martes, 10 de noviembre de 2015

Las protectoras de la noche. capítulo 10.




Viene de Capítulo 9 

CAPÍTULO 10


Hacía una hora que habían abandonado la mansión. Desde entonces Leliel no había pronunciado palabra, por el contrario, Rhage intentaba que hablara de algo. Pero si había que reconocerle algo a la guerrera, era su terquedad. Suspiró, ya cansado y molesto por la situación.

—Creo que se nos haría mucho más corta la noche si habláramos de algo —Dijo intentando aminorar la tensión entre ellos.

—No me gusta conversar mientras patrullo —dijo ella muy seca—. Si quieres hacer relaciones sociales, puedes irte a buscar a otra persona, nadie se va a enterar de que no estabas conmigo —habló Leliel mientras apresuraba el paso intentando dejarlo atrás, lo cual era bastante complicado debido a las zancadas que él daba.

—¿No puede haber una tregua? —Dijo tomándola del brazo, que estaba cubierto por un guante, y girándola para que lo viera de frente—. Vamos, Lel, una tregua —habló en un tono bajo y seductor.

Ella se soltó de su agarre de manera brusca.

—Punto número uno —dijo marcando con su dedo—, para ti soy Leliel. Y punto número dos —dijo volviendo a marcar con su otro dedo—, ¿qué parte de “No”, no has entendido? —Preguntó con ironía—. ¿Es que acaso quieres que te empareje la otra nalga?

Rhage siseó recordando el dolor.

—Mmm… voy a comenzar a pensar que estás cortejándome —dijo divertido—. Siempre te comportas así con los machos, ¿no? Ahora entiendo por qué estás sola —habló antes de poder frenar sus palabras. Definitivamente seguía cagando la situación entre ellos.

Se preparó, esperando que lo atacara con algo, pero no recibió nada de eso… Ella solamente se limitó a adelantarse para caminar sola.

Leliel sintió una punzada de dolor por la realidad que le había hecho ver. Era verdad, ella estaba sola porque tenía un carácter de mierda, porque jamás había sido una hembra muy social. No tenía un físico atractivo, tenía el cuerpo muy trabajado para ser una hembra. Y sobre todo estaba maldita.

Hacía quinientos años atrás era un guerrero y nunca nadie habría estado tan demente como para fijarse en ella como una hembra. Era muy respetada, pero solo por ser un guerrero y defender a la raza. Jamás había sentido el cariño de un macho, jamás ninguno había querido emparejarse con ella. Siempre le tuvieron miedo… Por supuesto que no los culpaba, ¿quién querría estar cerca de alguien que podía explotar, literalmente, en cualquier momento?

—El hecho de que esté sola es una decisión mía, pura y exclusivamente mía —giró sobre sus talones y lo miró a los ojos—. Comienza a controlar esas palabras, porque no siempre puedo contener mis ganas de convertirte en extra crujiente.

Rhage iba a hablar, pero ella lo tiró hacia un lado. La observó, tirado en el suelo, mientras abría batalla contra dos lessers.

—¿Es que no te cansas de que te salve el culo? —Preguntó mientras con su mano transformada en una antorcha y se encargaba de pulverizarlos.

De la nada aparecieron cuatro más, entonces Rhage dio batalla junto a ella.

Un ruido extraño la desconcertó y eso le costó caer con una herida en el abdomen. Maldijo por lo bajo cuando vio la sangre en sus manos. Leliel levantó la vista para ver donde estaba Rhage, intentó levantarse para hacerle saber que estaba bien, pero un dolor agudo la hizo flaquear y caerse nuevamente. Jadeó y respiró profundamente, sabía que con algo del calor de su cuerpo pronto sanaría.

De repente, hubo un destello de una brillante luz blanca y Leliel se vio obligada a cerrar los ojos por la claridad repentina. El terror la atravesó cuando el rugido de una bestia retumbó a través de la noche y mucho más cuando vio en lo que Rhage se había convertido. Era una especie de dragón cubierto de iridiscentes escamas moradas y verde lima. La cosa tenía una cola acuchillada con lengüetas, garras amarillentas y una negra melena salvaje.

