jueves, 26 de noviembre de 2015

Las protectoras de la noche. Capítulo 12.



Viene de Capítulo 11

CAPÍTULO 12

Zsadist se encontraba en el vestíbulo de la mansión esperando a que el sol se pusiera, para lo que faltaban solo cinco minutos.
Allí se encontraba también el resto de la Hermandad y tres guerreras, las dos rubias y la morena alta. No había ni rastros de la pequeña hembra.
En parte, se alegraba de que no estuviera allí. Era extraña. Cuando cualquier mujer habría dado todo lo que tenía para alejarse de él, ella lo perseguía allí donde estuviera. Tal vez solo fuera obstinación, después de todo, se suponía que era el encargado de entrenarla y había pasado por alto ese deber olímpicamente. Pero por la Sagrada Virgen que ella se había encargado, a su manera, de hacérselo cumplir.
Pero claro, si era obstinada, él podía serlo mucho más. Había quedado demostrado en ese último entrenamiento. Había olido su furia y su frustración, ese olor se había hecho cada vez más denso hasta que por fin explotó y le había lanzado una patada.

Dios, había necesitado de todo su escaso autocontrol para no dañarla con su daga. La había desenfundado dispuesto a clavarla en lo más profundo de su corazón, pera al darse la vuelta y comenzar a caer, había fijado la vista en sus ojos grises y había desviado la trayectoria del arma.
Era una hembra muy extraña. No había sentido miedo. En ningún momento, desde la primera vez que la vio, no había sentido el miedo proviniendo de ella. No le temía, e incluso lo enfrentaba.
Ella era… sí, reiterativamente extraña.
Saliendo un poco de sus cavilaciones, Zsadist se dio cuenta de que la conversación a su alrededor había cesado de pronto. Al levantar la cabeza, supo el por qué.
Nessa estaba allí, parada en lo alto la escalera que bajaba hacia el vestíbulo, con un pantalón negro que se le ajustaba a las piernas, una blusa sin mangas de un rojo apagado y una chaqueta de cuero negro que le llegaba un poco más por debajo de las caderas. Tenía el largo cabello negro rizado recogido en un rodete en la parte de atrás de su cabeza, pero algunos rizos habían escapado de la fuerte sujeción.
Miró alrededor con las mejillas algo arreboladas debido a la atención que estaba llamando y dijo.
—Oh, no me digan, ¿acaso olvidé ponerme los pantalones?
Todos en el vestíbulo estallaron en carcajadas ante su comentario, incluso Wrath, que lanzó una pequeña risita.
Ella descendió rápidamente y saltó los tres últimos escalones, aterrizando sobre la alfombra suavemente.
—Bueno, supongo que te resultaría tremendamente útil con los lesser —dijo Vishous—, serán impotentes, pero no ciegos.
—Seguramente, pero cuando emplee ese método, me aseguraré de no pelear a tu lado. Ya sabes, no me gustaría que te lastimaran por mi culpa —dijo guiñándole un ojo.
—No pecas de vanidad, ¿no es cierto? —Le replicó el vampiro con ironía.
—Oye, fuiste tú quien en primer lugar elogió mis piernas —le respondió con un inocente encogimiento de hombros.
Todos allí volvieron a reír por el pequeño intercambio entre la guerrera y su hermano.
Aquel era otro aspecto que lo intrigaba. Se notaba que no le gustaba llamar la atención o que cualquiera, a excepción de sus hermanas, se le acercara. Aprovechaba su tamaño para pasar desapercibida, encogiéndose más incluso. Pero cuando a pesar de todo se convertía en el centro de atención, sabía salir del paso con agudos comentarios.
