaba luchando y comenzó a repartir golpes al grupo de restrictores que la cercaron.
Luego de minutos de intensa batalla, había dejado fuera de combate a dos lessers, igual que Wrath.
Continuaron peleando con los restrictores que quedaban en pie, pero estos tenían más experiencia, y se notaba en sus técnicas de lucha.
Cuando Raysa giro buscando con la mirada a Wrath, noto que los restrictores los habían separado, ella estaba en un extremo del callejón, mientras el macho se encontraba en otro.
Sin dejar de luchar, Wrath observó a su hembra lidiar con destreza con sus enemigos. Observarla luchar era como ver una danza, los movimientos eran fluidos, ágiles, pero también certeros y letales.
En ese breve momento de desconcentración, uno de los restrictores lo golpeó fuertemente en la cabeza haciéndolo caer con fuerza al suelo, dejándolo aturdido, luchando contra la oscuridad que se cernía sobre el.
Raysa sintió el golpe y giro con un mal presentimiento, solo para ver con horror como Wrath se estrellaba con fuerza en el suelo, los Lessers lo rodearon y ella hizo todo lo posible para avanzar hacia su hellren, pero sintió una nueva presencia, antes que pudiera girar a enfrentarla, sintió un pinchazo en el cuello, seguido de otro en la espalda, casi al instante su vista se nubló y sus extremidades se aflojaron.
Se preparo mentalmente para el golpe, pero unos enormes brazos la sostuvieron sin delicadeza, en ese preciso momento lo supo, aun sin verlo: era el híbrido.
Luchó con todas sus fuerzas, pero la oscuridad la venció dejándola a ella y a Wrath a merced de sus enemigos.
El Híbrido sonrió triunfalmente mientras alzaba sin esfuerzo a la guerrera, con voz gutural lanzó la orden de retirada a los lessers restantes, que la recibieron con exclamaciones de desagrado ya que no querían dejar pasar la oportunidad de matar al rey ciego, era algo que no ocurriría de nuevo.
La Bestia gruño con enfado, dejando en claro quien mandaba en esa situación.

—Dejemos que el amanecer se encargue de matarlo, de esa forma será lento y doloroso, ademas, mi misión era llevar a la guerrera con el Omega y ya la tenemos, ese imbécil no me importa —les dijo con firmeza desapareciendo.

Wrath observó horrorizado como el experimento del Omega se llevaba a su hembra y no pudo hacer nada para impedírselo, estaba tan indefenso como un bebe.
Los demás restrictores giraron y con gruñidos acataron la orden dejándolo completamente solo en el callejón.
Con un gemido y luchando contra el dolor insoportable en su cráneo, movió lentamente la mano, buscando su celular, apenas pudo articular las palabras cuando escuchó la voz de Rhage:
—Hermano se llevaron a Raysa —murmuró antes de caer desmayado del dolor.


*****

Raysa trataba de salir del estado de sopor en el que se encontraba, sentía el cuerpo adormecido, tenía la espalda apoyada contra algo frío, intentó mover los brazos, pero fue imposible, estaba encadenada y amordazada.
Oía voces, no podía ver nada ya que tenía los ojos vendados, pero la nariz le picaba por el olor a talco de bebe.
Wrath gimió ella para sus adentros mientras sentía las lágrimas resbalar por sus mejillas antes de desmayarse nuevamente.
La segunda vez que despertó captó una presencia distinta en el lugar, era la maldad en su forma mas pura, podía sentirlo y la enfermaba. No podía ser otro que el Omega.
Volvió el rostro mientras trataba de deshacerse de las sensaciones de nauseas y mareo que la golpeaban.

—Esta despierta maestro —dijo una voz grave.

La presencia la envolvió enfermándola más mientras su cuerpo se convulsionaba asqueado.

—Manténgala drogada mientras le hacen las pruebas, no sabemos cuan poderosa puede ser y no quiero correr riesgos, estás a cargo de esto —le dijo al hibrido mientras se detenía frente a ella —Y no la lastimen tanto, al menos no aún —finalizó con una carcajada diabólica antes de desaparecer.

Raysa sintió como la presencia desaparecía del lugar, haciéndole calmar su malestar, pero fue breve porque sintió un dolor lacerante en el brazo. Le estaban inyectando algo. Algo que adormeció su cuerpo, pero la despertó por completo.
Escucho como se acercaban a ella, sintió la respiración en el cuello.

