lunes, 18 de enero de 2016

Las protectoras de la noche .Capitulo 23.






CAPÍTULO 23



Nessa miraba hacia el techo, recostada en su cama. Ya eran las cinco de la tarde y en unas horas anochecería. Había dormido profundamente toda la noche y la herida del brazo se había curado casi por completo, gracias a que se había alimentado.

Se había alimentado.

De Zsadist.

De repente, se sintió como si estuviera volando y algo en su estómago cosquilleaba sin cesar, causándole un curioso placer.

Frunció el ceño y la sensación se acabó.

Las palabras que Leliel le había dicho en el otro lado, las palabras que había logrado erradicar de su mente porque no tenían sentido, habían vuelto con fuerza a atosigarla en este manso despertar: “No puedes negar lo que te pasa con Zsadist”.

La verdad, era que le gustaría poder hacerlo, pero a las pruebas debía remitirse. Esa encuentro en los jardines, las miradas durante la reunión, cuando se alimentó.

Jamás había sentido esa necesidad por la sangre de un macho. Se había acostumbrado desde siempre a soportar la sed por largos periodos y solo se alimentaba cuando la Virgen Escriba la llevaba hasta el Primale de turno o al macho que hubiera seleccionado para la ocasión y la obligaba a ello. No es que no le gustara alimentarse, era solo que… no quería hacerlo. Pero había pasado mucho, mucho tiempo desde la última vez que hizo y estaba tan acostumbrada a ese tirón en su estómago, a la extraña sensación en la cabeza, que no se había dado cuenta de cuán al límite estaba, hasta que vio la sangre de su guerrero derramándose en ese callejón oscuro.

Su guerrero.

¿Qué maldita locura se había apoderado de ella?

No podía negarlo, ya no podía negarlo más. Debía aceptar lo que su hermana había dicho, pero de sólo pensarlo una angustiosa desesperación se apoderaba de ella.

¿Por qué él? ¿Por qué Zsadist?

No podía negar que Zsadist le gustaba.

Siempre había sabido que era una maldita loca irracional, pero esto ya era el colmo. ¿Cómo podía gustarle Zsadist?

Le gustaba enfrentarse con los otros y él se le había enfrentado.

Le fascinaba afrontar nuevos retos, y él se lo había brindado.

La persecución era su juego favorito, y eso era lo que había hecho con él.

Necesitaba confiar en alguien, y él la había escuchado.

Tenía hambre, y él la había alimentado.

La pregunta era: ¿Cómo podía no gustarle?

Se dio la vuelta, escondió la cabeza bajo la almohada y suspiró. Era una idiota.

En realidad, me gusta todo esto, le dijo la voz en su cabeza.

—Eso es porque eres mi torturador auto—incorporado —le respondió molesta.

Se puso boca arriba de nuevo, volviendo a suspirar. Le lanzó una mirada envenenada al techo, ya que era lo único que tenía para mirar.

Si lo reconocieras… comenzó la voz en su cabeza.

—¡Cállate! —Le espetó.

No era tan fácil, de ninguna manera era soplar y hacer botellas. ¿Por qué Zsadist? Phury hubiera sido mejor, con toda su caballerosidad y su buena presencia y esos preciosos ojos amarillos. Incluso Vishous con su problemita de la mano soy—más—efectiva—que—el—sol—del—mediodía hubiera sido una opción más apropiada. Pero no, de todos los hermanos, a ella tenía que gustarle el único loco, traumado, misógino, psicótico, asesino sin lealtades, oscuro y sin alma.

Sobre gustos no hay nada escrito, sentenció la voz con aire de superioridad

Genial, ni siquiera ella misma apoyaba su propio razonamiento. Zsadist era peligroso, era un gran riesgo que le gustara porque… ¿qué hacer para convencerlo de que…?

Cortó el hilo de sus pensamientos abruptamente mientras se sentaba de golpe con una mirada horrorizada dibujada en el rostro. ¿Estaba haciendo planes? ¿Acaso estaba… enamorada?

¡Tin, tin, tin! ¡Te has ganado la licuadora!

—Si fueras un ente sólido, juro que te metería el sarcasmo por el…

El sarcasmo tampoco es sólido.

—Buscaría un buen sustituto.

Supéralo, niña.

Se dejó caer contra el colchón. ¿Cómo no iba a estarlo? Todo ese tiempo en el gimnasio… Para ser un vampiro que odiaba la compañía de cualquiera, no había ni chistado por la suya. La había aceptado. ¿Y en las calles, luchando? Por favor, la protegía. Y ella a él. No la había juzgado cuando supo su pasado, sólo la había exaltado. Y le había dado de su vena cuando lo necesitó, a pesar de que debía resultarle una tortura.