Todavía podía verla en el gimnasio, realizando los mismos movimientos que él hacía, como si de una coreografía se tratara. No le había molestado lo que hacía. Incluso, tal vez, lo divertiría, si supiera lo que era eso. Sería una buena compañera de lucha, pensó… si quisiera tener una, y seguro como la mierda de que no lo quería. Estaba mejor solo, alejado de todos. Tal vez cuando lo viera luchar esa noche, si es que se empeñaba en seguirlo, vería quien era en realidad y por fin sentiría miedo y se alejara. Sería una buena terapia para ella.
Sintiendo que el astro rey ya se había despedido por ese día, salió de la mansión y se dirigió a su Porsche. Esperaría dos segundos, si ella no llegaba, se desmaterializaría hacia el centro, solo. Pero no estaba a mitad de camino hacia su auto cuando escuchó unos suaves pasos corriendo hacia él.
Abrió la puerta del auto y estaba subiéndose cuando ella le habló.
—Puedes decirme donde debo materializarme, no hace falta que me lleves en el coche.
Tenía razón. No había ninguna razón para llevarla en coche hasta el centro. Pero lo cierto es que no se había dado cuenta de eso hasta que se lo dijo.
Obviándola, se subió al coche y lo arrancó. Por la comisura del ojo, la vio poner los ojos en blanco y suspirar. Luego se dirigió al coche.
Una vez abrochados los cinturones, Zsadist se dirigió hacia el centro. Ninguno de los dos habló en ningún momento, pero no era un silencio tenso. Simplemente… era silencio.
Nessa tenía apoyado un codo sobre la puerta y la cara sobre la mano, el viento que entraba por la ventanilla abierta tiraba hacia atrás los pequeños rizos sueltos alrededor de su rostro. Sus ojos expresaban aburrimiento.
Cuando se aproximaban al centro de Caldwell, el ceño de ella se fue pronunciando. Era obvio que no le gustaba lo que veía. Bien, allá ella y su sensibilidad. Si no podía soportar los callejones en que la lucha se desarrollaba normalmente, pues lo lamentaba. No pensaba ayudarla, de hecho, ni siquiera creía que fuera a estar cerca de la hembra. En primer lugar, necesitaba alimentarse de nuevo. La sangre humana era un alimento muy pobre y ya estaba casi al límite. Así que estacionó frente al ZeroSum y bajó.
—Iré al club en primer lugar, luego saldré —le informó.
—De acuerdo ¬—le respondió ella mientras cerraba la puerta de un golpe.
Cruzó la acera y al llegar a la altura del guardia que cuidaba la puerta, se dio cuenta de que ella estaba detrás de él.
—¿Qué haces? —Le preguntó filosamente, sin voltearse.
—¿Te acompaño? —Le dijo con burla.
—No te pedí que me acompañaras.
—No, dijiste que hiciera lo que se me diera la gana. Y ahora se me antoja acompañarte. Y antes de que objetes algo, también señalaste que no te importaba lo que hiciera, así que puedes seguir con lo tuyo tranquilamente.
Zsadist hizo un esfuerzo por no voltearse, cargarla sobre un hombro y encerrarla en el coche. La idea era tentadora, pero implicaba tocarla y ese definitivamente no era su camino.
—También recuerdo perfectamente que te dije que no me importunaras, y eso es precisamente lo que estás haciendo.
La pequeña hembra apretó sus labios, colocó las manos detrás de la espalda y retrocedió dos pasos.
—¿Así está bien? —Le dijo en un suave susurro.
Suspirando hondo, entró en el club. La gente se iba apartando a su paso y luego volvía a juntarse cuando él se alejaba, lo que le venía muy bien. De repente, sintió la presencia de la hembra justo detrás suyo. Había vuelto a acercarse. La ignoró hasta que ingresaron a la sección VIP.
Cuando se dio la vuelta para increparla, vio que se corría para evitar apenas que un hombre la rozara, y luego repitió el movimiento para esquivar a una de las prostitutas del lugar. Viendo esto, se tragó sus palabras. Evidentemente, a ella tampoco le gustaba el contacto.