—Ahora Guerrera, veamos de que estas hecha —le dijo la horrorosa voz mientras Raysa sentía como varias agujas se hundían en su cuerpo.

Su cuerpo se sacudió en respuesta ante el ataque, quiso gritar de dolor, pero la mordaza se lo impedía, asfixiándola, haciéndole difícil la tarea de respirar.
Varias horas pasaron.
El dolor se volvía insoportable, haciéndola desvanecerse, supo que le sacaron sangre en varias oportunidades, le inyectaban tantas drogas que por momentos todo su cuerpo se adormecía. Los golpes llovían.
Y cuando eso pasaba le daban toques eléctricos hasta asegurarse de que sentía cuando la lastimaban, entonces sentía las carcajadas de los restrictores y del otro monstruo. Pero no derramo ni una sola lagrima más. Por más que las torturas siguieran no lloraría más.

Una profunda tristeza la invadió cuando cayó en cuenta de que a este paso su cuerpo no toleraría mucho más, tenia cortes sangrantes, que no fueron curados, golpes fuertes, le habían inyectado infinidad de drogas, y la cantidad de sangre que le habían sacado era muy grande y aun así seguían haciéndolo, dejándola vulnerable y próxima a colapsar totalmente.
Aflojo el cuerpo, dejando que la invadieran los recuerdos, preparándose para la muerte, no quería pasar sus últimos sufriendo.
A su mente llegaron los recuerdos de la infinidad de momentos que le habían sucedido desde que despertó.
Sabía que podía partir tranquila, tantas cosas buenas le habían sucedido que borraron todo lo malo de su vida.
Sus hermanas eran felices. Lo único que lamentaba era no poder despedirse de Wrath, su hellren, su guerrero, su rey, su amor.
Una sonrisa suave se formo en su rostro desfigurado.
Una aguda voz resonó en el cuarto.

—De que te ríes perra —le dijo furiosa la voz antes de sentir como descargaba un golpe en su rostro —Anda ríe ahora —finalizo mientras la abofeteaba de nuevo con fuerza.

Raysa sintió que un sopor la invadía lentamente, una sensación de calor iba desparramándose por su cuerpo.
Podrán matarme, pero Jamás podrán quitarme el amor que recibí pensó satisfecha antes de desvanecerse.


****


Leliel y Rhage estaba patrullando cuando recibieron el llamado de Wrath, en seguida estuvieron ahí para encontrarse con Wrath desmayado y sin pistas de Raysa. Ninguno de los dos dijo nada, simplemente se limitaron a cargar a Wrath y pusieron marcha a la mansión. Al cabo de unos minutos Rhage miro a su Shellan  —¿Que tienes Tahlly? estas muy callada

Ella dejo escapar un largo suspiro —que estamos muy próximos al amanecer y no vamos a poder hacer nada por ella hasta que oscurezca —dijo pensativa —solo espero que no le pase nada... maldición... terca de mierda le dije que no saliera —ella respiro hondo —ya... ya... no pasa nada, Kytara va a estar demasiado alborotada —beso su mejilla antes de entrar al subsuelo de la mansión

Entre los dos bajaron a Wrath del auto. Cuando entraron a la mansión se encontraron con Kytara que estaba a los gritos peleando con Butch, Vishous y Phury... Leliel tuvo que contener una carcajada, eran tres guerreros contra una hembra embarazada. —ejem... mejor que alguien ayude a Rhage con el muchacho caído. –Dijo mirando a los demás –no es que no pueda, pero mejor que yo me encargue de la loca

—Loca y un cuerno Leliel... donde esta Raysa? —Kytara se debatia tratando de sacarse a los demás de encima. Sentía en su interior que Raysa estaba en serios problemas.

Butch iba a acotar algo, pero Leliel lo tomo del brazo y lo hizo reemplazar su lugar de sosten –vos, ayudalo a él que de tu hembra me encargo yo —dijo divertida —Kytara ya sabemos que Raysa esta en peligro... pero creo que seríamos mucho más eficiente si no somos extra crujientes, no te parece?

Rhage miró extrañado a Leliel, llevaba un humor demasiado particular para la situación, ya luego lo hablaría con ella. Con la ayuda del Poli subieron a Wrath a una de las habitaciones.

Mientras tanto Leliel, Vishous y Phury seguía peleando con Kytara. –Kytara deberías pensar en el bebé. –dijo Vishous

Phury asintió –es verdad… no creo que toda esa mala sangre le haga bien.