Leliel se olvidó de su herida y observó con asombro la escena que se estaba desarrollando a metros de ella. Vio como la bestia desgarraba el cuerpo de los lessers y de pronto comprendió porque él la entendía… Claro que ahora mismo no era momento de comprender nada. Lo siguió con la mirada mientras buscaba más cosas para destrozar, y entonces tuvo la loca idea de acercarse.







Kytara había llegado junto a Vishous y el poli. Como siempre, la unión entre sus hermanas le había dejado sentir cuando Leliel había sido herida.

Cuando llegaron al lugar, quiso correr a ayudarla pero Butch se lo impidió y la oculto detrás de unos arbustos.

—No podemos ir —dijo él casi susurrando.

—¿Estás loco? —Dijo gritando Kytara—. No pienso dejarla con eso.

—No creo que esté en peligro —dijo V, sorprendido—. Nunca nadie se había podido acerca a Raghe mientras estaba la bestia, no hay forma de que reconozca a nadie.

Kytara observó de lejos como Leliel se acercaba al dragón. Desde allí parecía que estaba hablando. Los tres veían como ella se acercaba con cautela, la posterior confusión de la bestia y por último una especie de redención por parte de él.







Leliel estaba a escasos metros de Rhage, o lo que fuera que sea.

—Tranquilo, muchacho —dijo cuando la bestia gruñó—. No te voy a hacer nada, no tengo intenciones de terminar como los chicos malos —ella extendió su mano muy lentamente para acariciar su piel, se sentía suave. Después de todo no era feo siendo una especie de dragón. Por alguna razón, tuvo la necesidad de abrazarlo y cuidarlo—. ¿Por qué no terminamos con esto y te ayudo a volver a casa, sí? —Preguntó de una manera suave y dulce. Jamás hubiera imaginado que podía existir una faceta dulce dentro de ella. Pero sin embargo ahí estaba, intentando calmar al dragón.

La bestia ronroneó, y frotó su hocico suavemente en un costado de ella para luego dejar su cabeza descansando sobre sus patas delanteras. Hubo un brillante destello de luz tras el que se pudo ver a Rhage de nuevo, cubierto de sangre negra y temblando de frío.

Leliel jadeó ante el brusco cambio, antes de que pudiera darse cuenta siquiera de lo que estaba haciendo, se quitó el abrigo que tenía e intentó cubrirlo, claro que su metro ochenta y cinco quedaba muy atrás de los dos metros diez de Rhage.

Concentró toda su temperatura en las manos de forma cuidadosa para poder darle calor.

—¿Cómo cuernos te llevo a la mansión, Rhage? —Dijo en voz baja. Él siseó cuando sintió el calor de ella sobre su piel—. Shhh… Tranquilo —dijo suavemente Leliel, concentrándose para que el calor solo calentara su cuerpo y no lo lastimara—. Soy yo, Leliel, estás a salvo.

—¿Estás bien? —Preguntó, adolorido, intentado enfocar la vista, pero sin ningún resultado.

Sintió como se oprimía su pecho, él había pasado de ser un vampiro a un dragón y de vuelta a ser un vampiro, pero estaba preocupado por ella.

—Sí, grandote, estoy bien —dijo intentando disimular la gran confusión que sentía dentro suyo.

—Lel, ¿estás bien? —Preguntó Kytara que llegaba junto con Vishous y Butch. Intentó corroborar si tenía alguna herida, pero su hermana se negó.

—Luego, Kytara, hay que llevarlo a la mansión —dijo Leliel sujetándose la herida que tenía en el abdomen. Dolía como la mierda, pero poco le importaba.

Mientras, los dos machos ayudaron a cargar a Rhage. Kytara y Leliel los seguían de cerca mientras se dirigían hacia el auto.

Leliel no despegaba la vista del macho.

