jueves, 24 de diciembre de 2015

Las Protectoras de la Noche. Capítulos 19,20,21 y 22. Regalo de Navidad.



CAPÍTULO 19

Después de la reunión Leliel y Rhage volvieron a la habitación de él. Tenían cosas de que hablar, en realidad Leliel tenía muchas preguntas y Rhage la mayoría de las respuestas.
Una vez dentro del cuarto él se quedo apoyado sobre la puerta mientras la observaba caminar de un lado a otro. Le resultó muy gracioso, escucharla murmurar sola. Entonces se acercó a ella parándose en medio de su camino, obligándola a levantar la cabeza para mirarlo.
—¿Qué es lo que quieres saber? —Preguntó suavemente, mientras acariciaba su mejilla.
Ella negó, no podía arruinar este momento, no se lo perdonaría nunca. Entonces terminó de acortar la distancia que los mantenía lejos uno del otro.
Ambos se fundieron en un beso, lleno de ternura que la hizo sentirse más segura. Los dos sabían que era lo que estaba a punto de pasar, ella lo deseaba más que a nada en el mundo y él quería marcarla definitivamente como suya, llenarla toda de él y dejar su aroma en cada recoveco de su cuerpo.

—Rhage, yo… —Leliel se mordió los labios y lo miró embelesada—. Te amo —dijo y luego bajó su cabeza, al mismo tiempo que sus mejillas se sonrojaban aún mas.
Él sin poder detener sus impulsos la tomó del mentón, y la besó de nuevo, pero esta vez el beso se tornó más apasionado. Leliel abrió su boca en forma de bienvenida. Sus instintos animales estaban dominándolo por completo, ya inconforme con explorar su boca, sus labios se apoderaron de su cuello por completo, dejando pequeños rastros de saliva a su paso, él la saboreo, mordió y al escuchar los pequeños gemidos que escapaban de la boca de su hembra, gruñó sintiendo que poco a poco perdía la cordura y enloquecía por ella.
Ella sintió como sus ropas quemaban, entonces lo incitó a que la desvistiera, la hizo girar para quedar de espaldas a él, lentamente fue desprendiendo los botones de la camiseta sin tirantes que llevaba puesta. Leliel sentía como su cuerpo reaccionaba al sentir las caricias de Rhage.
Mientras él besaba sus hombros desnudos, la hizo girarse para poder mirarla a los ojos, ella le sonrió y sus labios atacaron rápidamente el cuello de su amante haciéndolo suspirar, Rhage sintió como los labios de ella quemaban cuando tenían contacto con su piel, pero en lugar ser lastimado estaba sintiéndose extasiado.
Sus manos comenzaron a viajar por el torso, aún cubierto, de Rhage, Leliel buscó el final de la camiseta y adentró sus manos para tener contacto con su piel, molesta ya por la ropa, se la quitó pudiendo observar cada centímetro de su torso trabajado.
Dejó escapar un suspiro cargado de excitación observando como si de una obra de arte se tratara. Ella se encargó de besar, lamer y mordisquear cada centímetro de su piel.
Rhage, loco de placer, intentó quitarle el pantalón, ella terminó ayudándolo para después deshacerse del suyo.
Él la tomó de sus nalgas y ella entendió el mensaje por lo que se sujetó con sus piernas a la cintura de él.
Ambos terminaron contra una de las paredes de la habitación, mientras se besaban con pasión, sedientos el uno del otro. Las caricias que se proporcionaban ya no saciaban el calor de sus cuerpos.
Siguieron disfrutando por un rato más de los besos y las caricias mutuas, él no tenía prisa, quería que todo fuera perfecto para su guerrera. Quería disfrutar completamente la que sería la primera vez de muchas más.
Ahora era más consciente de todo lo que Leliel le hacía sentir, de lo mucho que la amaba, jamás se arrepentiría de haber sacrificado tanto. Quería hacerla suya, de la manera más sublime como sólo ella merecía.
Mientras tanto Leliel no cabía en sí de gozo, sentía como las caricias de Raghe ardían en su piel. Estaba feliz por estar ahora mismo con él, no le importaba el después. Quería sentir ese aroma tan característico de él en su piel, tomarlo como su hellren y que él la tomase como su shellan. Estaba perdida entre sus besos y caricias.
Rhage la llevó a la cama y la recostó con delicadeza, Leliel aún llevaba su ropa interior, entonces él comenzó un camino de besos húmedos desde su cuello pasando por sus pechos. Torturó a un pezón entre besos y mordiscos, mientras no descuidaba al otro y lo pellizcaba, luego cambió de pezón e hizo el mismo trabajo que anteriormente.
Ella no dejaba de gemir y suspirar, acariciaba la espalda de él y le arañaba con mucho cuidado provocándole escalofríos y excitándolo aun más.
Rhage siguió su camino y se deshizo de su ropa interior, la observó con deseo. Quería grabarse a fuego cada uno de los rasgos de su cuerpo, era perfecta así tal y como era, se dijo a sí mismo.
Mordisqueó su cadera, Leliel se dejó llevar por sus instintos y abrió sus piernas dándole la bienvenida, él le sonrió diciendo gracias y bajó su rostro hasta encontrarse con la entrada al placer de ambos, primero la besó y después le lamió con arrebato, introdujo su lengua lo profundo más que pudo en aquel lugar, tomando el néctar que con tanta ansiedad necesitaba probar. Rhage gruñó al sentir el sabor agrio de su hembra.
La amaría hasta el cansancio, y ella también lo haría con él.
Rhage sintió como se estremecía, observó como arqueaba su espalda y gritaba su nombre, gruñó de felicidad al saber la satisfacción que le estaba provocando. Rhage no se detuvo en su labor, de hecho incremento más el ritmo, entonces Leliel volvió a seguir sus instintos e hizo lo que su cuerpo pedía, apretó la cabeza de él en aquel lugar para que el gozo continuara; terminó allí.
—Eres hermosa, realmente perfecta para mí —se acercó a su oído mientras le susurraba estas palabras.
Ella aprovecho su acercamiento para quitarle lo que aún le quedaba de ropa, quitó los boxers.
Al sentir el miembro erecto de su macho y notar la calidez que este poseía, no dudó y lo acarició con devoción. Él simplemente se limitó a ahogar un fuerte gemido en el beso que se daban.
—Lel —dijo entre gemidos.
Leliel se separó de él, entonces lo miró con infinita ternura.
Ella estaba herida y necesitaba alguien que la amara. Que comprendiera y aceptara su origen. Alguien que fuera capaz pelear contra su fuego. Era su salvación.
Él buscaba un poco de paz, alguien que calmara la bestia en su interior, y ella era perfecta, fuerte como un macho, sexy como solo ella sabía serlo. Era su gloria.
Leliel sonrío al ver su cabello revuelto. Rhage la besó con dulzura.
—¿Estás lista? —Preguntó con vergüenza. Leliel solo pudo asentir, entonces abrió un poco sus piernas para que él pudiera acomodar su cuerpo. Rhage le abrió un poco más las piernas y comenzó a penetrarla lentamente.
Leliel apretó fuerte los dientes al sentir un pequeño ardor, Rhage se detuvo asustado de lastimarla. Ella encerró entre sus manos el rostro de él.
—Sé que no me vas a lastimar, quiero que me hagas completamente tuya, Rhage —dijo y luego lo besó.
Con aquellas palabras ingresó completamente, haciendo que ella dejara escapar un gemido por el placer y el dolor.
Rhage vio las lágrimas de la hembra y enseguida supo que eran de placer, no de dolor. Entonces la besó y acarició como antes lo había hecho y que dio resultado porque en segundos clamaba ardientemente por él.
Al principio la penetró suave y despacio pero conforme iban avanzando aumentaba el ritmo y la velocidad, los gemidos de ambos se escuchaban en todo el lugar, giraron en la cama quedando ella encima, él entonces se impulsó, se sentó y lamió sus pechos mientras que Leliel se alzaba sobre él para ser penetrada con mas fuerza y rapidez que antes, incluso se podía oír la separación entre sus cuerpos.
Él siguió empujándose contra ella, sintiendo la rigidez del interior de Leliel, y los labios humedeciendo su hombro, los jadeos constantes y cada vez más fuertes, que le indicaban lo que ella iba sintiendo, de un modo tan íntimo que se mezclaba su deseo de culminación, con sus ansias de no dejarlo jamás.
La sangre le latía en la cabeza, y el aire le faltaba.
Los gemidos de ella se adentraban en su ser como el combustible para sus movimientos, cada vez más certeros e inquietantes, escuchando como Leliel comenzaba a musitar su nombre cada vez con más fuerza, desesperada y asfixiada.
La rigidez de su miembro le indicaba que no le faltaba demasiado, sentía como se le electrizaba la piel, notando como los pezones de ella se endurecían más contra su pecho.
—¡Oh! Rhage, te amo —gritó, con su nombre en los labios, mientras sus uñas se enterraban en sus hombros.
Rhage gruñó con fuerza controlando apenas su culminación, sintiendo el calor asfixiante de la intimidad de ella en su carne, endureciéndose más ante el tacto del líquido hirviente que emanaba de ella, mientras que las convulsiones la obligaban a gemir de forma incontrolada, desordenada y loca.
 —¡Siénteme, Leliel, eres mía y de nadie más, te amo, solo mía —gruño.
Con esa última embestida toda la habitación se impregnó con su aroma, se estaba vinculando y ambos eran felices por hacerlo, toda ella olía a él, ahora Leliel era suya. Los aromas de ambos se fusionaron, impregnando el aire de ellos, liberándose y comprometiéndolos en un acto innegable de entrega.
Los dos cayeron en la cama, ella encima de él. Empezando a respirar más tranquilos, mientras ella lo abrazaba y besaba en el pecho.
Rhage enredaba sus brazos en su cintura. Vio como ella levantaba su cabeza y sonreía, aun con sus mejillas rosas.
 —¡Rhage, te amo! Te amo más que a mi vida, no te mentí cuando te dije que no entraba en mis planes enamorarme, pero a través de nuestras peleas me fuiste conquistando. Aunque lo más importante fue todo lo que hiciste por mí, tu insistencia y perseverancia.
Él acaricio su mejilla.
—Y podría hacerlo muchas veces más, solo espero que no se te vuelva costumbre —comentó divertido—. Ahora nadie podrá apartarte de mi lado, y él que se atreva a intentarlo tendrá que matarme primero.
Leliel suspiró  feliz. Besó su pecho.
—Descasa, tahlly —susurró él acariciando su cabello.
Leliel se sonrió.
—Tú también, gràdh —dijo besándolo nuevamente con deseo—. Quizás, podríamos dejar el descanso para luego, ¿no te parece? —Preguntó juguetona.
Entonces Rhage la hizo girar para quedar él arriba de ella.
—Me encanta ese plan, tahlly —dijo mientras ambos volvían a realizar ese camino de caricias y besos infinitos.

