viernes, 12 de abril de 2013

Despliega tus alas. Parte 6. Reinicio.





Parte 6.

Reinicio.


El ángel observaba cómo Divia volvía poco a poco del mundo de los sueños al mundo de la consciencia. Llevaba varias horas observándola, sentado en el sillón de su habitación. No había podido dejar de darle vueltas a lo sucedido durante la noche y a cómo había terminado todo.

Se estaba sintiendo culpable por haber hecho que Divia perdiera de aquella manera el control de sí misma. Divia era una hembra llena de luz, de vida, de pasión por la vida... como bien había demostrado en su vuelta a la mansión. Incluso sin voz y ebria, Divia había sido toda una oponente, no había dejado de retorcerse hasta llegar al coche, mirarle con más que odio y soltar mil una obscenidades de forma muda.

No solo había estado enfadada, Divia había estado además muy excitada, el olor de sus feromonas femeninas le llegó incluso a él. Y le afectó de una manera que hacía tiempo que no hacía. Él cerró los ojos. Eso no podía ser. Él había tomado a Divia como su protegida, como su amiga, como alguien a quien guiar en su camino... y él no podía ser parte de ese camino. Aunque ella creyera lo contrario. Había leído perfectamente en Divia la atracción que estaba sintiendo hacia él, y no era algo raro. Era un efecto habitual en las hembras, pero en Divia eso estaba equivocado. A él, ella le importaba demasiado para su gusto y que saliera herida de algo que era, sencillamente imposible, le afectaba.

sábado, 6 de abril de 2013

Despliega tus alas.Parte 5. Sin control.






Divia no iba a esperar un milagro que no vendría. Siempre había sido una hembra realista, y aunque ahora tuviera delante de ella a dos ángeles, no creía en los milagros. Así que decidió tirarse a la espalda toda preocupación que pudiera tener y ser constructiva.

Los hechos eran que  esos dos engendros de lo que fuera, la habían puesto a mil, y que no iba a poder descargar ningún tipo de energía sexual con ellos así que, si quería aprovechar la noche, tenía que mirar hacia otro lado y desplegar sus armas de mujer.

Se quitó la cazadora y agradeció el que esa noche hubiera tenido  un poco más de hormonas que de sesera antes de encontrarse con  Alitas, porque se le había ocurrido ponerse ese maravilloso corsé que le regaló hacía unos meses una de sus mejores amigas en Inglaterra,  y que llevaba debajo de la camiseta de tirantes holgada de otro de sus grupos favoritos, Devin Townsend. ¡Qué ilusa había sido al ponerse la prenda de encaje y vinilo,  pensando que quizá el ángel  se le ocurría mirarla más como hembra que como Divia.!

miércoles, 3 de abril de 2013

"Amar en tiempos de crisis". Capítulo 3.



Capítulo 3.

- ¡No creo que entienda lo que le digo, señoría! ¡Mi cliente es inocente! Las cámaras de seguridad le grabaron en todo momento. Además, no tienen pruebas fiables para acusarle de asesinato. En todo caso de robo y fue por una manzana que devolvió - mi sangre hervía -. El cuchillo estaba en la celda. Y mi cliente tiene un compañero, uno que sigue estan...
- Protesto señoróa - la voz de Michael resonó por la sala -. No puede hacer acusaciones si no tiene pruebas.
- Vosotros no tenéis pruebas -cuando me di cuenta que lo había dicho en voz alta, enrojecí y me senté. - No tengo más preguntas.



Durante el resto de la sesión, me sentí indignada. Discort apoyó su jodido trasero en la mesa mientras movía las manos haciendo preguntas. Yo intentaba protestar, pero no surgía efecto. Me sentía hecha mierda, como si la jueza me asfixiara con sus miradas de asco hacia mi persona. Todos eran iguales. Incluido ÉL.
Un café, pensé al salir de la sala. Sí, un café me vendría bien. Y cambiarme. No soportaba más la falda negra. Cogí mi maletin y la bolsa y fui al Starbucks que había enfrente. Sí, aún existía. Aunque era mucho más lujoso y solo lo podían utilizar los abogados, jueces y notarios enseñando la identificación. Me senté lejos de la ventana y fui a los servicios. A los diez minutos, iba con unos cómodos pantalones negros, la camisa blanca y la chaqueta negra. Los tacones me los había dejado puestos.


Un hombre que no reconocí se acercó a mí. Era bastante alto, rubio con ojos azules verdosos, vestido de traje con corbata roja y sonrisa deslumbradora.