—Además, no podemos hacer nada… —dijo mirando la hora –alguien debería curar a Wrath esta bastante herido.

—Si, creo que podemos encargarnos nosotras –comento Vishous mirando a Phury.

Leliel agarro a Kytara de la mano, todavía seguía agradeciendo el invento de los guantes… desde que los había descubierto solo se los quitaba cuando estaba con Rhage. Así era la única manera de tener contacto con sus hermanas. –vamos, te voy a preparar un té y algo para comer… que yo también tengo hambre –dijo pensativa –no quieres un pastel de chocolate?

Kytara dejo escapar un suspiro de sus trémulos labios.
Toda ella temblaba.
Es verdad, tenia que pensar en su bebe, ahora una persona dependía directamente de ella y de su tranquilidad. — Ok... pero ustedes dos me acompañan?

—Ustedes dos? —pregunto Leliel sin entender

—¿Acaso yo no cuento? —pregunto Nessa que ahora se les unía —alguien dijo pastel de chocolate, no?

Las siguientes horas estuvieron calmas... Nessa había vuelto a su habitación. Butch había logrado convencer a Kytara de descansar. Vishous y Phury se estaban turnando para cuidar a Wrath.
Mientras que Leliel había asumido el papel de líder... no le gustaba pero alguien debía tener la cabeza fría, en otro momento habría sido Nessa pero no le iba a pedir nada... por primera vez estaba permitiéndose vivir su historia.

Rhage la observaba caminar, hacía unos 20 minutos que solo iba y venía por la habitación. –Creo que así no estas logrando nada –dijo cuando se paro en medio de su camino

Ella levanto la vista y se encontró con sus ojos –lo siento –dijo un tanto apenada –es que… no se que hacer. Mañana tenemos que salir a la caza y hay que llevar a Kytara, no quiero que su bebé corra peligro Rhage

Él sonrío ante la gran preocupación de ella –pero seguramente tanto Butch como vos la van a poder cuidar –beso su frente –deberías descansar.

Leliel negó –no, quiero estar levantada para cuando Wrath se despierte. Quiero saber los detalles. Rhage… —medito antes de hablar… había algo con ella que estaba mal, no sabía que era. –te amo y pase lo que pase…

—Nada Tahlly… no va a pasar nada. Mañana vamos a buscar a Raysa, mataremos unos cuantos lessers y volvemos juntos a la mansión, estamos? –dijo serio

Leliel asintió fingiendo una sonrisa. –ya despertó y necesitamos ayuda –dijo Phury que pasaba corriendo. Leliel y Rhage siguieron a Phury y se encontraron con Vishous bloqueando la puerta y Wrath amenazándolo

Su rostro estaba pálido y desfigurado por la furia y la preocupación.
— Maldición V... será mejor que te apartes de la maldita puerta o te juro hermano que voy a matarte

—Bueno... bueno... acá nadie va a matar a nadie —intervino Rhage agarrando a Wrath del hombro

—creo que es mejor que hablemos W... así no podes salir a ningún lado —dijo Phury que ahora bloqueaba la puerta con V

—No puedo quedarme sentado a charlar con ustedes mientras Mi hembra esta en peligro, no me importa como, pero tengo que encontrarla —dijo con un gruñido

—nadie dice que te sientes, simplemente que hay que esperar Wrath —dijo Leliel a un costado —además, no se puede salir todavía

Wrath la miro sorprendido y sacudió la cabeza con algo de incredulidad:
—¿Como puedes estar tan calmada? Ella esta en peligro... Querida Virgen… podría estar muerta ahora mismo y nosotros aquí tranquilos, como puedo sentarme a esperar si cada minuto cuenta— le dijo con un dejo de dolor

—Que tenga esta apariencia no significa que no este preocupada guerrero —dijo ofendida Leliel —después de todo alguien tiene que mantener la cabeza fría

Rhage lo sujeto mas fuerte —tranquilo W es mi hembra a la que le hablas. Mejor nos calmamos antes que pasemos a una pelea inútil

La situación golpeo de lleno a Wrath, sus hombros se hundieron y su expresión se volvió vacía.
Miro a Leliel y le dijo con un susurro —Simplemente no puedo pensar con frialdad ahora, ella es mi vida y me la quitaron... no pude hacer nada para detenerlo, se la llevaron y yo no pude hacer nada —dijo mientras se sentaba en el sillón abatido frente a una sorprendida Leliel

Leliel se despeino en muestra de frustración —lo sé... pero desesperado saliendo a la luz del sol no vamos a lograr nada Wrath. Creo que lo mejor es que te des un baño y luego hagamos una reunión, además que tendrías que alimentarte —ella se dirigió a las escaleras y se volvió a mirar los cuatro guerreros —en una hora quiero a todos reunidos en la cocina —luego subió las escaleras, necesitaba un baño con suma urgencia. Se sentía fatal pero no sabía porque.