A la mañana siguiente, después de que Fritz dejara el desayuno, Rhage se encargó de despertar a Leliel. Comenzó peinando su cabello corto, no eran muchas las hembras que lo usaban así, aunque en realidad a ninguna hembra le quedaba tan sexy como a la suya. Sonrió ante el pensamiento.
Con uno de sus dedos delineó su espalda, a lo que Leliel respondió sacudiéndose suavemente.
—Mmmm… ¿no es muy temprano para estar molestando? —Preguntó medio dormida.
Rhage besó uno de sus hombros desnudos.
—Tendrías que haber dormido más anoche —comentó mientras hacía un camino de besos húmedos sobre su piel desde lo alto de su columna hasta el nacimiento de su culo.
Ella se giró y tomó el rostro de él entre sus manos y lo atrajo hasta sus labios, y así poder mirarlo a la cara.
—¿Quién habrá sido el que molestaba, no? —Preguntó rodeándolo con sus brazos por el cuello y besándolo. Ella sonrío cuando él le hizo cosquillas y aspiró profundamente.
—Le dije a Fritz que nos trajera el desayuno, no te molesta ¿no? —Preguntó trayendo una bandeja a la cama.
—Mmmm, ¿escuchar las preguntas de mis hermanas o pasar el día en la cama contigo? —Leliel frunció los labios como si estuviera pensando—. Que difícil situación, supongo que ellas pueden esperar —dijo agarrando una porción de pastel, pero antes que llegara a comerlo Rhage se lo quitó—. ¡Hey! Es mío —dijo enojada.
Él sonrió.
—Sí, pero yo quiero alimentarte, tahlly.
Ella sintió una opresión en el pecho por la actitud de Rhage, en estos momentos no podía ser más perfecto. Pasaron un buen rato alimentándose mutuamente. Leliel logró alimentar a Rhage después de estar discutiendo durante un largo tiempo.Horas más tarde…
—Es una mierda esta película, Rhage —dijo molesta—. Hace una hora que están dando vueltas en la misma parte, dame el mando —demandó intentado quitárselo.
—Nop, lo tengo yo. Tú ya viste televisión —dijo como si fuera un niño.
Leliel se levantó.
—Bueno, entonces me voy a bañar.
Iba a bajar de la cama, cuando Rhage la tomó de la cintura para colocarla sobre su falda. Se apodero de su boca, hurgó en su interior con su lengua y ella le siguió el juego. Leliel sintió como su erección apretaba en su sexo. Dejó escapar un gemido al recordar lo que habían hecho anoche. Abandonó su boca, para poder mirarlo a los ojos, no quería seguir con esto si no sabía lo que le deparaba el resto.
— Gràdh —dijo con un poco de miedo—. ¿Qué fue lo que hablaste con ella? ¿Qué perdiste?
Rhage la quitó de encima y se levantó.
N—Escuché todo lo que hablaste con ella —dijo mirando la nada—. no estaba, ni estoy dispuesto a olvidarte, Lel —dijo mirándola, ella pudo ver que no había mentira alguna en sus palabras—. Me ofreció un trato —casi murmuró.
—Rhage, me estás asustando —dijo ahora sentada a los pies de la cama—. Dime cual fue el trato, ¿sí?
Él se arrodilló a sus pies.
—Perdóname —dijo apoyando la cabeza en sus piernas.
—Basta, Rhage —dijo ya molesta por tanto suspense—. ¿Me puedes contar de qué hablaron? ¿Qué pidió a cambio? —Preguntó.
—Tanto tú como yo tendremos que vivir con nuestras maldiciones —dijo apenado, ella iba a abrazarlo, pero él lo evitó—. Eso no es todo —podía sentir su miedo, no podía estirarlo mucho más, así que respiró hondo y habló—.  Además, nuestros futuros hijos heredarán la maldición de algunos de los dos —Rhage pudo ver como se transformaba la cara de ella.
Esperaba que lo maldijera, que le tirara con cantidad de bolas de fuego, que lo echara, que hiciera algo, pero en cambio ella subió sus piernas a la cama y se hizo un bollo. Fueron eternos los minutos o segundos que estuvo en silencio.
—No tienes idea lo que acabas de hacer —dijo en un susurro—. No sabes lo difícil que es tener que vivir con esto. ¿Qué va a pasar cuando alguno de ellos se enamore? ¿Cómo van a hacer para jugar con otros niños? —Preguntó angustiada.
Él estiró su mano para tener algún contacto con ella, pero Leliel se retiró hacia atrás.
—¿Cuándo mierda pensabas decírmelo Rhage? —Preguntó enfurecida.
—Tahlly, no es lo que crees. Ellos tendrán una vida normal, hasta que pasen por la transición —dijo intentando darle esperanza.
Leliel arqueó una ceja.
—¡Oh! Perfecto, me quedo muchas tranquila, sino se mueren en medio de la transición quizás se mueran porque la maldición de mamá los mató.
Comenzó a buscar la ropa, necesitaba salir de ahí e ir a patearle el culo a la Virgen Escriba. Lo que pasara luego no le importaba, pero no se iba a quedar tranquila. Ya le había cagado la vida a ella por una estupidez de sus padres. Le había cagado la vida a Rhage por un búho de mierda, no iba a permitir que le cagara la vida a nadie más.
—Lel… —llamó muy suave Rhage—. Leliel —volvió a llamar cuando no tuvo respuesta. Pero ella seguía hablando sola y caminando de un lado a otro.
Leliel tenía todas las ideas revueltas, no sabía a quien matar si a la Virgen Escriba por el trato de mierda que le ofreció, o a él por aceptarlo, ahora mismo no importaba, iba a ir para allá y le iba a patear el culo, por ella, por Rhage, por Kytara.
De repente golpeó contra el pecho de Rhage, quien la obligó a mirarlo.
—Tahlly —dijo muy suavemente—. Lo hice porque te amo, no creo que haya sido una estupidez. Ibas a vivir toda tu vida llorando por mí y yo sin saber que existías, ¿eso era mejor que esto? —Preguntó de manera muy suave—. No lo creo. Ya veremos, podremos enseñarles o encontraremos la forma de que ellos no corran peligro durante la transición. Y si llegáramos a perder un solo hijo por alguna de las dos maldiciones, entonces yo personalmente te acompañaré a matarla, ¿sí?
Ella lo miró emocionada.
—¿Qué es lo que tienes que siempre me estás calmando? —Preguntó mientras se fundían en un abrazo—. ¿Sabías que te amo? —Preguntó besando su pecho.
Rhage suspiró cansado, y ella pudo sentir la cantidad de emociones encontradas que estaba sintiendo. Lo tomó de la mano y lo llevó hasta la cama.
Leliel se sentó y entonces lo hizo sentarse entre sus piernas, para así quedar de espalda a ella.
—Gràdh, estamos bien —dijo mientras delineaba el tatuaje de su espalda, haciendo que todo el cuerpo de Rhage se tensara—. ¿Sabes? —Habló susurrando sobre su espalda, mientras lamía su piel—. Me encanta el diseño.
—¿Qué significa? —Preguntó distraído.
—¿Eh? ¿Qué cosa? —Preguntó Leliel perdida.
—Gràdh, ¿Qué significa? —Preguntó mirándola.
Leliel le sonrió, mientras se levantaba de la cama y se dirigía al baño.
—Amor, en la lengua celta. Pasé parte de mi niñez en una de las últimas tribus que quedaba, para ellos mi maldición era una bendición —dijo encogiéndose de hombros—. Voy por un rico baño —le guiñó el ojo antes de entrar al baño.
Rhage se quedó sentando, escuchó como el agua comenzaba a correr. También sintió cuando ella entró a la ducha, la imaginó desnuda enjabonándose y su erección lo obligó a levantarse e ir al baño con ella.
Leliel lo vio correr la cortina, entonces arqueó una ceja.
—Perdón, ¿qué vas a hacer?
Él sonrió.
—Lo mismo que tú, darme una ducha —entró a la ducha y se acercó a ella.
Leliel negó divertida, mientras enroscaba sus brazos alrededor del cuello de Rhage, mordisqueó el labio de él, profundizando un beso que comenzó siendo dulce para luego convertirse en pasión pura.
Rhage poco a poco la fue arrinconando contra la pared, donde ahondó mucho más el beso, mientras sus manos descendían por la espalda de ella acariciando sus piernas.
Leliel emitía sonidos incoherentes como respuesta a las caricias, abandonó los labios de su amado para poder besar su cuello y su torso.
Rhage hizo lo mismo mientas que su excitación comenzaba a ser más visible. Tomó la pierna que estaba acariciando de su hembra y la llevó a la altura de su cintura, para así facilitar la unión, ella abandonó su cuello para ayudarle a completarla.
Leliel dirigió su mano a la entrepierna de Rhage y tomó el miembro en su mano, obteniendo un ronco gemido, a lo que ella sonrió con satisfacción. Comenzó a acariciarlo, haciendo un movimiento de sube y baja, mientras lo miraba a los ojos él no le quitaba la vista de encima.
Así estuvieron un largo rato, hasta que él sintió que pronto llegaría a su orgasmo, por lo que la ayudó a colocarlo en la entrada de su vagina, volvió a tomar su pierna para permitir un mejor acceso y de ese modo entró en ella de un golpe.
Leliel arqueó su espalda hacia él, ella enterró sus uñas en sus hombros, a lo que Rhage respondió con un gemido por el dolor, pero esto lo incitó a acelerar el ritmo de sus embestidas.
Él buscó la mirada de Leliel para después besarse con una infinita ternura, ella capturó el labio inferior de Rhage para morderlo y por haber hecho eso, ganó que él la embistiera más fuerte y la acorralara contra pared quedándose inmóvil por un momento, ella sonrió desafiante mientras lo miraba a los ojos.
Rhage continuó de una manera más efusiva, mientras ella lo acariciaba recorriendo con la yema de sus dedos su espalda, tocando cada rincón de su tatuaje. La bestia rugía dentro de él, por más esfuerzo que hiciera ahora estaban ambos poseyendo a la hembra que tanta paz le había traído a sus vidas.
Leliel observó sus ojos, había algo distinto en su mirada, sabia que él se estaba debatiendo por controlar a la bestia.
—Te amo —susurró entre jadeos.
La mirada de Rhage se suavizó al escuchar su voz.
—Y yo a ti, tahlly —dijo para luego acelerar aun más el ritmo.
Ella gemía y gritaba su nombre, él sonreía satisfecho por proporcionarle tal placer a su hembra. Con una última embestida ambos llegaron a su momento cumbre. Él se mantuvo dentro de ella, mientras Leliel llenaba sus hombros y cuello de besos.
Poco a poco salió de ella y la abrazó a un más fuerte.
—Te amo, tahlly, gracias por aparecer en mi vida —dijo sonriendo y besándola.
Ella no pudo evitar que su corazón se estrujara, apenas ayer había pensado que su vida se acababa y moriría sin estar con él y ahora mismo estaba ahí con el macho que se coló en su corazón y en sus pensamientos sin que ella pudiera evitarlo.
—Yo también te amo, Gràdh —dijo con los ojos llenos de lágrimas.
Estuvieron abrazados por unos cuantos minutos, sintiéndose juntos. Luego se bañaron mutuamente, haciendo del acto un ritual.
Cuando terminaron, él busco dos toallas, la ayudó a ella a secarse, cuando salieron de la habitación las persianas comenzaban a levantarse, dando aviso a que ya había oscurecido.
Leliel conjuró sus ropas, un pantalón de cuero negro haciendo juego con una camiseta sin tirantes negra con detalles en rojo. En sus pies se calzó sus botas . Secó su pelo y lo dejó despeinado.
Rhage sonrío embelesado al verla prepararse, mientras terminaba de calzarse sus dagas.
Fue hasta donde estaba ella y la abrazó por detrás, aspiró el aroma y sintió como su erección daba un fuerte tirón. Leliel negó divertida, mientras conjuraba sus dagas y las calzaba en la parte de atrás de su cinto.
—Creo que esto de salir juntos nos va a traer problemas —besó sus labios.
—Mmmm… te puedo asegurar que puedo acostumbrarme a hacerte el amor cada vez que volvamos —dijo jugando con un pequeño mechón del cabello de ella.
Leliel hizo un puchero.
—¿Solo cuando volvamos? —Dijo mientras besaba y lamía el cuello de Rhage.
Él dejo escapar un suspiro, y la agarró de sus nalgas para besarla de manera desenfrenada. Un golpe en la puerta los distrajo, Rhage gruñó.
 —¿Quién? —Preguntó de mala manera, por lo que recibió un golpe de ella en el brazo.
—Ya terminó la luna miel —dijo del otro lado Nessa—. Hora de salir a cazar —dijo divertida.