Un macho humano se acercó a Nessa, con la lujuria brillando en sus ojos. Zsadist lo miró fijamente. Era un macho elegante, sin duda. Se preguntó si a ella, como a algunos de sus hermanos, le gustaría tener sexo ocasionalmente.
Cuando el tipo estuvo muy cerca, ella le dio la espalda, en un claro desplante. Sin darse por vencido, la rodeó y levantó tres dedos. Mierda santa, le estaba ofreciendo dinero.
Zsadist no sabía por qué, pero eso le molestó muchísimo. El estúpido humano estaba insultándola. Estaba por precipitarse hacia él, cuando una ola fría y un olor picante lo detuvo. Observó fijamente a Nessa. La mirada que le lanzó al humano fue realmente estremecedora. Por suerte, el tipo parecía tener el suficiente cerebro como para darse cuenta de que nada tenía que hacer allí y se largó. Nessa lo siguió con la mirada con una expresión neutra y una postura relajada, pero sus manos, apretadas en sendos puños temblaban casi imperceptiblemente.
Z se dirigió hacia donde se encontraba aún quieta, y mientras se acercaba se dio cuenta de que el frío que ella exhalaba era su furia y ese olor picante… era miedo. Aquello le extrañó. No se había amedrentado en su presencia, pero un simple humano lograba turbarla.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca como para que la oyera, ella le dijo.
—Esperaré afuera. Este lugar no me agrada.
Y salió por donde habían entrado.
Cuando se hubo perdido entre la multitud, Zsadist se dirigió hacia la mesa que habitualmente ocupaba la Hermandad. Ahora mismo estaba vacía, puesto que todos debían de estar patrullando en estos momentos, tal vez más tarde, algunos de sus hermanos fuera allí.
Se sentó y esperó. Las prostitutas fueron desfilando por allí, pero ignoró a todas. Demasiado vestidas, demasiado perfumadas, demasiado cabello, demasiado drogadas. Hasta que una rubia alta se acercó. Llevaba el cabello recogido y no sonreía estúpidamente. Llevaba el cuello completamente descubierto y el perfume que usaba no saturaba sus sentidos. Era perfecta.
Le hizo una seña y ella se acercó. Le marcó con los dedos la cantidad ofrecida, tal como el humano había hecho con la pequeña guerrera. Reprimiendo de nuevo su furia, se levantó.
—Vamos afuera —le dijo a la mujer, después de entregarle el dinero.
La humana no retrocedió cuando lo vio. Tal vez su cara no había quedado del todo iluminada, o tal vez ella estuviera más drogada de lo que había creído. O tal vez ya nada le importara.
Una vez afuera, comenzó a acercarse a él, pero la cortó diciendo:
—Quieta. Date la vuelta.
Ella entornó los ojos, mirándolo con desconfianza, pero le obedeció. Sabía que las reglas del club exigían satisfacer a los clientes.
—Muy bien. Adelante —dijo al posicionarse. Su voz sonaba pastosa.
Se colocó inmediatamente detrás de ella mirando su yugular. Los colmillos crecieron debido al hambre, alargándose hasta parecer lo de un tigre.
—Inclina la cabeza hacia un lado —le dijo con la voz ronca.
La mujer obedeció y bajó la cabeza hacia su cuello. Estaba a punto de morderla cuando una voz lo interrumpió.
—¿Humanas?
La voz de la pequeña guerrera destilaba incredulidad. Zsadist le lanzó un breve vistazo por encima del hombro, pero no le prestó más atención.
—¿Tu novia? —Preguntó la humana riendo suavemente.
—Haz lo que te dije y olvídate de ella —le ordenó.
La hembra humana volvió a inclinar la cabeza y sin perder un segundo, Zsadist la mordió. Ella lanzó un quejido y lucho un poco, pero Z usó sus poderes para tranquilizarla hasta que se quedó quieta. Siguió bebiendo, intentando ignorar a su público.