—Yo… —hubo un silencio—. Yo…

—Lel, está todo bien, pero tendrías que dejarme ver la herida —dijo Kytara intentado no hablar muy alto y con calma, sabía que podría ser catastrófico hacerla enojar ahora mismo. Podía sentir la confusión, el miedo, y la angustia de su hermana. Quería ayudarla, poder decirle que todo iba a estar bien. Pero no estaba muy segura de lo que iba a pasar.

Leliel sonrió.

—Estoy bien, todavía camino —dijo guiñándole un ojo.

Rhage gruñó cuando Butch y Vishous lo colocaron en el auto.

—Tranquilo, Hollywood, te llevaremos a casa.

—Leliel —llamó con poca fuerza—, ¿dónde está? —Preguntó agarrando de la camisa a Vishous.

Los machos se miraron entre sí y sonrieron.

—Vuelve con Kytara, no entramos todos en el auto, Rhage —dijo Vishous, a lo que Rhage respondió con un gruñido—. Tranquilo. No estás en condiciones de pelear —hizo una pausa—, pero si quieres que venga, seguro que al poli no le va a molestar acompañar a Kytara —dijo con un alto grado de sarcasmo y por qué no, un poco de celos.

Leliel se acomodó en el asiento del acompañante a pesar de las protestas de Rhage. Se sentó en el asiento de manera tal que podía estirar su mano. Desde algún lado de su consciente o inconsciente, le brotaron ganas de acariciar su cabello, y lo hizo, a pesar de la extraña mirada que le había dedicado Vishous. Tenía una gran cantidad de preguntas y muchas dudas, pero no podía pensar en ninguna de ellas ahora mismo.

Cuando llegaron a la mansión, ayudó a Vishous a cargar el peso muerto de Rhage. A pesar de tener una gran complexión, le estaba costando demasiado cargarlo, sobre todo, debido a la herida en el abdomen, que había comenzado a sangrar nuevamente.

—¡Mierda! —Dijo cuando vio que la mancha de sangre se volvía fresca.

Vishous la miró y arqueó una ceja.

—¿Por qué no nos dijiste que estabas herida? —Preguntó serio.

Ella suspiró cansada.

—Porque puedo curarme sola —dijo de manera cortante—. Además, nuestro amigo, el grandote está en peores condiciones —dijo restándole importancia a su herida.

Entraron a la habitación de Rhage. Después de preparar el baño, Leliel con Vishous lo colocaron en la bañera.

—Muchas gracias. Ahora ve a curarte esa herida —ella iba a protestar pero él levanto la mano—. Así no puedes cuidar de nadie, y si tus intenciones son esas… —dejó un suspenso de segundos, para luego volver a hablar—. Porque sé que lo son, mejor que estés en buenas condiciones, tiene el mismo proceso de recuperación que tú.

Leliel no dijo nada, no supo si fue porque el macho tenía más claro sus sentimientos que ella o porque se sintió intimidada.







Definitivamente, no me sentí intimidada. ¿Entonces es porque el macho sabe más de lo que yo sé? Mierda, Leliel, era solo una batalla más del montón, no había necesidad de toda esta mierda de sentimientos, pensó mientras se terminaba de bañar.

No le había llevado nada de tiempo curar la herida, a pesar de haber usado mucha energía manteniendo caliente el cuerpo de Rhage.

Ella colocó una toalla alrededor de su cuerpo y salió del baño, secándose el cabello.

—Era hora de que salieras, mujer —dijo Kytara sentada a los pies de la cama.

Leliel dio un respingo y saltó hacia atrás.

—Dios, Ky, casi me matas de un susto —dijo mientras se dirigía hacia una cómoda—. ¿Pasó algo, que estás aquí? —Preguntó mientras se colocaba la ropa interior.

—Nop, solo vine a ver como estabas —dijo ella, observándola sin perder detalle.

Leliel le mostró el abdomen.

—¿Feliz? No hay marcas ni nada. Estoy bien, Ky, sólo fue un descuido mío —dijo mientras terminaba de colocarse unos pantalones tipo bermudas—. ¿Tú qué hiciste mientras volvías? —Preguntó picarona colocándose un top de entrenamiento.