CAPÍTULO 20

Volvía a encontrarse con Zsadist después de ese encuentro que había comenzado en la cascada. No podía evitarlo, a pesar de lo que él le había dicho, sentía vergüenza de enfrentarlo. Sólo sus hermanas sabían lo que había sido en su pasado y nadie más. Pero se lo había dicho, se lo había confiado. Nunca se lo había dicho a nadie, pero sí a él. E investigar el por qué de su acción ya le parecía demasiado.
Bueno, en realidad, se habían vuelto a ver en la reunión, pero las miradas que habían compartido la ponían tan nerviosa como el recuerdo de su conversación.
Esa noche iba vestida toda de negro. No quería que nada en ella resaltara, quería confundirse con la oscuridad de la noche.
Descendió la escalera, donde ya todos se encontraban. Incluyéndolo. Estaba sentado en suelo, con la espalda apoyada en una pared. Un fiero rubor se extendió por su rostro, pero lo disimuló colocándose la capucha que tenía su saco. Se paró a su lado y sólo se miraron una vez. Aún así, la cercanía de él hizo que un calor nuevo se extendiera, haciéndole ansiarlo.
Clavó su mirada en el reloj y no la alejó de allí hasta que el sol por fin se puso. Zsadist se puso de pie y todos salieron juntos. Una vez fuera, cada grupo se fue desmaterializando hacia la zona que le correspondía patrullar esa noche. Ellos dos eran los anteúltimos, antes de Wrath y Raysa. Se desmaterializaron en un callejón oscuro junto a Screamer’s. La zona aledaña al club era la que les correspondía esa vez.
Al obtener forma sólida de nuevo, Nessa sintió un tirón en su estómago. Más que acostumbrada a la sensación, no le hizo caso y siguió a Zsadist fuera de aquel horrendo lugar.
Por un breve momento, él la miró. Fue una mirada corta, que no duró lo que una chispa, pero la vio y supo lo que había en ella. Levantó la barbilla y caminó con tranquilidad y decisión. No iba a permitir que sus miedos la acosaran. O al menos, no iba a demostrárselo al macho.
Caminaron durante horas, sin encontrar absolutamente nada. No entendía qué era lo que pasaba, pero después del maldito ataque de esa cosa con sobredosis de esteroides, las calles habían estado casi tranquilas, salvo algún esporádico ataque.
La situación no sería tan mala sino fuera porque sabían que solo era la calma que anticipaba la tormenta. Algo se estaba cociendo para desencadenarse con todo su poder sobre ellos.
—Esto es condenadamente aburrido —se quejó.
Zsadist solo asintió y siguió. Se notaba que estaba tan molesto como ella. Aunque más que molesto, se lo notaba ansioso, inquieto, como si todo el cuerpo le picara.
Le picaba todo el maldito cuerpo. Y sabía exactamente por qué. Era por tener a esa hembra cerca. Quería algo, lo quería profundamente, pero no estaba bien ni dispuesto a ello. Era esa lucha interna la que hacía que la piel le hormigueara.
Continuó caminando, tratando de no prestarle atención. Nunca más.
Malditos asesinos sin alma. Cuando más los necesitaba, los bastardos parecían haberse desvanecido. Quería distraerse, y la sangre de sus enemigos corriendo por sus manos le parecía la mejor manera de hacerlo.
Estaba entrando en un estado de perpetuo mal humor. No es que tuviera otro, pero ahora se había incrementado y sentía la necesidad de atacar a cualquiera que solo lo mirara. Oh, sí, el sabía que las hembras nunca traían nada bueno.
De repente, lo que tanto ansiaba, apareció. El olor dulzón de talco para bebés les llegó desde atrás. Dos lessers se les habían aproximado desde atrás, pero la calle estaba demasiado iluminada y había algunas personas en ella.
Sonriendo diabólicamente, Zsadist caminó unas calles más, hasta encontrar un callejón especialmente oscuro. Si evitaban usar las pistolas, no llamarían la atención de ninguna forma. Se adentró en el callejón, intentando ignorar el pequeño temblar de Nessa al ingresar en él, lo que se le suponía más difícil, ahora que sabía el motivo de su reacción.
Se confundieron con las sombras del lugar, desenfundaron sus dagas y aguardaron. Un minuto después, los bastardos hicieron su aparición con sendas cuchillas en las manos. El pálido color de sus cabellos y su piel los delataban como asesinos experimentados. Las sonrisas de anticipación y seguridad, tan parecidas a la suya propia, dejaban en claro que eran realmente antiguos en el negocio.
Sin esperar un segundo más, se lanzaron hacia ellos. Zsadist trabó su daga con la cuchilla del lesser, como si de espadas se tratasen. Se alejó un paso y luego le lanzó una estocada mortal al pecho, pero el lesser reaccionó a tiempo y solo logró hacerle un pequeño corte. En respuesta, el bastardo se lanzó hacia delante tratando de cortarle el cuello, pero Zsadist se agachó y estirando una pierna, lo hizo caer. Cuando el tipo cayó al suelo, saltó sobre el para clavarle la daga en el pecho, pero logró tomarle la mano, al tiempo que con su mano libre, detenía el golpe que el tipo le lanzaba.
De pronto, sus sentidos le advirtieron que algo pesado volaba hacia ellos. Al mirar hacia su derecha, vio que Nessa había lanzado al otro lesser hacia donde se encontraban. Soltándose del agarre, giró hacia un lado justo a tiempo. El lesser de Nessa cayó sobre el suyo y ambos lanzaron un gemido de dolor por el impacto.
El tipo con el que había estado luchando, tomó a su compañero y lo empujón contra la pared, haciéndose que se golpeara la cabeza y cayera inconsciente.
Nessa se dirigió al sujeto inconsciente con cara de fastidio y lo eliminó, mientras que el otro se dirigía de nuevo hacia él.
Zsadist se lanzó contra él, dispuesto a atravesarle el pecho de una vez por todas, pero el sujeto lo esquivó y se puso a sus espaldas. Giró, al tiempo que trataba de alejarse, pero el lesser alcanzó a Zsadist en un brazo. El corte empezó a sangrar profusamente.
De repente, Nessa se detuvo, como alcanzada por un rayo. Fijó su vista en la sangre que manaba de la herida, caliente y espesa, deslizándose por su brazo, goteando hacia el suelo.
La hembra descubrió los colmillos, ahora sumamente largos y siseó, sus pupilas dilatadas.
Z se dio cuenta de lo que sucedía con ella, así que se apresuró, pues parecía que Nessa no se daba cuenta de que otro lesser, también con un cuchillo, se acercaba por detrás.
Ciegamente y con furia, se lanzó sobre su lesser, quien se sorprendió ante el repentino ataque. Lo tomó del cuello y golpeó su cabeza contra la pared del callejón, rompiéndole totalmente el cráneo. Detrás de él escuchó otra vez un siseo, pero esta vez de dolor. El asesino aún no había caído al suelo, cuando Zsadist le atravesó el pecho con la daga.
Al voltearse, vio que Nessa había sido herida en un brazo también, pero que esto le había devuelto la conciencia otra vez, ya que había vuelto a luchar contra lo que ahora eran dos lessers.
Sintiendo la presencia de otro asesino a sus espaldas, dejó que Nessa se encargara de sus oponentes. Él ya se encargaría más tarde de ella.Tonta, tonta, tonta, ¡tonta!, pensaba mientras esquivaba los ataques de ambos lessers, ¿cómo puedes distraerte tan fácilmente por un poco de sangre?
Claro que sabía perfectamente la respuesta a eso. No  era sólo sangre, era la sangre de Zsadist. Y tenía sed. O sea, vamos, ella no habría reaccionado así ni aunque hubiera un enorme chocolate tirado en medio de ese apestoso callejón, que no cesaba de traerle espantosos recuerdos.Pues claro, le dijo la molestita voz dentro de la cabeza, porque al chocolate no lo necesitas para vivir. En cambio la sangre de ese guerrero… Mmmm…
Muy bien, ¿y su subconsciente se seguía manifestando cuando estaba despierta? ¿No se daba cuenta que ahora mismo ella estaba luchando por su vida? ¿Y por la de toda su raza?Oh, vamos, por favor, otra vez la voz, no te hagas la altruista ahora, hermana.
Maldito su subconsciente por ser tan inoportuno.
Maldito Zsadist por ser tan condenadamente irresistible.
Maldita ella por no haberle pateado el trasero cuando debió, ya que así sus relaciones ahora se limitarían meramente al hecho de querer matarse el uno al otro. Pero no, tuvo que mostrarle su parte más débil, tuvo que otorgarle su confianza.
—¡Nessa, deja de bailotear y mata a esos desgraciados de una maldita vez!
Hablando de Roma…
Tomando su otra daga de oro blanco en la mano izquierda, esquivó otro ataque y luego se lanzó hacia delante. Pasó entre medio de ambos lessers y se paró frente a sus espaldas. Era lo bueno de ser tan pequeña, todos subestimaban su fuerza y su velocidad.
Antes de que ninguno de esos malditos comenzara siquiera a pensar en voltearse, los degolló desde atrás.
Cayeron al piso sacudiéndose apenas. Dio vuelta a uno de ellos y comenzó a buscar en sus bolsillos hasta encontrar su billetera. Luego se dirigió al otro.
Cuando terminó, Zsadist ya se encontraba a su lado, con otras dos billeteras en la mano.
—Bien, podríamos empezar yendo a la casa de este que solo queda a unas pocas calles…
¬—De ninguna manera —la cortó.
—¿Disculpa? ¬—Dijo ella, levantando una ceja.
¬—Volveremos a casa. Ahora.
Bien, de nuevo con el mismo cuento. Alzó la mirada del registro de conducir que tenía entre las manos hacia Zsadist. Sus ojos negros estaban más fríos que nunca.
Si se lo pedía de ese modo, ¿cómo podía resistirse?