Una vez hubo terminado, le borró los recuerdos de él e hizo que se fuera de allí. Cuando se volteó por fin, fijó por un momento la mirada en
Nessa. Tenía una expresión neutra que nada revelaba, pero sus ojos lo analizaban atentamente, como si esperara que llegara a colapsar por haber tomado de la vena de una humana.
Se dio la vuelta y comenzó a caminar para salir del callejón. Pudo oír los suaves pasos de la hembra detrás suyo, hasta que llegó a su lado. Debía andar a un ritmo bastante ligero, casi de trote, para estar a la par de sus grandes zancadas.
—Ahora ya sé en qué más se diferencian Phury y tú —dijo Nessa de pronto.
—¿Qué dices? —Le preguntó confundido.
—Que me acabo de dar cuenta en qué más se diferencian, además de los detalles obvios —lo señaló con una mano—. Phury tiene más músculo que tú. Él sí se alimenta de hembras de nuestra especia, ¿no es así?
—Observas mucho a Phury —dijo sarcástico.
—¿Por qué no lo haría? Mirar es gratis —dijo con un encogimiento de hombros.
—¿Y en qué otras cosas Phury es más bello que yo? —Le preguntó, ahora con malicia.
—No dije que uno fuera más bello que el otro, sólo enumeraba en qué se diferenciaban —pareció ofendida al decirlo.
—Sí, claro —exclamó con incredulidad.
—Oye —se detuvo—, no pongas en mi boca palabras que no he dicho, ¿de acuerdo? —   Sus ojos parecían de acero.
—No me fastidies —le dijo antes de continuar andando.
—Dime: ¿Eso de actuar como un completo idiota te sale naturalmente?
Zsadist se detuvo al escuchar sus palabras, aunque no podía terminar de decidir si era a causa del enfado o de la impresión.
Cuando se dio la vuelta y ella, que estaba con la manos apoyadas en la cadera, levantó una ceja como indicándole que aún esperaba una respuesta, decidió que el enfado era la mejor opción en este caso.
Se dirigió rápidamente hacia ella, dispuesto a hacer… algo, lo que fuera, cuando un aroma dulzón, como a talco para bebé, lo obligó a detenerse otra vez.
Nessa se tensó visiblemente. Era obvio que ella también lo había notado. Las ansias de lucha emanaban de su cuerpo en grandes oleadas.
Dos lessers caminaban por la acera de enfrente, siguiendo a un macho civil. Ambos asesinos tenían el cabello ya bastante decolorado, lo que significaba que no eran ningunos novatos. Al macho se lo notaba muy nervioso y parecía muy joven. Y por lo que Zsadist vio, era un estúpido, ya que se había adentrado en un callejón.
Los lessers aceleraron el paso con entusiasmo.
Desenfundó las dagas y se dirigió hacia el callejón. Pudo oír a Nessa detrás de él desenfundando sus propias dagas. Ah, sí, la adrenalina de la batalla. Esto era lo que necesitaba. Se comería vivos a aquellos bastardos.
Ah, la adrenalina. La sentía correr por su sangre, en un torrente caliente y poderoso. Después de quinientos años, volvía a sentir aquella sensación, que la imbuía de poder.
Nessa sintió como sus colmillos se alargaban ante la expectativa de la lucha. Oh, sí, tenía sed. Sed por derramar la sangre de aquellas abominaciones.
Hizo girar las dagas en sus manos y al tiempo que emitía un funesto siseo, comenzó a correr sobrepasando a Zsadist. No importaba que se hubieran dirigido a un oscuro callejón, era totalmente ajena al entorno que la rodeaba. Sus ojos brillaban de violencia contenida.
Los lessers estaban luchando con el vampiro, que se estaba defendiendo bastante bien para ser un civil, pero se agotaba rápidamente. Dando un gran salto, Nessa cayó sobre el más grande de ellos, arrojándolo contra el suelo. Sintió vagamente que el otro lesser era arrojado con fuerza hacia atrás, pero no prestó mucha atención. Tomó la cabeza del lesser y la golpeó con fuerza contra el pavimento, aunque no con la suficiente como para romperla. Quería que la batalla durara lo máximo posible.