—Nada que no se pueda esperar. Supongo que nos debemos una charla entre las cuatro —respiró profundamente—. Más que nada, después de que Raysa se haya vinculado —Kytara abrió la puerta y la miró—. Supongo que no vas a pasar la noche en tu habitación, ¿no?

Leliel bajó la vista.

—No es por sentirme culpable. Ky, yo… —pero Kytara la interrumpió.

—No pedí explicaciones, sólo era un comentario —le sonrió abiertamente—. Que descanses, Lel —dijo y luego salió del cuarto.

—¡Oh, perfecto! Ahora resulta que todo el maldito mundo sabe más que yo. Sólo falta Nessa diciéndome: "Si no fueras tan terca, te darías cuenta de las cosas" —dijo imitando la voz de la guerrera, antes de salir de la habitación.

Respiró profundamente antes de llamar a la puerta. Se sentía como una estúpida teniendo miedo. No, no era miedo, era vergüenza.

Por favor, ¿justo tú, vergüenza? Se reprochó a sí misma. Estaba por irse cuando alguien abrió la puerta.

—Ah, eras tú —dijo Vishous dándole paso—. Te estaba llamando, quería saber cómo estabas —dijo señalando a Rhage, que estaba recostado en la cama. Ella sintió como sus mejillas se ruborizaban, estuvo a punto de bajar la mirada—. Me voy a dormir, cualquier cosa, llámanos. De todos modos, va a dormir largo y tendido —dijo para luego cerrar la puerta tras él, dejándola ahí parada sin saber qué hacer, otra vez sorprendida.

Ella se giró y lo vio descansando. Dudó en decirle que estaba ahí, pero prefirió no molestarle. Entonces se dirigió al sofá que había en un rincón de la habitación y se acurrucó ahí mismo, intentando despejar su mente.

Desde la penumbra, observaba el cuerpo del macho. Su vientre estaba algo abultado y no había recuperado del todo su color habitual. Leliel estaba tratando de ordenar sus pensamientos, esa noche habían pasado demasiadas cosas y estaba tratando de asimilarlas de la mejor manera posible.

Definitivamente era todo demasiado extraño, nunca le había pasado… O sea, jamás nadie se había preocupado por su bienestar. ¿Y ella? Sólo sufría si alguna de sus hermanas sufría.

No, Leliel… no…, dijo comprendiéndolo. Vete de la habitación, abandona la mansión antes de que él lo sepa. Jamás podrías emparejarte, no tienes permitido enamorarte. Pero a pesar de las suplicas de su mente, se quedó ahí. Sentada. Esperando que él reaccionara.

No supo cuanto tiempo había pasado, hasta que Rhage se movió y dejó escapar un gruñido. Saltó del sofá y fue hasta un lado de la cama.

—¿Estás bien? ¿Necesitas algo? —Preguntó suavemente.

Él sonrió cuando escuchó su voz. A pesar de estar dolorido de pies a cabeza, su cuerpo reaccionó a su voz y se tensó.

—Sí, a ti desnuda y debajo de mí —dijo mientras a tientas buscaba tener contacto con ella.

Leliel tomó su mano, y mucho antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, había besado la palma de la mano de Rhage.

—Mmm… No creo que estés en condiciones de pedir esas cosas —dijo sorprendida por su comentario.

Rhage dejó escapar una pequeña risa.

—Eso significa que… —ella lo silenció posando un dedo en los labios de él—. Eso significa que no estás en condiciones de pedir nada —dijo peinando su cabello—. De verdad, Rhage, ¿qué necesitas?

Él dejó escapar un suspiro de cansancio.

—Sólo recuéstate conmigo.

Leliel sintió como su pecho se oprimía y en su estómago comenzaban a danzar mariposas. Se rió ante el pensamiento tan al estilo de Raysa. Entonces hizo lo más sorprendente de todo: Corrió las sábanas y se acurrucó sobre el pecho de él.