Volvían a la mansión en su auto. Ella sabía por qué estaba tan enfadado, así que un pesado silencio se extendía entre ellos, hasta que finalmente le habló.
¬—No entiendo como pudiste permitir que te sucediera eso —le espetó con furia.
—Es sólo un maldito corte en el brazo. No sé de qué te quejas si tú también tienes uno. Son gajes del oficio.
Vale. Ella sí que sabía ser inoportuna.
¬—Sabes que no me refiero a la herida, sino al hecho de que quedaras anulada sólo por ver un poco de sangre.
Hizo un mohín con la boca que le sentaba sumamente bien a sus labios rosados y con sus rizos tan negros.
—Vale, vale. Estoy hambrienta, ¿ok?
—No me digas ¬—masculló.
El resto del viaje transcurrió en completo silencio. A medida que avanzaban, Zsadist iba notando un cambio en Nessa. Se había abrazado a ella misma y se había encorvado un poco hacia delante, como queriendo encogerse para protegerse de algo. Su mirada estaba perdida en un punto indefinido.
Al llegar, Zsadist salió inmediatamente del auto y se dirigió rápidamente hacia la mansión, cuando se dio cuenta de que se encontraba solo.
Al darse la vuelta, vio a Nessa que aún seguía en el auto, encogida.
Se dirigió hacia su lado del coche y abrió la puerta de un tirón. Ella ni siquiera se inmutó.
—Nessa, vamos.
—Déjame, por favor —dijo con la voz muy suave, tanto que tuvo que esforzarse para oírla. Se encogió aún más, abrazando sus rodillas.
—Hay que curarte esa herida, acompáñame.
—Déjame… ¬—en ese punto, la voz se le quebró.
Zsadist no supo por qué lo hizo. Tendría que haberla dejado allí en el auto y que resolviera sola sus propios conflictos. A él no le importaba nadie, ni siquiera él mismo. Así que simplemente debía dejarla allí con su pena y si quería esperar al sol para que la achicharrara, pues allá ella. Pero no lo hizo. No pudo hacerlo.
Pasó su brazo bajo sus rodillas y la levantó. Ella no se resistió, solo se encogió un poco más, dificultándole la tarea de cargarla. Pero algo en la hembra lo sorprendió.
Sentía el miedo proviniendo de ella. Podía olerlo. Ese olor acre era muy tenue, casi podía decir que se lo estaba imaginando. Pero no era así, era real y provenía de Nessa.
Entendiendo su reacción y odiándose por ello, la llevó hacia su propia habitación, la más alejada de todas, en el pasillo de las estatuas.
No sabía porque la había llevado allí, nadie había entrado antes, ni siquiera su hermano Phury. Pero lo cierto es que sentía que debía protegerla, cuidarla, consolarla y allí nadie los molestaría.
Seguramente había alguna clase de veneno alucinante en el cuchillo con el que ese maldito lesser lo había herido. Eso o se había vuelto totalmente loco.
La colocó suavemente sobre la cama, pero seguía sin moverse. Simplemente se quedó allí, encogida en donde la dejó. Sus ojos eran turbios, sus pupilas dilatadas como en el callejón, pero esta vez era diferente, pues tenía la mirada perdida, como quién recuerda algo que preferiría olvidar. Veía su propia mirada en las profundidades gris plata de los ojos de Nessa. Y no quería eso.
Siguiendo un raro (y sumamente estúpido) impulso, se sentó en el borde de la cama, junto a ella. Alzó la mano y la pasó suavemente por esos rizos largos y oscuros. No estaba seguro de cómo era una caricia, pero suponía que la suavidad era necesaria. Su cabello, siempre tan rebelde, estaba totalmente desordenado, sus rizos enredados y erizados por la lucha. Le parecieron preciosos.
Siguió acariciando su cabello, hasta que sintió que ella comenzaba a aflojarse, a serenarse. Vaya, quien diría que él fuera capaz de calmar a alguien. Que alguien quisiera que él lo calmara.
Maldita hembra, lo estaba embrujando. Debía irse. Por su bien, debía irse ahora.
Pero sólo siguió acariciándola  y comenzó a tararear una canción.
Después de un rato, Nessa dejó de tener la vista perdida y su respiración de acompasó. Parecía estar saliendo de su ensueño.
Estaba ahogándose bajo el peso de los recuerdos. Por dios, nunca la abandonarían, siempre estarían con ella, atormentándola, agobiándola. De nuevo estaba cayendo por ese largo agujero negro, la oscuridad la envolvía, la engullía, la hacía parte de ella. Otra vez se volvía simple escoria. De nuevo, una y otra vez.
Por favor, por favor, ya no quería, ya no quería.
Otra vez la estaban tomando, la arrastraban hacia donde querían, la dejaban donde querían, le harían lo que querían. Lo sabía. Y tendría que someterse, pues sino, no sobreviviría.
Era su destino. Era una perdida en el mundo. Una olvidada. No era nada.
Por favor, por favor, despacio. Otra vez no.
Otra vez no.Allí estaba la mano, la veía, se alzaba, se dirigía a ella, allí estaba, podía verla, iba a doler, iba a doler…
Pero no dolía. No dolía en absoluto. Era suave e indecisa. Era amable.
Y no cesaba, y no cambiaba.
Pero sí, sí cambiaba, se hacía más decidida, pero no menos suave. Quizá incluso más. Y la suavidad le transmitía… Tranquilidad. Confianza. Seguridad.
Cariño.Eran caricias. Caricias de verdad.
Y un ángel cantaba.
A duras penas, Nessa emergió a la superficie.