Dio un salto hacia atrás y mientras esperaba que el maldito se pusiera en pie, enfundó una de sus dagas. Jugaría con él, lo rebanaría como a un jamón. Lentamente.
Puso los ojos en blanco cuando el cabrón se puso por fin de pie y la miró sorprendido. Sabía que su sorpresa ahora sería reemplazada por fanfarronería, seguridad de que acabaría fácilmente con ella. Después de todo, era sólo una hembra.
—¿Sabes, pequeña hembra? —Le dijo—. No deberías meterte en asuntos de grandes. No es bueno meterse en cosas que lo superan a uno.
Oh, la pequeña hembra disfrutaría enormemente haciéndole arrepentirse de cada una de esas palabras.
El macho se abalanzó sobre ella repentinamente. Sonriendo ampliamente, ella imitó su movimiento. Cuando estaban a punto de colisionar, Nessa se desmaterializó justo detrás de él, quien por la carrera, no pudo frenar y se estrelló contra unos cubos de basura.
Nessa se acercó por detrás y le hizo un profundo corte en la espalda, pero el bastardo era más rápido y fuerte de lo que ella creyó y en un único movimiento, de dio la vuelta y la tomó por la mano en que sostenía la daga y la estrelló contra una de las paredes del callejón.
La guerrera vio brevemente las estrellas y pudo sentir el sabor de la sangre en su boca. El asesino volvió a tirar de su brazo, seguramente para repetir la acción anterior, pero como pudo, ella se giró y clavó sus colmillos en el antebrazo de su atacante, quién chilló fuertemente, tratando de soltar su brazo del agarre de las mandíbulas de la vampira, que sólo las apretó aun más fuerte, hasta que sintió como los huesos se astillaron debajo de sus dientes.
Soltó por fin al lesser y dio un salto hacia atrás. El tipo se levantó torpemente, sujetando su brazo roto, que se torcía en un extraño ángulo, y la miró con odio.
—Dime, ¿quién es ahora el que está metido en un asunto que lo supera? —Se burló.
El lesser lanzó un grito de furia y se volvió a abalanzar sobre ella, quien no dudó en ir a su encuentro.
De pronto, en un rápido movimiento, el lesser sacó un arma con el brazo sano y disparó dos veces. Gracias a una tardía pero oportuna reacción, ambas balas solo alcanzaron a darle el hombro derecho.
A que habías olvidado que estabas en el siglo XXI, dijo esa molesta voz en su cabeza.
Dejó caer la daga debido al dolor y gruñó porque la voz tenía razón. Seguía creyendo que las batallas sólo se desarrollaban cuerpo a cuerpo, pero ya no era así. Ahora estaban esos malditos artilugios de metal.
Sintió tres explosiones más, pero que esta vez provenían desde su espalda, y el lesser al que se estaba enfrentando cayó al suelo, no muerto, pero sí abatido.
Se dio la vuelta sin dejar de sujetarse el hombro herido, y vio a Zsadist descendiendo con furia sobre el otro lesser para clavar su daga en el hueco en el que el asesino había tenido el corazón, haciéndolo esfumarse en medio de una explosión de luz.
Una vez erguido, le lanzó una mirada llena de ira.
—Podrías haber acabado con él de un solo golpe.
—Eso lo sé perfectamente, muchas gracias.
—Eso que hiciste fue una estupidez.
—Jódete —le replicó con acritud.
—Hace mucho tiempo que lo estoy —respondió en un susurró muy bajo y letal, pero no supo si le hablaba a ella o a sí mismo.
Se dirigió al lesser caído. Una de las balas le había dado en la frente, y las otras en la mandíbula y en el cuello.
—Tío, eso debe doler —le dijo.
El tipo la miró con los ojos dilatados por el dolor e intentó levantar el brazo sano, pero ella lo pisó y haciendo una mueca de dolor, descendió hacia él, para revisarlo en busca de alguna identificación.