Ninguno de los dijo nada, simplemente se limitaron a hacerse compañía. Mañana sería otro día y hablarían de todo lo que ellos quisieran.







Horas más tarde, Leliel se despertó por un golpe molesto.

Abrió los ojos y le costó un poco reflexionar respecto a donde estaba.

Se sonrojó cuando vio el torso desnudo de Rhage. Se veía hermoso cuando dormía. A pesar de haber tenido los cambios que tuvo la noche anterior y el extraño color en su piel, se podía ver que estaba descansando.

Volvió la vista a la puerta cuando esta se abrió y dejó ver a Nessa con algunas ropas de ella, a lo que Leliel sonrió.

—¿Buenos días? —Dijo dudando de la hora que era. Supuso que era de día porque las persianas todavía seguían bajadas—. Gracias por la ropa —dijo cuando las dejó sobre un sillón.

—Es un placer. Cuando quieras —respondió Nessa, que se quedó plantada allí, junto al sillón.

Leliel se sonrojó, la situación era un poco… bochornosa.

—¿Necesitas algo? —Le preguntó, ya que su hermana seguía allí.

—¡Oh! No, nada.

Y no se movió.

Leliel, con graaan esfuerzo, salió de su refugio bajo las sábanas y dentro de los brazos de Rhage. Por suerte, estaba vestida.

Nessa sólo la observaba, con una gran y estúpida sonrisa que apenas cabía en su pequeña cara.

—¿Sabes, Ness? Me estás poniendo nerviosa, ¿qué quieres?

—Oh, nada. Sólo quería saber cómo se encontraba Rhage.

—Está cansado, pero se encuentra bien. Durmió tranquilamente toda la noche.

—Oh, y tú lo sabes de primera mano, ¿no es así?

Así que ya se estaban acercando al meollo de la cuestión. No importaba lo cerca del milenio que estuvieran, su hermana era una auténtica mocosa.

—Sí, estoy segura al decir que durmió tranquilamente.

—Dijiste que no le pedirías perdón —comentó como quien no quiere la cosa, mientras observaba el techo de la habitación.

—No, no lo hice —le respondió Leliel.

—Oh, no, estoy segura que no le dijiste "Discúlpame, Rhage".

—¿Entonces por qué preguntas? —Su tono se estaba volviéndo algo cortante.

—Bueno, ya sabes lo que dicen, que algunas personas se expresan mejor con actos que con palabras.

—¡Como tú, maldita sea! —Maldita chiquilla irritante, se merecía que la asara a fuego leeeeeento—. ¿Por qué no dices lo que viniste a decir y ya?

—Hermana, tu desconfianza me hiere —le dijo con una mueca que seguramente pretendía parecer afligida—. Sólo vine a asegurarme que todo estuviera bien y que no necesitaras ayuda con algo.

Leliel la tomó del brazo, quemándola, haciéndole saber lo malditamente enojada que estaba y la sacó de la habitación.

—¡Con un demonio, Nessa! ¿Qué mierda estás insinuando? Es lo único que te faltaba… Ahora me tratas de puta —dijo mientras su cuerpo comenzaba a chispear.

El rostro de su hermana pasó en un segundo de ser divertido a totalmente inexpresivo.

—Sabes, yo había venido con la mejor de las intenciones y tú como siempre tomas todo para cualquier lado, siempre a la defensiva.

Leliel se quedó asombrada y luego pasó a estar avergonzada. Como siempre había cagado la situación entre ellas una vez más.

—Yo… Yo lo siento, Ness —dijo apenada.

—Está bien, no te molestes. Pero en algún momento tendremos que hablar. Ahora ve, no lo descuides por mi culpa.

Nessa se dio la vuelta y desapareció por el corredor.

Maldita sea, si se lo hiciera más simple y dijera las cosas de una maldita vez, ella no tendría que estar interpretando todas esas idioteces.

Sacándose a su hermana de la cabeza por el momento, volvió a entrar en la habitación.