Nessa parpadeó, su mirada otra vez clara. Cerró los ojos un momento, disfrutando de sus caricias. Luego los abrió de nuevo y lo miró. Dejó de cantar y de acariciarla, pero dejó su mano sobre su cabello.
—¿Zsadist?
—¿Ya estás bien?
—Yo… yo, sí, estoy bien. Estem… Gracias.
—Creo que lo mejor será que no te levantes, duerme aquí. Lo del brazo no parece de gravedad, así que podrás esperar hasta mañana para ir a ver a Havers. Descansa.
—Pero tú…
—Yo no uso la cama.
Vio como dirigía una rápida mirada al delgado jergón que había en una esquina.
—Yo… Está bien, puedo levantarme. Iré a mi habitación.
Por alguna razón, le molestó que ella no quisiera quedarse. Por Dios, estaba acostumbrado a que todos huyeran despavoridos de él como si fuera a saltarles al cuello de un momento a otro. Pero simplemente le enfadó muchísimo que ella también quisiera huir. Creyó que habían llegado a un entendimiento, a una cierta confianza.
Se levantó de la cama y le dio la espalda.
—Haz lo que quieras, no me importa —le espetó con acritud.
Comenzó a quitarse las armas, mientras seguía dándole la espalda. Sentía su mirada que lo seguía mientras se movía, pero no se la devolvió.
Finalmente, ella comenzó a levantarse. Se sentó en la cama y sacó sus pies afuera. Pero cuando quiso pararse, se tambaleó.
Fue rápidamente hacia ella y evitó que cayera de cara al suelo. Era un idiota, no tenía que importarle si se hacía daño o no. Pero, maldito fuera, le importaba. La volvió a colocar sobre la cama y ella se volvió encoger, pero esta vez abrazando su estómago, como si le doliera.
Conocía ese dolor, convivía con él. La sangre humana de la que se alimentaba no era suficiente para mitigarlo, apenas si era un leve atenuante.
—Estás hambrienta —no era una pregunta.
—Sep, ¿no tienes un chocolate por ahí? —Lanzó una breve risita.
—No entiendo de qué te ríes.
—Yo tampoco —y volvió a reír.
—Creo que deberías ir a hablar con Wrath para que pueda conseguir un macho del que puedas alimentarte. Y debes hacerlo rápido, creo que lo has dejado llegar muy lejos.
—Estoy acostumbrada al hambre, nunca me había pasado esto. Aún puedo aguantar más si quiero —se detuvo y lo miró—. ¿Conseguir un macho?
—Sí.
—Claro, por supuesto, un macho. ¿Cualquier macho? —Preguntó, como repentinamente iluminada. Se sentó de nuevo, pero esta vez lentamente.
Por alguna razón, volvió a sentarse a su lado. Su olor era delicioso. Lo había sentido antes, pero hasta ahora no le había prestado atención. Era dulce y… fresco. Como una brisa marina. Y lo puso instantáneamente duro.
Ah, maldición, ahí estaba otra vez. Odiaba como reaccionaba su cuerpo. Disimuladamente, trato de taparse con el abrigo que aún sostenía en las manos.
—Cualquier macho que Wrath y la Virgen Escriba aprueben, sí.
—Supongo que en tal caso, debe ser un macho de valía, no cualquier mequetrefe.
—Eh, sí —respondió con cautela. No sabía a donde quería llegar ella.
—¿Y cómo sabrán que es un buen macho?
¬—Me aseguraré de que así sea —dijo con fiereza.
Ella extendió la mano y la posó sobre la suya. Esta vez no la alejó. La sonrisa que le dedicó literalmente resplandecía. Su erección dio un doloroso tirón.
—Gracias, Zsadist.
De repente, en su mente vio la imagen de los dos juntos, sobre su cama. Él encima de ella, tocándose, acariciándose, sintiéndose, se vio llenándola…
Eso estaba mal. Eso estaba malditamente mal. Se levantó y volvió a darle la espalda, tratando de ignorar el maldito montón de brasas que había entre sus piernas.
Lo sabía, tendría que haberla dejado en el auto.
—Pero, ¿sabes? Yo sé como podrías hacer para procurarme un macho adecuado ahora mismo.
¿Cómo podía ella ignorar lo que le estaba pasando en su cuerpo? ¿Es que no se daba cuenta de que quería…? Dios, no podía ni siquiera pensar esa palabra. Tal vez se estuviera haciendo la que no sabía.
—¿Cómo podría hacerlo, Nessa? ¬—Preguntó, ignorante.
—Aliméntame tú.
Nunca podría haber predicho una reacción tan exagerada.
Zsadist se dio la vuelta y la fulminó con la mirada, mientras una furia helada exhalaba de él como una ola.
Se acercó rápidamente a la cama, apoyó las manos a cada lado de su cabeza y acercó su cara, obligándola a recostarse otra vez.
No entendía la razón por la que reaccionaba de esa forma. Era totalmente innecesario y… los malditos tatuajes en su cuello y muñecas significaban algo.
¬—Oh.
Que grandísima falta de tacto la de ella.
—Zsadist, lo siento…
—¿Crees que estoy obligado a darte de mi vena?
—No, no… No quise…
¬—Maldita seas si lo crees, hembra.
—¡No creo eso, Zsadist!
—No me digas, pequeña embustera.
Ahora, eso logró enojarla de veras. Puso las manos sobre el pecho de Zsadist y lo empujó. Él retrocedió unos pasos y ella aprovechó para levantarse y enfrentarlo. Gracias al cielo, no se cayó. Eso habría arruinado el efecto.
Le clavó el dedo índice en el pecho y le habló con dureza, tratando de ignorar las lágrimas que se estaban juntando debajo de sus párpados.
—Tú, pedazo de… No estaba tratando de aprovecharme de ti, no quiero aprovecharme de ti, sólo…
¬Él solo la fulminaba con la mirada, y aunque no fuera literal, ella sentía los dardos que sus ojos lanzaban clavándose en su piel. Un segundo de estupidez y había echado a perder la confianza que había logrado conseguir. No sabía con quien estaba más enojada, si con él o con ella misma.
—No lo dije para molestarte, sé que esos —señaló los tatuajes—, no son precisamente un souvenir de un lugar feliz… Lo dije por… Yo, yo…
—¿Por qué, Nessa? ¿Por qué lo dijiste? —Preguntó filosamente.
—Porque… ¡Porque para mí sería un honor alimentarme de ti! —Gritó cerrando los ojos y apretando los puños.
Zsadist refrenó su furia un momento, debido a la imagen que Nessa presentaba en ese momento. Parecía una niña pequeña pidiendo algo que, sabía, estaba muy por encima de ella, y aún así, quería.
Su erección llegó a un punto realmente doloroso mientras un extraño sentimiento lo invadió. No le encontraba sentido, era cálido… Sentía una enorme ternura hacia esa hembra.
Se quedó allí, quieto, mirándola, sin saber qué decir o qué hacer a continuación.
Nessa suspiró, aflojó los puños y dijo con apenas un hilo de voz:
—Lo siento.
Comenzó a caminar hacia la puerta, pero cuando pasó por su lado, la tomó del brazo, deteniéndola. La hizo girar hasta quedar frente a él, pero seguía con la mirada baja. Con su otra mano, le tomó el mentón e inclinó su rostro hacia arriba. Grandes lágrimas surcaban sus mejillas y veía en sus ojos grises que se encontraba horrorizada por estar llorando, por haber expuesto otra vez tan abiertamente lo que sentía.
Sin darse cuenta de lo que hacía, le limpió el llanto con sus dedos.
—No llores —fue casi un ruego.
—Oh, no, si no estoy llorando. Es la cebolla. Fritz debe estar cocinando algo con cebolla. Tal vez debería decirle que no la use tanto, porque detesto la cebolla, no me gusta, tampoco me gusta el tomate y el…
Apoyó el dedo índice sobre sus labios para interrumpir ese discurso tan absurdo. Se arrepintió al instante. La suavidad de esa boca envió una descarga por toda su espina dorsal. No entendía porqué lo hacía, pero debería admitirlo ante sí mismo: La deseaba. Profundamente.
Pero sabía que nunca la tendría, ella no querría y aunque quisiera… no podría mancillarla de esa forma.Mía, pensó sobresaltándose. Quería, ansiaba, necesitaba estar dentro de ella. Y si no podía hacerlo de una forma, por Dios que lo haría de otra.
—Está bien, de acuerdo. Te daré de mi vena.
Ella se alejó un paso, negando con la cabeza. Los dedos le dolieron ante la lejanía de aquellos labios.
—Está bien, Z, no lo hagas. Fue muy desconsiderado de mi parte pedírtelo, sé que hay marcas que son imposibles de borrar, marcas que nos se ven y que son más perpetuas que esos tatuajes.
Lo miró a los ojos otra vez, y vio en ellos vejez y dolor. Otra vez, vio su mirada en los ojos de ella y detestó eso.
—Ven aquí —le dijo suavemente.
Quería borrar esa mirada de ella, quería su risa y su desfachatez, quería que se enojara y peleara con él. Pero no quería ver en ella a un igual.
La tomó del brazo otra vez y la arrastró, mientras caminaba hacia atrás, hacia una silla abandonada en una esquina. Se sentó en ella y luego atrajo a Nessa hacia su regazo. Su excitación no había remitido, pero no le importó. Quería sentirla cerca.
Ella se puso rígida e intentó levantarse, pero la retuvo con un apretón suave.
—Bebe de mí.
—Z, no seas idiota, no tienes porqué hacerlo, tienes tazón, hablaré con la Virgen Escriba y ella me conseguirá a otro macho…
—¡No! —Gritó.
Nessa se sobresaltó e intentó alejarse otra vez, pero de nuevo la retuvo, aunque no tan suavemente. La imagen de ella alimentándose de otro macho le repugnó, lo enfureció.Mía.
Gruñó.
—Sólo aliméntate, ¿sí? —Le dijo sin demasiada cortesía.
Lo miró un momento, todavía dudando. Entonces tomó su muñeca.
Suspiró. Interiormente, le agradeció el gesto, ya que a pesar de que quería alimentarla, aún no estaba preparado para tener a una hembra alimentándose de su cuello.
Nessa le dio vuelta el brazo, dejando hacia arriba la cara posterior de la muñeca. Luego, con los ojos cerrados, comenzó a pasar dos dedos por el área del tatuaje.
—¿Qué estás haciendo? —Le preguntó cuando sintió un cosquilleo en la zona y como si se… mojara.
Abrió los ojos, pero no lo miró.
¬—Mi elemento es el agua, y los cuerpos están compuestos en un setenta por ciento por ella. Sólo estoy acumulando una mayor cantidad en esta zona para hacer la piel más suave, más frágil. Así no te dolerá cuando te muerda.
Quedó sorprendido y aterrado por sus actos. Quiso abrazarla. Quiso quitarla de un empujón y salir corriendo de allí. Quiso agradecerle, quiso protegerla. Pero por sobre todo quiso gritarle que se fuera de allí y lo dejará en paz, que no volviera a molestarlo, que se alejara de él para siempre. Esa hembra estaba salteando las barreras que había impuesto entre él y el mundo hacía mucho, barreras que ni siquiera a su gemelo le había permitido franquear.
Pero no pudo hacer nada, porque en ese momento ella lo mordió.
Era cierto, no sintió dolor. Pero sentía el tirón cada vez que ella chupaba y la deseó más que nunca.Mía, mía, mía.
Y ella que creía que el chocolate era lo más delicioso que había probado en la vida.
Claro que eso fue hasta que probó su sangre.
La sangre de Zsadist tenía un sabor intenso, que le quemaba la boca con su calor y la llenaba de un poder inconmensurable. Era la sangre de un guerrero. De su guerrero.
El dolor que la sed le provocaba se iba borrando poco a poco y una alegría inmensa lo sustituía. Era así de simple. Bebiendo de la vena de Zsadist, ella se sentía feliz y dichosa como nunca se había sentido. Le había permitido alimentarse de él, la había acercado a su cuerpo, la estaba sosteniendo. Quería reír, pero ahora mismo tenía algo más importante que hacer: Llenarse de él.
Chupó con fruición, degustando el exquisito manjar que era su vena, queriendo que ese momento no acabase nunca y mantenerse ahí de por vida, bebiendo de él.
Sabiendo cuán escasa era la dicha en su vida, se dedicó a disfrutar del momento.
Diez minutos después, ella terminó. Separó la boca y le lamió la herida. Sabía que lo hacía para que cicatrizara más rápido, ¿pero cómo explicárselo a la cosa que tenía dentro de los pantalones?
Finalmente, Nessa se separó de él y se quedó parada en medio de la habitación, mirando hacia el suelo, balanceando un poco hacia atrás y hacia delante sobre sus pies. Tenía las mejillas sonrosadas. De nuevo le parecía solo una niña.
—Yo… Te lo agradezco, Zsadist, hijo de Ahgony. Agradezco el regalo de tu vena —dijo en  el idioma antiguo.
Sólo atinó a hacerle un gesto con la cabeza, y a continuación comenzó a ordenar las cosas que habían quedado esparcidas por ahí. Necesitaba un poco de distancia para calmarse, para centrarse de nuevo. Había estado demasiado cerca de ella, había cedido demasiado.
Cuando terminó de guardar sus armas, se volteó hacia ella, que seguía allí.
—¿Ya te sientes bien?
—Sep.
—¿Necesitas algo más?
—Nop.
—Bien.
—Bien.
Seguía allí, balanceándose y  sin mirarlo. El olor de ella le llegó de nuevo, más fuerte que antes. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no ronronear. Ya la había alimentado, ¿no? Tenía que sacarla de allí ahora.
—¿Sucede algo? —No quería sonar grosero, pero lo estaba poniendo nervioso.
—Nop.
—¿Y por qué sigues ¬aquí?
—Yo, estem…
—¿Quieres que te acompañe a tu habitación?
—No, no. Está bien, tienes razón, ya me voy.
Se dirigió hacia la puerta y la acompañó hacia allí, para abrírsela.
Cuando cruzó el umbral, se volteó y lo miró directamente a los ojos. Antes de que pudiera darse cuenta de sus intenciones, ella se puso en puntas de pie, estiró su cuello y le plantó un suave y casto beso en lo labios.
—Adiós —susurró, y luego se alejó corriendo sin mirar atrás.
CAPÍTULO 21

Wrath se estaba preparando para salir. Estaba completamente armado, su cuerpo cubierto de cuero negro, sus armas protegidas de la vista por el largo sobretodo negro. Cuando terminó de revisar sus armas, las Beretta con sus respectivas balas, las dagas negras de la Hermandad y sus infaltables estrellas arrojadizas. Suspirando, molesto, se dirigió en busca de su hembra.
Sus hermanos hacía rato que se habían marchado en grupos como se había designado en la reunión, con la diferencia de que ellos se habían demorado a causa de la discusión que tuvieron.
Diablos, toda esta situación lo ponía de mal humor. No quería que ella saliera a patrullar con la amenaza del híbrido al que no sabían como eliminar pesando sobre sus cabezas. Pero claro, la hembra era tan malditamente terca y el que no saliera a patrullar estaba fuera de discusión para ella. Había probado todas las maneras posibles de convencerla: enfadándose, prohibiéndole, hasta casi se lo había rogado tratando de hacerle entender su miedo a perderla, pero no había logrado nada, solamente que lo mirara altiva y el ácido comentario que le lanzó antes de marcharse contoneando las caderas: Cuando tú ni siquiera estabas en la mente de tus padres, yo ya asesinaba lessers y protegía a la raza, Wrath. No me subestimes.
Y ahora allí estaba él, esperándola en  el vestíbulo, como el maldito macho emparejado que era, temeroso de que le sucediera algo a su hembra, y salir con ella esa noche era la única forma que tenía de asegurarse de que nada le sucediera. Confiaba en las habilidades de Raysa, pero el temor a perderla era tan grande que su corazón dolía y no quería ni siquiera pensarlo.