Rhage sonrío ante la actitud de su shellan —ya escucharon a la hembra —comento para luego seguir el mismo camino.

Wrath levantó la mirada para ver marcharse a la guerrera y a su hellren. Se levantó como si el cuerpo le pesara toneladas y se dirigió a su habitación.

Dentro de su habitación fue dejando un reguero de ropas en el camino… Una vez dentro de la ducha, apoyó la frente contra los azulejos, dejando que el agua recorriera sus doloridos y tensos músculos. Trató de dejar la mente en blanco, pero todo lo que llegaba era la imagen del rostro de Raysa.
—Por favor resiste mi leelan, iremos por ti —dijo con un gemido



El lugar estaba en silencio. Kytara observo con sorpresa cuando Wrath entro al desayunador, a su lado estaba Butch. Rhage estaba junto con Leliel, su humor seguía siendo bastante peculiar, llevaba unas cuantas mechas rojas… lo que indicaba que estaba de muy mal humor. Nessa estaba sentada junto a una ventana de brazos cruzados, y miraba fijamente los paneles que la cubrían. Afuera una gran tormenta se comenzaba a desatar, eso también decía que Kytara y Nessa no estaban mucho mejor que su hermana. Vishous estaba como espectador… cada cara tenía una expresión distinta pero todos llevaban la misma preocupación, Raysa.
Wrath estaba pensativo, Fritz le había servido algo de comer… y hacía unos 20 minutos que solamente jugaba con la comida.

Phury y Zsadist entraron juntos. Phury se sentó cerca de Vishous y todo él estaba impregnado con un fuerte aroma a chocolate y café. Zsadist se ubicó en el rincón más alejado de todos, donde se apoyó en la pared y cerró los ojos.

—Bien, ya estamos todos —dijo un imperturbable Wrath.
Kytara se removió inquieta, ya no soportaba mas esta tensión, sintió que los fuertes dedos de Butch masajeaban su nuca, tratando de calmarla. Pero era en vano, con solo pensar en Raysa en manos de los lessers tenía ganas de poner el mundo dado vuelta.

—Tenemos que idear un plan... no podemos simplemente aparecer en un lugar sin saber que haremos —dijo Leliel pensativa mientras miraba fijamente a Wrath.

—Pero antes de idearlo tenemos que encontrarlos… y no aparecer como Houdini. — Le contesto Butch, sus años de poli lo tenia muy arraigados.

—Vishous recuerdas la localización del laboratorio donde fuiste atacado?— Preguntó Wrath.

—Si pero fue destruido… no quedo nada en pie. Solo un disco rígido de un ordenador fue recuperado del lugar. — Viendo a donde quería llegar W— Todavía estoy tratando de sacar información.

—De acuerdo cuando lo tengas todo, quiero un informe detallado, casa, direcciones, teléfonos, lo que sea que nos pueda servir para llegar a Raysa.

—De acuerdo jefe— Dijo Vishous.

—Phury quiero que trabajes a la par de V cuanto mas seamos mejor. —Luego se froto la frente tratando de contenerse para no ir en ese momento como loco a buscar a Raysa. —En mi poder traía las billeteras de los lessers que antes nos habían atacado, revísalas Poli y también lo mismo cualquier información quiero que me sea dada.

Su mirada se detuvo en las figuras más pequeñas y finas, las guerreras… podían distinguir que sus manos estaban entrelazadas con las de sus compañeros y por un segundo sintió los frágiles dedos de Raysa entrelazándose con los de su mano.

—Les prometo que serán las primeras en saber alguna novedad y juntos saldremos a buscarla.

—No esperábamos menos de ti, Wrath. — Leliel llevo su mano libre a la empuñadura de su daga y se juro que ese bastardo lo lamentaría por haberse llevado a su hermana. Sentía el fuego correr por sus venas como lava… si señor, lo pagaría.

—Entonces preparados. —Se levanto y todos lo imitaron. —Esta noche saldremos de caza.

Detrás de sus gafas cerro sus ojos y rogó —Por favor Leelan resiste… ya iremos por ti.

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