Rhage estaba despierto, su piel aún tenía mal aspecto, pero al verla entrar todo malestar desapareció y una gran sonrisa iluminó su rostro. No pudo menos que sonrojarse.

—¿Pasó algo? Oí que discutías con alguien —le preguntó.

—Buenos días, ¿cómo te sientes? —Se acercó a la cama y se sentó a su lado.

—No evadas mi pregunta, Leliel —dijo estirando la mano para acariciarla, a lo que ella respondió levantándose, dejándolo un tanto confundido.

Dudó por unos instantes antes de comenzar a hablar.

—Sabes, yo… Yo siempre atino a mal entender las cosas, las situaciones. Desde que tengo uso de razón que vivo a la defensiva y eso son muchos… demasiados años. De mis hermanas, con quien más enfrentamientos tengo, es con Nessa —dijo mientras se le dibujaba una sonrisa en el rostro—. La quiero muchísimo, pero supongo que es porque somos muy… —hizo una pausa para encontrar la palabra indicada—, volátiles. Siempre solemos terminar peleando —dejó escapar una risa recordando muchas cosas—. Nunca existe la paz entre nosotras. Igual, supongo que todo te marca. Como creo que alguna vez te grité, mis padres fueron convocados por la Virgen Escriba para que dieran a luz un macho. La camada en aquel entonces era grande, pero no había machos fuertes como para hacer las rondas, defender a los civiles. Por lo que unieron a mi padre que era un excelente guerrero y a mi madre que era una de las hembras que mejor sabía defenderse. Cuando nací yo, supongo que se llevaron una pequeña desilusión, la Virgen Escriba rechazo el bebé… ni como elegida quiso tomarme —se rió con amargura, pero siguió divagando por la habitación, su cuerpo comenzaba a tomar calor y no podía quedarse en un lugar sin dejar una pequeña quemadura—. Entonces la Virgen Escriba tuvo una increíble idea: Maldecirme. Claro, si iba a tener una niña que criar lo iba a hacer sacándole provecho. Pero la muy… —ella se mordió las palabras—. Me maldijo y me dejó a la buena de Dios. ¿Sabes? Para cuando cumplí quince años había matado a tres personas y había quemado a mucha gente, nadie quería saber nada de mí, ni mucho menos estar conmigo. Hasta que estuve cercana a la transición y entonces vino por mí.

Rhage se acercó a ella y la sujetó suavemente de ambos brazos. Leliel lo miró confundida, hacía mucho tiempo que no hablaba con nadie de esto.

—No importa lo que seas o lo que hagas, estamos en igualdad de condiciones —dijo un poco en broma.

Leliel negó, mientras luchaba por no derramar una sola lágrima.

—No Rhage, no entiendes. Yo maté a mucha gente. Gente que no merecía morir. Hace tan solo minutos atrás le quemé el brazo a Nessa. Nunca sé cómo voy a reaccionar, nunca sé que voy a soñar sin que las chicas me despierten porque hice combustión. No puedo tan solo siquiera saber lo que puede pasar el día que tenga sexo con alguien, yo…

Rhage interrumpió toda palabra de ella colocando un dedo sobre sus labios.

—Te diría que podríamos intentarlo, pero supongo que recibiría alguna especie de castigo de tu parte —dijo divertido, a lo que Leliel asintió sonriendo—. Pero quizás… —dijo rozando sus labios con los de ella, que simplemente se quedó ahí quieta como si estuviera hipnotizada. No podía dejar de mirarlo a los ojos. Si tan solo pudiera alejarse de él y evitar todo esto… pero él volvió a hablar—. Podríamos comenzar… —rozó suavemente sus labios y los mordisqueó—, de a poco —dijo para luego profundizar el beso.

Ella estaba fuera de sí, quería poner espacio entre ellos. En cambio, colocó sus brazos alrededor del cuello de él y hundió sus manos en el cabello.

Rhage con sus manos delineó las curvas de su cuerpo y se aferró a la cintura de ella.