Arriba en su habitación, Raysa guardaba sus dagas y el celular. Recorrió con la mirada la hermosa habitación mientras sonreía. Ya no era su habitación, debido a que últimamente pasaba más tiempo en la habitación de Wrath. Sólo iba allí a cambiarse de ropa o prepararse como ahora para salir a luchar.
Estaba vestida de negro como la noche, pantalones de cuero que se adherían a sus piernas y a su redondeado trasero, una camiseta ajustada sin mangas, botas estilo motorista y un sobretodo que escondía las dagas de la mirada de los extraños. Su largo cabello rubio estaba sujeto en una trenza que acariciaba su espalda.
Miró la hora y maldijo mientras recorría la casa con paso presuroso hasta llegar a lo alto de la escalera. Allí pudo verlo. Se detuvo para mirarlo y el amor que sintió por él la golpeó de lleno en el pecho.
Sintiendo su presencia, Wrath se volvió a mirarla y se acercó al final de la escalera para esperarla, mientras la observaba bajar con gracia felina.
—¿Lista, leelan? —Preguntó con voz ronca, mientras su entrepierna latía de deseos de tumbarla allí mismo y poseerla.
Ella sintió su deseo y la necesidad de tenerlo dentro suyo casi la hace olvidar todo, pero la imagen del híbrido lastimando a sus hermanas pasó por su mente. Cuadró los hombros y pasó al lado del macho mientras le decía:
—Más que lista. Nos vemos en el ZeroSum —agregó mientras desaparecía.
Wrath apareció a su lado en un parpadeo.
En silencio fueron caminando por las calles vacías donde sólo se escuchaban sirenas de vez en cuando.
Estaban recorriendo un parque cercano cuando ambos giraron con brusquedad ante el inequívoco aroma de talco para bebés.
En seguida, entre las sombras de los árboles, pudieron divisar a cuatro lessers acercándose a ellos.
Wrath pudo sentir como su cuerpo se tensaba preparándose para la lucha y giró un momento para contemplar a Raysa.
La hembra estaba en posición de lucha. Una mano se encontraba perdida en su espalda, tanteando ya sus dagas, mientras no despegaba la mirada de los lessers. La observó con admiración y en ese momento comprendió su necesidad de luchar.
Los lesser se dividieron, dos de ellos se desviaron hacia Wrath y dos hacia la hembra.
En ese mismo instante uno de los que se acercaban al macho cayó con un gemido mientras se tomaba la garganta, tratando de detener la hemorragia que había causado la estrella arrojadiza al cercenar la vena. Quedó tendido en el asfalto, debilitado por la pérdida de sangre, pero sin duda aún con vida.
Con uno fuera de combate, embistió con fuerza contra el otro, pateándolo con fuerza, haciendo que se doblara, pero no notó que el lesser sacaba un cuchillo y se reponía rápidamente buscando lastimarlo. Wrath saltó hacia atrás evitando apenas que el cuchillo cortara su estómago. Hizo una barrida con sus largas piernas tomando desprevenido al lesser que no pudo apartarse a tiempo, tampoco demoró en agazaparse contra el débil cuerpo y enterrar la daga con saña, justo en donde alguna vez estuvo el corazón, haciendo brotar la negra sangre, acabando con su vida. Se acercó al primer lesser que había atacado y terminó con su trabajo.
Luego giró rápidamente para ayudar a su hembra pero se detuvo abruptamente ante lo que vieron sus débiles ojos. Era como si estuviera contemplando una danza antigua, Raysa se movía con tal rapidez que con cada movimiento sorprendía con un golpe a los lessers antes que pudieran atacarla.
Raysa se sentía viva, la adrenalina que corría por su cuerpo era increíble. Golpeó en el estómago a uno de los lessers, haciéndolo caer de rodillas mientras giraba y descargaba una fuerte bofetada sobre el otro, haciéndolo retroceder. Con furia, vio como sacaba un arma de fuego y le apuntaba. Sin dudar un segundo sintió su poder recorrer su cuerpo. La tierra tembló unos segundos.
Lo último que pudo ver el lesser armado fue como cambiaban los ojos de la guerrera, oscureciéndose antes de que la raíz saliente de uno de los árboles cercano lo perforara justo en el lugar donde debería estar el corazón, dejándolo caer sin vida mientras el arma chocaba contra el suelo emitiendo un seco sonido.

Sin darle tiempo al lesser que había golpeado primero, descargó una patada en su barbilla haciéndolo caer hacia atrás varios metros y en un parpadeo desenfundó una de sus dagas hundiéndola en el blando, abriéndolo, antes de que estallara en una voluta de humo.
Se irguió lentamente mientras limpiaba su daga, la enfundó mientras giraba lentamente.
Wrath se acercó a la hembra con el corazón latiendo furiosamente. Había dejado de respirar por un momento cuando había visto que la apuntaban con un arma… Estuvo a punto de actuar cuando el movimiento en la tierra lo frenó y pudo ver como terminaba con la vida del lesser con la ayuda de su poder.
Diablos, ahora comprendía cómo las hembras salieron victoriosas en tantas batallas. Si el poder de Raysa lo sorprendió, aún sin utilizarlo demasiado, el poder de las cuatro guerreras combinado debía ser algo impresionante y sumamente peligroso.
Raysa lo miró a los ojos mientras Wrath cerraba distancias y se acercaba a ella con grandes zancadas.
Antes de que pudiera hacer algún movimiento o articular palabra, el macho la tomó entre sus enormes brazos aplastándola contra su cuerpo, haciéndola consciente de lo mucho que la deseaba, aún más luego de verla luchar contra sus enemigos.
Gimió mientras entrelazaba los brazos por el grueso cuello masculino, abrió la boca para dejar entrar la lengua del macho que se hundió en ella, explorándola con pasión y a conciencia, mientras ella lo tentaba succionándola, llenándolo de promesas de largas horas de sexo.
Wrath se sacudió cuando sintió la respuesta de su hembra. Mía, la palabra llenó su mente mientras se separaba brevemente de su boca para mirarla, se quitó las gafas y la observó nuevamente. Mientras acariciaba su boca le daba breves besos, la lamía y daba mordiscos suaves, tentativos.
—Te amo, leelan. Demonios, ¡como te amo! —Dijo antes de tomar nuevamente su boca, pero con un beso distinto, penetrándola lentamente, retirándose y avanzando con ese ritmo tan familiar para sus cuerpos.
Estuvieron unos largos minutos besándose, disfrutando de la cercanía y la pasión.
Con renuencia se apartaron. Con una camaradería recién descubierta, los guerreros limpiaron la zona, juntaron los frascos. Borrando toda evidencia de lucha, dieron un último vistazo y destellaron a la mansión.


Wrath se encontraba sentado en su oficina muy pensativo.
Habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo.Maldición, se dijo a sí mismo. No podía seguir dando largas al asunto, tenían una nueva amenaza muy grande frente a ellos, debía asumir su responsabilidad, ocupar el lugar que le correspondía por nacimiento, aunque eso significara dejar de luchar junto a sus hermanos.
No había vuelta atrás… la decisión estaba tomada.
Con un hondo suspiro se puso de pie y desapareció de la habitación.
Destelló en el otro lado, se volvió y la vio, parada junto a la fuente.
Se acercó lentamente, pero con paso firme y se arrodilló ante la figura femenina, inclinando la cabeza.
La dulce voz sonó clara:
—Guerrero, es todo un honor tu visita. Sé a que has venido, pero aún así quisiera escucharlo de tu boca —le dijo en tono majestuoso.
Wrath cuadró los hombros, inspirando con fuerza. Tenía la decisión tomada y aún así le costaba que las palabras salieran.
—Virgen Escriba… —aspiró hondo nuevamente—. He decidido que ante las circunstancias adversas por las que está atravesando la raza, necesitan un líder…. Yo… He decidido hacer honor de mi linaje y asumir como rey para guiarlos —las últimas palabras salieron con un gruñido.
La pequeña figura se acercó un poco más, echó atrás la capucha descubriendo su cabeza, antes de soltar una risilla que hizo que el cuerpo del macho se tensara.
—¿Este cambio en tu actitud, guerrero, es sólo por eso? Hace siglos que no me buscas, ni tú ni tus hermanos. Haz roto tu compromiso con la shellan que eligieron tus padres para ti, te vinculas con otra hembra que no es adecuada ¿y piensas que tomando esta actitud no voy a decir nada con respecto a todo lo que hiciste o hagas de aquí en más? Estás equivocándote, guerrero —soltó enfadada.
El macho irguió la cabeza de un tirón cuando la Virgen Escriba mencionó a su hembra. Había acudido al Otro Lado para informarla de la decisión, no para que juzgara sus actos y menos aún a la hembra que había elegido como compañera.
—Por favor no malentienda mi visita, Su Santidad —gruñó Wrath mientras escuchaba el grito ahogado de la Virgen Escriba—. Vine hasta aquí para darle lo que pensé que sería una noticia que le alegraría. Quería contarle de mi decisión porque me gustaría que trabajemos juntos. En cuanto a Raysa, es la hembra que elegí como mi shellan, no hay ninguna otra para mí —le contestó mirándola fijamente. Su tono de voz, no dejaba nada a discusión sobre sus sentimientos, pero tampoco faltaba el respeto a la Virgen Escriba.
Con sus débiles ojos pudo notar como se esforzaba tratando de calmarse ante la notable falta de respeto del macho.
—No voy a hacer alarde de mis poderes ni voy a castigarte por esta actitud, pero eso no significa que esté de acuerdo con lo que haz hecho. No te acostumbres a esta faceta mía, porque no la volverás a ver —le reprochó con tono suave pero a la vez firme—. Sin embargo, si esas elecciones y esos cambios te trajeron hasta aquí ahora y te llevan a hacerte cargo de tu pueblo después de tantos siglos, que así sea —le dijo mientras retrocedía dejando en el aire un aroma a lilas.
Wrath no se incorporaba aún cuando soltó la última noticia:
—Voy a tomar a Raysa como mi shellan, Su Santidad. Será mi reina, si ella me acepta.
La figura se detuvo en seco ante sus palabras y giró lentamente volviendo su atención a él.
El macho pudo sentir su enojo, su furia, pero no iba a desdecirse. Amaba a Raysa, amaba a esa terca guerrera, se había apropiado de su corazón antes de que pudiera darse cuenta de lo que estaba sucediendo. Si estaba allí en ese momento, aceptando sus responsabilidades, era por ella. Por el macho que quería ser para ella. Para vivir esta nueva etapa con ella a su lado para apoyarlo. No podía esperar para pedírselo como debía.
La Virgen Escriba soltó una irónica risita.
—Siempre y cuando acepte compartir la enorme responsabilidad que implica reinar a tu lado. ¿Estás totalmente seguro de que te ama bastante como para abandonar todo lo que conoce por emprender contigo este camino, guerrero? ¿Realmente, en lo profundo de tu corazón, crees que te ama lo suficiente? Yo que tú, se lo hubiera preguntado antes de presentarte ante mí en forma tan irrespetuosa. Pero ve, guerrero, habla con ella. Si te acepta, yo misma presidiré la ceremonia de unión —le respondió ahora seria y pensativa, antes de acercarse—. Levanta tu mano, quiero que ella lleve esto —dijo colocando en su mano un anillo de oro con un rubí engarzado del tamaño de una nuez.
El macho cerró su mano sobre la joya. El Rubí Saturnino. 
—Voy a tratar de ser un buen rey para nuestra raza, Analisse —le dijo suavemente—. Deseo que trabajemos juntos, que devolvamos a nuestra gente la esperanza. Me gustaría contar con tu ayuda —finalizó casi con un susurro.
La Virgen Escriba suspiró y la tensión la fue abandonando.
—Tienes mi ayuda, guerrero. Devolvamos la gloria a nuestra raza. Ahora márchate, hay mucho trabajo por hacer —le dijo mientras se dirigía nuevamente hacia la fuente dando por finalizada la charla.
Wrath se incorporó con agilidad y destelló hacia la mansión.