—Lamento que no nos hayamos podido divertir más, me hubiera gustado hacerte pagar por esto —señaló el hombro herido con la barbilla mientras se guardaba las llaves, el carnet de conducir y un papel con una dirección que había encontrado—. Pero ni modo —sacó la daga que estaba guardada y envió al bastardo de vuelta hacia su creador.
Se puso de pie, sintiendo la fría mirada de Zsadist en su espalda.
—El difunto era Richard Swan. Tenía un papel con una dirección anotada. ¿Vamos hacia allí? —Le preguntó con un tono de voz neutro.
—Sí, iré hacia allí.
—¿Irás? —Le preguntó, esta vez con un tono de exasperación.
—Sí, iré —la miró duramente—. Tú deberías regresar a la mansión y hacer que alguien te quite las balas que tienes alojadas en el hombro.
Nessa se cubrió el hombro con la mano y se acercó a Zsadist, lista para discutir, cuando un nuevo disparo volvió a oírse. Pero esta vez, sus instintos reaccionaron a tiempo.
Tomó el brazo de Zsadist y lo hizo a un lado. El vampiro no tardó un segundo más y levantó su arma y la disparó repetidamente, hasta que el tercer lesser, salido de no se sabe dónde, cayó.
Se quedaron completamente quietos y sin respirar durante un eterno segundo, hasta que Zsadist, con un siseo que dejó al descubierto sus grandes colmillos, se desprendió de su agarre como si el de un leproso se tratara. Se la quedó mirando un momento con la respiración algo agitada y luego se dirigió al individuo para realizar el procedimiento habitual.
Nessa se levantó para alcanzar la daga que se le había caído, cuando algo le llamó la atención. Era el civil. Estaba encogido detrás de unos cubos. Era obvio que Zsadist le había indicado dónde esconderse.
Un enorme sentimiento de vergüenza la embargó. Se había olvidado completamente del joven vampiro, ansiosa como estaba por la sangre de sus enemigos. El macho estaba aterrorizado, había sido atacado ferozmente y encima también había tenido que presenciar toda esa puesta en escena. Arrepentida se acercó a él.
—¿Te encuentras bien? —Le preguntó suavemente.
Él vampiro civil solo asintió. Tenía la mirada fija en algún punto al frente de él.
—Ya puedes salir, ya no hay peligro —le dijo.
El joven volvió a asentir y comenzó a pararse lentamente. Le ayudó a correr los cubos de la basura para que pudiera salir, y luego lo llevó hacia la salida del callejón, donde Zsadist estaba parado, vigilando.
—¿Estás muy herido? —Le preguntó con su sombría voz.
—Sólo un poco —le respondió en un bajo murmullo. No desviaba la vista de la cara de Zsadist.
—¿Puedes desmaterializarte o tengo que hacer de chofer? —Le dijo esta vez más secamente. Era obvio que no le gustaba ese escrutinio.
El macho lo miró durante algunos segundos más, pero cuando Z entrecerró los ojos en él, pareció recuperar el sentido y le aseguró que podía desvanecerse. Le llevó algunos minutos poder hacerlo, pero al final lo logró.
Hubo un minuto de largo silencio que ninguno de los dos rompía, hasta que a lo lejos pudieron escuchar el inconfundible sonido de una patrulla de policía, lo cual era algo lógico. Zsadist maldijo por lo bajo y comenzó a moverse.
—Vámonos de aquí —le gruñó.
Salieron corriendo del callejón y subieron rápidamente al Porsche. Zsadist condujo como un loco hacia las afueras de la ciudad.
Una vez hubo dejado la zona céntrica, Zsadist aparcó y detuvo el coche. Dejó caer la cabeza sobre el asiento y fulminó con la mirada el techo.
—Z, ¿sucede algo? —Le preguntó Nessa, extrañada.