Y como para no dejar lugar a dudas, estaba ese estúpido impulso que había tenido la última vez antes de despedirse. Y es que el contacto entre con sus labios le había sabido a gloria…

Tal vez estuviera equivocada, no sabía nada acerca de esos sentimientos. Tal vez debiera consultar con sus hermanas…

He dicho: SU—PÉ—RA—LO.

Estaba tan jodidamente enamorada de Zsadist.

Y entonces, por un momento, por un dichoso y breve momento, la felicidad de sentir algo nuevo, algo bueno, lo mismo que sus hermanas, embargó cada rincón de su cuerpo y su alma, abrumándola. Pero luego, todo se volvió negro, frío, vacío. ¿Qué clase de futuro le esperaba a ella?

Nessa se dio la vuelta, enterró la cara entre las almohadas y lloró.







Habían vuelto de patrullar más temprano de lo esperado. Leliel había tenido que auto—combustionarse cuando se vio rodeada por un grupo de ocho lessers.

Rhage estaba a unos metros de ella, junto con Phury revisando a los lessers que ya habían matado.

Leliel estaba comenzado a rastrillar la zona, cuando de la nada apareció un grupo importante de ellos, no tuvo tiempo de darles aviso a los machos. De repente se vio envuelta en una batalla donde llevaba todas las de perder, por lo que cuando una seguidilla de fuertes calambres la desestabilizó, no tuvo más remedio que llevar a cabo su brillante—show—muy—caliente, provocándole la muerte instantáneamente al grupo que la rodeaba.

Esta explosión no pasó desapercibida para Rhage, quien en seguida sintió una opresión en el pecho y luego el grito de su hembra.

Intentó correr hasta donde estaba ella, pero Phury lo detuvo. “No es conveniente que se acerquen hasta que no vuelva”, le había dicho Leliel una de las primeras noches que salieron.

Rhage no tardó mucho en zafarse del agarre de su hermano y comenzó a correr, para llegar junto a ella.

Donde antes había estado Leliel, ahora había un montículo de cenizas.

La hembra no tardó demasiado en volver a surgir.

Pero tanto como para Phury, como para un extremadamente preocupado Rhage, fue una eternidad.

Por un momento tuvo mucho miedo de perderla. De no volver a sentir más sus besos, el calor de su cuerpo. No tendría con quien pelear, ni mucho menos quien lo peleara.

Tanto les había costado estar juntos, poder pelear contra la maldición había sido todo un logro para ellos. Rhage no podía sobrevivir a la idea de perderla, de tan sólo pensarlo… se le cerraba el pecho y no podía respirar.

Cuando Leliel volvió, la estrujo contra su cuerpo, haciendo que ella soltara varios jadeos. Luego de haberla arropado con su abrigo, la cargó en brazos hasta el auto.

Entonces habían vuelto a la mansión y ahora, luego de haberle proporcionado un baño, la veía descansar.

No cabía en sí de felicidad por la hembra que el destino le había enviado. A pesar de estar furioso con la Virgen Escriba por la maldición que sufría ella… le agradecía el haberle dado la vida que le dio, ya que de otra manera jamás se hubieran conocido.

Leliel había pasado gran parte de la madrugada quejándose por algunos dolores y la temperatura de su cuerpo se había elevado notablemente por la noche, algo que Rhage atribuyó a la combustión. Siempre quedaba muy débil y sensible.

No supo cuando se quedo dormido… pero se despertó sintiendo los besos de ella en su espalda.

—Mmm… ¿vas a tardar mucho más en despertarte, gràdh? —Preguntó mientras lamía suavemente su espalda, recorriendo el contorno del tatuaje.

En seguida, Rhage estuvo duro y listo para adentrarse en ella. Se giró para quedar acostado de espaldas, la tomó de la cintura y la colocó sobre su prominente erección. Acto al que Leliel respondió gustosa.

Estuvieron todo el día y la noche encerrados en la habitación.

Por suerte, ese día les tocaba descansar.

Leliel parecía nunca saciarse de él y Rhage estaba más que dispuesto a complacer a su hembra. A la guerrera que tanto amaba, con quien ya estaba vinculado… pero ahora quería mas.

Ella ya llevaba su aroma impregnado en todo su ser, ahora él debía llevar marcado su nombre en la piel.

Leliel estaba degustando una porción de pastel que le había traído Rhage, después de que lo dejara escapar unos minutos de entre sus brazos mientras se daba un baño.

Había sido un día muy activo para ambos.

Leliel supo el terror que sintió Rhage cuando ella se consumió en cenizas y debido a eso sufría por él, tenía miedo a nunca más surgir, de nunca más…

Pero Rhage interrumpió sus pensamientos.

—No pienses en eso, tahlly —susurró mientras se colocaba detrás de ella rodeando sus piernas con las de él. Besó su nuca y ella instintivamente reaccionó dejando escapar un sensual gruñido.