Raysa aporreaba con energía el saco, descargó una serie de patadas mientras se movía con facilidad alrededor, girando y descargando patadas y puñetazos.
Hacía rato que estaba en el gimnasio. Había pasado por la oficina de Wrath para pedirle que se uniera a ella en el entrenamiento, pero no lo había encontrado. Nadie sabía donde estaba. Se sentía ansiosa, no sabía por qué. Además, ¿qué decir sobre la felicidad que estaba experimentando, nada normal en su vida? pensó, mientras fruncía levemente el ceño.
Sintió ese particular hormigueo en el cuerpo y giró con una sonrisa para encontrar a Wrath que la estaba observando.
El macho observó la silueta de la hembra, vestida sólo con un top de color oscuro y unos shorts del mismo color que apenas le cubrían el redondeado trasero, dejando las largas piernas al descubierto.
Su deseo se disparó aún más cuando sintió su aroma a jazmines. No tuvo tiempo de acercarse, ya que ella lo hizo corriendo frenando a último momento frente a él, insegura.
Estiró los brazos y la rodeó, acercándola a su cuerpo.
—¿Qué sucede, leelan? ¿No me echaste de menos? —Le preguntó mientras mordisqueaba sus labios, instándola a abrirlos para él.
Gimiendo, la hembra entrelazó un brazo por su cuello, mientras con la mano libre le acariciaba los sedosos cabellos, apretando su cuerpo contra el del macho, sintiendo como su erección presionaba contra su estómago.
Con un gruñido tomó su trasero y la levantó mientras sentía como la hembra le rodeaba las caderas con las piernas, se encaminó hacia una de las camillas de ejercicios que había en el lugar.
—Te extrañé, Wrath —gimió entre beso y beso. Sentía como las manos del macho recorrían su cuerpo, deteniéndose en sus pechos, masajeándolos.
 Wrath estaba totalmente fuera de control. Se quitó la chaqueta y al tirarla al suelo, el anillo que se encontraba en el bolsillo salió rodando, recordándole el motivo por el que estaba allí. ¡Demonios! Había ido con el propósito de hacer las cosas bien con la hembra y no pudo contener su deseo. Esta vez haría las cosas como debía.
Con un gemido, se apartó de Raysa, sorprendiéndola.
—¿Sucede algo malo, Wrath? —Le preguntó al sentir que se apartaba de ella.
Acarició su rostro mientras le sonreía de forma tranquilizadora. Se inclinó y tomó el anillo.
—Hay algo de lo que tenemos que hablar, Raysa. No te preocupes, no sucedió nada malo, te busqué porque hay algo que quiero pedirte… o más bien, preguntarte —le dijo con voz profunda.
Raysa se incorporó mientras lo miraba extrañada, ya que no lo había visto así nunca.
—Vine aquí a buscarte con una sola intención —le dijo mientras entrelazaba su mano libre con la de ella y la miraba fijamente, deseando con todo su ser poder verla con claridad—. Raysa, quería pedirte que fueras mi shellan —le dijo con un susurro.
Raysa boqueó por la sorpresa que le causaron las palabras del macho. Sintió un calor en el pecho y las lágrimas se agolparon en sus ojos, al mismo tiempo que una sonrisa amorosa se dibujaba en sus labios. Iba a contestarle cuando se dio cuenta que no había terminado de hablar.
—Hay más, leelan, hay más cosas que debes saber antes de darme una respuesta —le dijo mientras la preocupación surcaba su rostro—. Si me aceptas como tu hellren, hay obligaciones que vendrán junto con eso, obligaciones que cambiarían nuestras vidas para siempre. Debes saber que acepté liderar nuestra raza. No voy a pelear más junto a la Hermandad, ya mi deber será otro. Desde hoy y hasta el fin de mis días haré honor a mi herencia y seré el rey que debí ser desde hace tiempo —escuchó como contenía el aliento ante su noticia y se forzó a continuar con una calma que estaba lejos de sentir—. Y si tú aceptas, si aceptas acompañarme y compartir tu vida conmigo, estarás aceptando éstas condiciones, Raysa. Al ser el pilar de la raza deberemos desempeñar otras actividades y ser más cuidadosos con nuestra seguridad, mantenernos a salvo y eso implica que ya no podrás salir a pelear, leelan. Tendremos otras peleas, pero ya no más como las de ahora —le dijo mientras sentía que el aire desaparecía de su cuerpo, dejándolo exhausto. Nunca se había sentido tan expuesto o vulnerable como ahora, de pie frente a la hembra que amaba.
Raysa trataba de asimilar todo lo que había dicho Wrath. Le había pedido que fuera su shellan, pero las cosas no serían como antes. Su cuerpo se tensó al recordar su última frase, la que había frenado su rápida respuesta: Ya no podrás salir a pelear, leelan. Tendremos otras peleas, pero ya no más como las de ahora. Sacudió la cabeza tratando de aclarar su mente. Levantó la mirada y vio su cabeza baja. Incluso en esa postura, su porte era orgulloso. Su guerrero. No, no más su guerrero… Su Rey. Su corazón se detuvo mientras caía realmente en cuenta de toda la situación.
No podía hacerlo, pensó con pánico, no podía decirle que sí. Amaba a ese macho con toda su alma, pero… dejar de luchar… Era todo lo que sabía hacer, era todo lo que conocía, era en lo que realmente se destacaba. Dejarlo… y para siempre…
Inspiró nuevamente, tratando de hablar. Miró a Wrath nuevamente mientras sentía las lágrimas correr por sus mejillas, la garganta se le cerró ante el dolor que estaba experimentando. Cuando sintió que el macho levantaba la cabeza y clavaba la mirada en ella, su cuerpo se tensó aún más.
Wrath sintió el cuerpo de la hembra tan tieso que supo que la respuesta no era la que esperaba. Deseó no haberse apresurado, por un instante quiso volver el tiempo atrás y borrar todas las decisiones tomadas, anheló ser sólo el guerrero que ella conocía, el que no tomaba en cuenta su linaje ni sus obligaciones, al que solo le interesaba la lucha. Pero era en vano, se había convertido en otro debido a su amor y ver que ella no se sentía de la misma forma, que su amor no era tan profundo como el suyo, rompió su corazón en mil pedazos.
Se aclaró la garganta, sonrió tristemente y con voz ronca por la emoción murmuró mientras acariciaba sus labios suavemente con los dedos:
—Debí esperar algo así. la Virgen Escriba me lo anticipó y no quise tenerlo en cuenta. No debí asumir que todo saldría como quería, que tomarías las mismas decisiones que yo y aceptarías todo sin decir palabra. En parte, el hecho que discutas conmigo y que no aceptes todo lo que ordeno es una de las cosas que hizo que te amara como lo hago. Es tan irónica la situación — dijo mientras se iba alejando, con los hombros hundidos, arrastrando los pies como si el peso del mundo descansara sobre sus hombros.
Raysa gimió de dolor ante sus palabras y mientras lo veía marcharse ahogó un sollozo.
—Wrath, espera, por favor —dijo mientras corría y lo tomaba del brazo. Su corazón se negaba a dejarlo ir sin explicarle todo lo que sentía—. No entiendes, yo…
—No te preocupes, Raysa, esto pasará. No debí apresurarme.
La hembra tomó su rostro entre las manos y lo obligó a mirarla.
—No entiendes, Wrath. Necesito pensar. Por favor, no creas que no te amo. Todo esto me tomó por sorpresa, jamás imaginé que al despertar y venir aquí me sucederían tantas cosas, ni siquiera en sueños creí que alguien podría amarme como tú lo haces. Necesito poner en orden mi cabeza, todo es tan confuso… Lo único que tengo claro es que te amo, pero no puedo abandonar a mis hermanas, no puedo abandonar la lucha. Es todo lo que conozco, es lo que soy. Y sin embargo, la sola idea de renunciar a uno u otro hace añicos mi corazón.
Wrath gruñó con fiereza, sobresaltándola, mientras tomaba su rostro con sus enormes manos:
—No eres solo eso, Raysa. Eres una hembra íntegra, una hembra de valía, dulce y fuerte a la vez, terca, sincera, amorosa, tierna y podría seguir enumerando tus cualidades por un buen tiempo. Podría decirte cada detalle que hizo que te amara como lo hago, pero necesitas descubrir eso por ti misma. No voy a presionarte. Sabes lo que siento, sabes que quiero compartir mi vida contigo. Hice mi elección y ahora debes pensar que quieres para tu vida. Yo  te estaré esperando —le dijo antes de besarla posesivamente en los labios.
Raysa apoyó su frente contra la del macho unos segundos antes de que él se marchara con paso enérgico.
—Dame tiempo, Wrath —gimió antes de caer de rodillas mientras los suaves sollozos sacudían su cuerpo. Sentía su corazón totalmente dividido. Quería correr para alcanzar al macho y por otro lado no quería abandonar la vida que siempre conoció, dejar de ser la guerrera que siempre fue. Sacudió la cabeza nuevamente mientras pedía con desesperación a la habitación vacía—.  Por favor, dame tiempo, no quiero elegir —finalizó sabiendo que era imposible. Había llegado el momento de optar por una vida al lado del macho que amaba u otra vida llena de batallas al lado de sus hermanas…
CAPÍTULO 22



Sabía que estaba desobedeciendo a Wrath, pero esto lo tenía que hacer solo.
No quería poner en riesgo las vidas de sus compañeros, sobretodo la de Kytara, ya que si algo le pasaba... iban a perder al Poli, como había pasado con Thor.
Desde hacia unos días que no le perdía el paso a un grupo de cuatro lessers que trabajaban en conjunto en un edifico de oficinas abandonadas a unas cuadras de la autopista.
Se encontraba agazapado a un costado de un Chevi del ‘69 abandonado, totalmente destrozado por las pandillas de las zonas.
De la nada, apareció una camioneta 4x4 negra, que estacionó frente al edificio, de ella salieron los lessers e ingresaron en él.
Entonces llegó la hora de actuar. Mirando a los costados y viendo que no había ningún humano a la vista, se materializó frente la puerta del edificio, se fue adentrando en total silencio y recorriendo pasillos hasta que dio con unas voces.
Al final, había resultado ser un centro de información. Tres de los lessers se encontraban en frente de unas máquinas y el cuarto pasaba información por el teléfono móvil, que estaba leyendo de unos informes.
—Sí, señor K, los informes revelaron que la sangre administrada lo está alimentando perfectamente. Déjeme ver mejor… —pasó algunas hojas hasta dar con lo que quería—. Sí, la que mejor tolera es la de aquellos que han pasado por la transición. Parece que tiene un compuesto de total vitalidad. No, no quedan con vida ya que son drenados por él.
—¡Malditos desgraciados! —Vishous intentaba controlarse, quería lanzarse al ataque y exterminarlos en ese momento… pero todavía no.
Y de la nada se escucho una explosión, seguida de una picazón en la espalda.
—¡Uno de ellos está aquí!—Gritó un lesser detrás de él.
Y se desató el infierno.
Ruido de detonaciones se comenzaron a oír desde distintas direcciones. Si éste iba a ser su final, no lo encontraría escondido como una rata. Con un rugido de guerra, los enfrentó en una pelea cuerpo a cuerpo.
Para cuando terminó, sabía que estaba mal y que no faltaba mucho para que llegaran más enemigos. Tomó su celular y marcó el número de la última persona que quería molestar.
—Poli… estoy en problemas.