Bueno, en realidad, no sabría decirlo. Cuando llegaron a ese callejón y vio como ella se arrojó sobre ese lesser, estuvo todo un segundo sin saber qué hacer, observándola. La gracia letal con la que se movía y el entusiasmo por atacar a su oponente, le resultaron como impensables en una criatura como ella. Siempre le había parecido frágil e indefensa, era por eso que no quería hacerse cargo de ella en absoluto, no quería ser él quien la dirigiera a una muerte segura en las calles sombrías de Caldwell. Pero lo había dejado atónito, y él no era un vampiro que se sorprendiera muy a menudo. De hecho, no se sorprendía. Pero ella lo había logrado.
Cuando pudo reaccionar, sacó al otro lesser de encima del civil y hasta que se recuperara del golpe, ocultó al joven macho. Dejó al asesino fuera de combate, pero cuando iba a clavarle la daga, oyó esos dos disparos. El bastardo que había estado luchando con Nessa, le había disparado y le había dado en el hombro.
No supo que le pasó en ese momento, pero lo cierto es que de pronto, vio todo rojo. Había querido saltar a la garganta de ese hijo de puta y arrancársela con los dientes, pero se dio cuenta de que se prestaba a acabar con la guerrera, solo se estaba demorando porque la mano con la que sujetaba el arma no era a la que estaba habituado. Pero ese segundo de duda fue suficiente para él para sacar su propia arma y dispararle a aquel maldito. Con una amarga furia todavía recorriéndolo, se deshizo por fin de su propio lesser.
No le había gustado que Nessa fuera herida. Eso solo había demostrado que era tan frágil como había pensado. Ella era una hembra de alto linaje que debería ser resguardada de los asesinos de la raza a como diera lugar, no estar en las calles cazándolos. Era una pequeña hembra que debía ser protegida.
Suspirando pesadamente, la miró un breve momento y luego clavó la vista en la carretera.
—¿Estás bien? —Le preguntó al fin.
—Duele con el demonio, pero estoy bien. Había olvidado que existían esas cosas —dijo frunciendo el ceño.
—Apenas lleguemos podrás llamar a Havers para que venga a la mansión y te atienda.
—¿Qué haremos con las direcciones que conseguimos? Debemos ir a buscar sus frascos.
—Yo me encargaré de eso. Tú llamarás a Havers.
—¡De ninguna manera! Iré cont… —una funesta mirada cortó sus palabras—. Si me lo pides de ese modo —agregó con fastidio.
Sin una palabra más, puso el coche en marcha y se dirigió a la mansión. Una vez allí, la escoltó hasta el vestíbulo y llamó a Havers él mismo.
—El doctor viene hacia aquí —le dijo una vez cortó—. Espéralo en tu habitación, Fritz lo llevará hasta allí.
—Sí, mami, por supuesto —le respondió con voz chillona.
Sin hacerle caso, la vio subir los primeros escalones de la escalera. Se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta, con una extraña sensación recorriéndole, al saber que ella estaría el resto de la noche a salvo, en la mansión. Era una hembra frágil, pero si no fuera por ella, él también tendría que haberse quedado varado allí, esperando al doctor.
Podía oírla subir la escalera muy lentamente, mascullando por lo bajo, como si fuese un niño regañado al que enviaron a la cama sin cenar. Abrió la puerta y con la mano aún sobre el picaporte, se detuvo.
—Nessa —la llamó.
—¿Sí, mami? —Le dijo ella aún con la voz chillona.
Miró sobre su hombro. Allí estaba ella, con su peinado desordenado y múltiples bucles cayéndole alrededor del rostro. Tenía una sonrisa cínica en el rostro y pestañeaba los ojos rápidamente en son de burla, pero todo lo que él vio fue la mano que tapaba el hombro herido y la mancha oscura que arruinaba su abrigo.
—Por lo de ese lesser que no vi. Gracias —le dijo y salió, satisfecho de haberle borrado esa sonrisa de la cara.

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