—Gràdh, ¿qué ocurre? —Preguntó. No era necesario verlo a los ojos para saber que algo tramaba. No hacía siglos o meses que estaban juntos, pero ambos sabían perfectamente leer lo que sentía el otro.

Era una conexión extraordinaria la que había entre ellos. No la comprendía, simplemente la aceptaba gustosa.

—¿A qué viene la pregunta? —Susurró en su oído mientras torturaba el lóbulo de su oreja.

Leliel negó divertida y se giró para quedar frente a él enredando también sus piernas en su cintura.

—Mmm… porque te conozco —besó sus parpados—, y sé cuándo tramas algo a mis espaldas —dijo mientras continuaba besando su rostro.

Rhage tomó una de las manos de ella y la besó suavemente.

—¿Sabes? Anoche sufrí mucho cuando… —ella lo silenció con un beso—. Sí, lo sé —dijo, entendiendo el mensaje—. Pero eso no quita que sufra cada vez que estás en peligro —Rhage besó su frente—. Leliel… — dijo muy nervioso.

Ella entrecerró los ojos, divertida.

—Vamos, guerrero, suéltalo de una vez por todas —comentó impaciente, mientras le proporcionaba besos en su cuello, hombros y pecho.

Entonces él respiro profundo.

—Sabes… te prometo que tendremos épocas difíciles. Pero también te prometo que en algún momento uno de los dos o quizás los dos querremos dejarlo todo y huir lejos —besó nuevamente su mano y volvió a tomar valor—. Pero te puedo asegurar que si no te pido que seas mi shellan, me arrepentiré durante el resto de mi vida, porque sé en lo más profundo de mi ser que estás hecha para mí, y sólo para mí —dijo besando con recelo sus labios.

Leliel estaba sorprendida por las palabras del guerrero. De su guerrero, se dijo a sí misma sintiendo como el orgullo y la necesidad de reclamarlo como suyo completamente la invadía.

—¿Qué dices, tahlly? ¿Me aceptas como tu hellren? —Preguntó esperando con ansias la respuesta

Leliel sonrió y lo besó profundamente, esta vez con un sentimiento de posesión y necesidad. Dios, lo necesitaba dentro de ella. Quería estar llena de él.

Rompió el beso entre gruñidos.

—Sí, sí que acepto, Gràdh. Quiero que seas mi hellren, sólo mío —volvió a besarlo profundamente.

Rhage se separó de ella un momento.

—En seguida regreso, tahlly —dijo, sonriendo al ver su expresión de desolación cuando rompió el abrazo y comenzó a caminar hacia su cómoda. Volvió rápidamente con una pequeña cajita de terciopelo negro. Se acomodó delante de ella—. Sabes… hace algunos años atrás, cuando lo integrantes de la Hermandad ni siquiera teníamos la idea de unirnos, ni mucho menos el vivir juntos, le salvé la vida a un civil —habló con la mirada medio perdida y ella supo que estaba reviviendo ese momento una vez más.

Leliel se limitó a observarlo de manera dulce. Eso era lo que amaba de él, la pasión con la que hacía las cosas. Sonrió, feliz, al saber cuánto lo amaba.

—Como te decía, ésta era una hembra ya bastante mayor, iba caminando por la calle con sus dos nietos. Unos lessers quisieron atacarlos. Después del ataque, ella había quedado muy perturbada así que los acompañe a su casa y en agradecimiento por haberlos salvado, me hizo un regalo —se sonrió al recordar la situación—. No quería ningún regalo, pero ella insistió. Sus nietos eran lo más preciado que tenía porque su único hijo había muerto junto con su nuera por un ataque. Entonces me regaló este anillo —dijo, sacando una alianza de oro blanco. En el centro llevaba una piedra azabache y a su alrededor llevaba seis pequeñas piedras Alejandrita que parecían tener un extraño color, todo el conjunto formaba una hermosa flor—. Me dijo que algún día iba a encontrar a mi hembra, quien me ayudaría a estar en paz con mi bestia interior —Rhage tomó el anillo y se lo colocó en el dedo anular de su mano izquierda—. Sé que esa hembra eres tú, tahlly. Te amo —susurró.

Leliel no cabía en sí de felicidad, no sabía si llorar o abrazarlo o saltar… comenzó a reírse como tonta y se lanzó a sus brazos, llenándole la cara de besos.

—Te amo, te amo, Rhage. Eres quien calma mi maldición, pero no te amo por eso, lo hago porque eres un macho excepcional, de quien me enamoré aquel día en el gimnasio —dijo, adueñándose de su boca, mientras que con su mano tomaba su miembro y lo guiaba a su humedad.

Él sonrió gustoso, sabía lo que vendría luego…

El resto de la noche, siguieron amándose de mil formas distintas. Ambos se necesitaban más que nunca. Querían sentirse. Querían poder amarse y complacerse mutuamente.

Ya nada ni nadie los iba a separar…

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