Dos horas hacían que estaban en la clínica de Havers,  esperando saber cómo se encontraba Vishous.
Fue trasladado de urgencia luego de una pelea con unos lessers, que lo descubrieron cuando se encontraba tratando de averiguar el paradero del híbrido.
Butch se paseaba por el pasillo frente a la habitación.
Kytara entendía su preocupación.
En este corto tiempo que los conocía, se había admirado de la relación entre Butch y Vishous, eran muy buenos compañeros, unos grandes camaradas.
No se asombró cuando Butch le contó que una vez V lo engañó dándole de tomar  una copa con su sangre y gracias a esto lo pudieron encontrar luego de  ser tomado como prisionero por lessers bajo la orden del Omega.
Estuvo apunto de perder la vida, pero el Omega tenía otros planes para él.
Durante el cautiverio, éste había experimentado con Butch, suplicio del cual salió con vida.
Cuando lo descubrieron, estaba muy mal herido y fue llevado de urgencia al sanatorio y puesto en cuarentena. Sobrevivió a este percance, pero más tarde descubrieron que el Omega había puesto un trozo de su cuerpo dentro de Butch.
Haciendo una especie de conexión que a la vez le trajo como consecuencia que cada vez que pelearan y exterminaran a uno de ellos, los absorbiera como si  fuera una aspiradora y de ese modo, no volvieran a su creador al ser eliminados.
Cumpliendo de este modo la profecía escrita en  los libros sagrados, donde decía que un enviado vendría trayendo la llave para destruir al Omega. El Destructor.
Aunque en este momento el enviado estaba por traspasar la puerta, muerto de preocupación.
—Butch…  —se tuvo que levantar del asiento—. Nullum, irrumpiendo en la habitación como un loco no vas a ayudar a V —se acercó abrazándolo por detrás.
—Lo sé, pero le dije que no fuera solo, ¿y él qué hizo? —Se sentía muy reconfortado por tener a Kytara a su lado, ella lo calmaba.
—Irse solo sin decirle nada a nadie, sobre todo sin avisarte, ¿no? —Butch giró para abrazarla mejor—. Te entiendo, pero recuerda que a V le gusta trabajar solo. Lo sé, a ti no te gusta, pero él creyó que hacía lo mejor.
—¡Joder! Lo sé, lo sé, pero te juro que si el bastardo llega a morirse… lo mato —soltó un gruñido—.  ¿Qué demonios hacen que no dicen nada? ¡Esto me exaspera! ¡Maldición!
 —Nullum, tranquilo, no grites porq… —sus palabras fueron cortadas cuando se abrió la puerta de la habitación, de donde salieron un médico con tres enfermeras. Una de ellas llevaba toda clase de instrumentos ensangrentados. Otra guiaba un carrito con gasa y tubos de suero.
Havers se acercó a ellos quitándose el estetoscopio del cuello y llevándolo al bolsillo del delantal.
—Bueno, el paciente presenta cuatro orificios de bala en su espalda que le produjeron una importante pérdida de sangre. Gracias a que ustedes lo trasladaron rápidamente, no hubo nada que lamentar. Las balas pudieron ser sustraídas —se llevó una mano a las gafas y se las quitó para limpiarlas, su rostro reflejaba cansancio—. Tuvimos que sedarlo para que se recuperara. Llamaré a Wrath para decirle que se quedará internado por unos días para chequear su mejoría.
—De acuerdo, no se preocupe, esta noche me quedaré para que cumpla las ordenes —conociéndolo a V, eso iba a ser lo ultimo que haría—. Gracias, Havers —cuando quiso darle la mano, el doctor lo miró con cara de pocos amigos. Lo mismo había pasado la vez que revisó a Kytara luego del ataque.
— Cualquier cosa, busque a la enfermera. Con permiso —y pasó a su lado, mirándola a Kytara y al hacerlo, su mirada se suavizó. La guerrera era tan hermosa como habían dicho. Se quedo viéndola, era la primera vez que le pasaba desde que había muerto su compañera. Carraspeó para disimular, e inclinó la cabeza a modo de saludo—. Señorita.
—Doctor —se hizo a un lado para que pasara. Se giró hacia su nullum—. Que dulce, ¿no? —Y soltó una risita, al descubrir que Butch, no opinaba lo mismo—. Bueno, me dijo señorita.
—Sip, un ejemplo de buen comportamiento y modales —no le gustó nada la forma en que miró a su guerrera. Y encima a ella le causaba gracia—. Un buen ejemplo, ¿no?
—Sí, podría decirse que sí —tenia ganas de soltar una carcajada que a duras penas se estaba reprimiendo. Si sus hermanas pudieran ver la cara del guerrero, ya estarían en el piso destornillándose de la risa—. Pero por suerte esa clase de personas me agradó demasiado. Son demasiado… copetudos.
La tomó de la cintura acercándola nuevamente hacia él.
—Que suerte la mía —Inclinó la cabeza para darle un beso.
Kytara le devolvió en beso, envolviéndole el cuello con los brazos. Luego de unos minutos le dijo:
—En verdad, sí la tienes  —le dio un breve beso—. Voy por café.
Se marchó hacia la cafetería. No le pasó desapercibida una mujer que venía caminando por el pasillo y que, al verlos, se giró y volvió sobre sus pasos.
Cuando llegó al mostrador, pidió los cafés con unas rosquillas. Cuando les fueron entregados, volvió al pasillo cónde estaba la habitación de V. Iba muy tranquila, pero antes de doblar en la esquina escuchó unas voces y se detuvo al comprender que pertenecían a Butch y a otra persona que no conocía.
—No sé qué quieres, Marissa, pero entendí muy bien el mensaje cuando te fuiste —su voz sonaba enfadada, pero a la vez era como si tratara de hacer entender a una criatura su mala acción.
—Lo sé, Butch, y no te imaginas como lo lamento. Cada segundo que pasé alejada de ti me hizo comprender que te amaba y que no me importa lo que piense mi hermano —la voz de la mujer estaba cargada de lágrimas de un llanto nada reprimido.
Al escuchar esta declaración, Kytara quiso arrancarle la cabeza del cuello a la mujer. ¿Quién se creía que era para hablarle de esa manera a Butch? Su Butch. Pero antes de hacer nada, quería saber más acerca de ella.
—¿Amor, Marissa? ¿Tú qué sabes del amor? No me hagas reír —estaba realmente enfadado—. De veras, no sé para qué volviste. Y para que te quede claro, no me interesa.
—Lo sé, te vi... —la voz de la mujer reflejaba un profundo lamento—. Es una de las guerreras, ¿no?
—¿Qué sabes de ellas?
—Todos sabes que las despertaron de un largo sueño, aunque nunca se había oído hablar de ellas. Dicen que son una leyenda, que son las primeras guerreras de la raza y que fueron sumidas en un sueño cuando por fin una camada de machos nació para protegernos en los primeros tiempos. Que son grandiosas. ¿Es verdad?
—Sí, es verdad. Son únicas. Valientes, decididas y no dudan ni un segundo cuando tienen que dar la vida por la Hermandad —Su voz estaba cargada de orgullo. Lo que provocó una sonrisa en Kytara.
—Todo lo que no fui... Ella... ¿Es igual? —Se notaba que lo que preguntaba la mujer no era por malicia o resentimiento al haber perdido a su hombre por otra contrincante que supo jugar mejor sus cartas.
—No tengo por qué hablar de Kytara contigo. Y ahora, si me disculpas, tengo que cuidar de Vishous.
—Butch, por favor, necesito saberlo.
—No, Marissa. No lo necesitas.
—Sí, necesito saberlo. Quiero saber…
Se escuchó un suspiro de Butch, lo estaba meditando.
—Ella... es mi otra mitad. La amo —en su voz se notaba la seguridad que una persona siente cuando sabe que sus sentimientos son compartidos.
—Era lo que necesitaba saber. Sólo… espero que te cuide como yo no supe hacerlo. Adiós, Butch.
—Adiós, Marissa —se escuchó que una puerta se abría y se cerraba.
Unos tacos anunciaban que la hembra se estaba acercando. Cuando dobló, se encontró con Kytara.
Se miraron, analizándose la una a la otra. En otros tiempos podrían haber sido rivales, pero por la decisión de una, nunca llegaron a hacerlo.
La mujer era rubia, delicada, elegante, aristocrática. No podía negarse que era hermosa, fácilmente se la podía imaginar al lado de Butch. Es más, podía entender por qué se había fijado en ella.
Marissa miraba a la guerrera. Era media cabeza más baja que ella. Do pudo dejar de admirar el color antinatural de sus ojos, eran de un azul profundo, tirando a violetas. El contraste que formaban con su piel tan blanca era maravilloso. De ella emanaba un aire de seguridad que electrizaba el ambiente. En su rostro no se podía leer nada y no podía asegurar que hubiera oído la conversación con Butch.
—Disculpe, no la vi —toda ella la ponía nerviosa.
—Está bien, estaba en medio del paso —era increíble que estuviera hablando como si nada con esta hembra, cuando hacía unos segundos la quería lejos de Butch. Y si era posible, con un mar de por medio. Es más, gustosa la habría acompañado hasta el aeropuerto más cercano.
Marissa se hizo a un lado para que siguiera su camino. Ambas entendieron la señal: le dejaba el camino libre y no se iba a meter en medio de ellos.
Aunque no era necesario, ya que con gran placer le haría ver su posición a la civil, pero antes tenía que saber más de esta relación que habían compartido.
Como Kytara no avanzó, Marissa le tocó brevemente el brazo.
—No sé si escuchaste, pero quiero que sepas que no me voy a meter entre ustedes. Él es especial.
—Lo sé y por eso lo amo. Pero aclárame un punto. Si es especial, ¿por qué no lo quieres recuperar? —Kytara la miró a los ojos para que supiera que era sincera y que no se andaba con medias tintas—. Que te quede claro, por lo mío lucho a muerte y no voy a permitir que nada ni nadie lo separe de mí. No lo digo para que me temas, es sólo mi postura.
Marissa retiró la mano.
—Lo sé y les deseo lo mejor. Sé que no me ama y al verlos juntos… —la voz de Marissa se distorsionó, conteniendo un sollozo—. Quiero que sepas que me alegra que sea feliz. Te sonará raro, pero él se lo merece. Fui una tonta y no luché por lo que tuvimos, me dejé dominar por el temor y lo perdí. Ya no seré parte de su vida, pero me conformo con saber que es feliz —sus ojos estaban brillaban por las lágrimas contenidas—. Adiós, y que la felicidad siempre los acompañe.
Kytara supo que Marissa era sincera, se notaba que era un ser noble sin maldad, que por miedo perdió a su amado. Si sólo hubiera sido valiente, tal vez ahora estaría con Butch… Pero, ¿qué estaba diciendo? ¡Gracias al cielo que había sido una cobarde! Si no, ahora la que no estaría con Butch seria ella. ¡Cielo Santo! ¿Qué le estaba pasando?
Desde hacía días que estaba distinta, hasta su cuerpo estaba cambiando. Sabía que era por el entrenamiento intensivo que tenía con sus hermanas.
Sacando el pensamiento de su cabeza, emprendió la marcha hacia el cuarto de V. Cuando abrió la puerta, encontró a Butch en los pies de  la cama mirando a su amigo, que estaba dormido debido a los sedantes.
Cuando Butch sintió a Kytara se dio la vuelta. Debió advertir algo en su  rostro ya que enarcó una ceja, un hábito que había tomado de ella.
—¿Pasó algo? —Vio que dejaba los cafés con las rosquillas en una mesa y se acercó a él.
—Nada importante —se quedó mirándolo, y sonriendo le dijo—: ¿Te dije que te amo?
—Mmm... Creo que hoy no —trató de leer sus ojos—. ¿Por?
—Por nada —apoyó las manos en el pecho del guerrero y poniéndose en puntas de pie, le dio un beso—. Te amo, Nullum.
Sí, algo había pasado. Lo sintió en Kytara. Era muy mala tratando de engañarlo, ya que era ir contra ella misma. Una vez se lo había confesado luego de una fogosa tarde que pasaron cumpliendo cada uno la fantasía del otro.
Sintió que su cuerpo cobraba vida. Quería volver a repetir la experiencia. Se obligó a controlarse y recordando la visita de Marissa, sintió la necesidad de contarle esa parte de su pasado para que no hubiera secretos entre ambos.
—Ky, tengo algo que decirte…
—Luego, Butch. Tenemos que cuidar a V.
Y ambos se acomodaron en un sillón que había en la habitación.

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