Sus bocas se buscaban, sedientas y hambrientas la una de la otra. Ella mordisqueó sus labios. Él introdujo la lengua en su boca, explorando cada rincón. Leliel siguió su ritmo, y pronto se comenzó a debatir una batalla por ganar territorio.

Un escalofrío de excitación recorrió el cuerpo de ambos.

Los dos eran conscientes de que pronto no habría vuelta atrás, pero ambos se negaban a abandonar los labios del otro.

La puerta se abrió dejando ver a Fritz, que se quedó inmóvil.

—Disculpe, amo, como no bajaron a desayunar, me tomé el atrevimiento de traerles algo para que coman aquí —dijo un poco incómodo.

Rhage sonrió al ver la expresión de vergüenza en el rostro de Leliel, sus labios rojos, hinchados y sus mejillas color carmesí la hacían ver hermosa.

—Está bien, Fritz, muchas gracias por todo —dijo sin apartar la mirada de ella.

—Cualquier cosa que necesiten, háganmelo saber —dijo, para luego cerrar la puerta tras él.

Leliel no podía emitir palabra. Sentía que su cuerpo no le pertenecía y sólo respondía ante Raghe. Estaba enojada consigo misma por ser débil ante el macho, pero se sentía tan bien que podría estar junto a él tanto tiempo como él demandara. Se sorprendió ante la manera en que su mente había reaccionado.

Rhage elevó una mano para rozar la mejilla de ella.

—Me gustas, Leliel, y si fuera por mi te tomaría ahora mismo y…

Ella colocó un dedo sobre sus labios.

—Tienes que alimentarte y yo definitivamente necesito un baño —dijo mostrando una hermosa sonrisa. Cuando él iba a protestar por los planes de ella, Leliel presionó sobre sus labios un pequeño beso y entró al cuarto del baño, dejando a Rhage sorprendido. Sonrió al darse cuenta el avance que había logrado.

Después de algunos minutos bajo la lluvia del baño y sin poder acomodar siquiera una idea en limpio, salió de la bañera y se secó el cuerpo para luego colocarse la ropa que le había traído Nessa. Definitivamente después se acordaría de matarla por haberle llevado una minifalda habiendo una cantidad importante de pantalones en su ropero.

Leliel aspiró profundamente el aroma de las toallas hasta embriagarse con el olor a Rhage.

Se dijo a sí misma que no le molestaría llevar el olor de él en su piel, después de la vinculación, lo que la llevó a sonreír como una tonta. Pero el miedo la invadió, cuando le vinieron a la mente las palabras de la Virgen Escriba: Jamás podrás vincularte, Fuego, limítate a defender a la raza, le había dicho cuando le pidió que retirara la maldición con la que cargaba.

Sacudió la cabeza como queriendo alejar aquellos recuerdos y después salió del cuarto de baño. Por una vez, tan solo por una vez, no iba a recordar su pasado.

La voz de Rhage la sacó de aquellos pensamientos.

—Te estaba esperando —dijo con voz sensual y observándola en detalle, fijando la vista en sus piernas, largas y contorneadas—. Ven, siéntate junto a mí. Quiero alimentarte, Leliel.

Ella frunció los labios.

—¡Oh! Muchas gracias por la oferta, pero por suerte aprendí a comer yo solita hace algunos siglos atrás.

Rhage negó con la cabeza.

—Leliel, déjame alimentarte —dijo con la voz cargada de sensualidad, una sensualidad a la que ninguna hembra cuerda podría negarse, pero, ¿quién dijo que yo estaba cuerda? Se preguntó a sí misma.

Leliel tomó un trozo de fruta, desafiándolo, como si fuera a llevárselo a la boca pero él le sujeto la mano.

—Sabes que negarte es una ofensa, que si lo quiero hacer…

Pero ella lo interrumpió.

—No, no sé si es una ofensa o no. Nosotras antes no teníamos tiempo para esto. Además ya te lo expliqué, los machos me tenían miedo, jamás me vieron o nos vieron como hembras —dijo ella dándole la espalda, nunca había llorado frente a nadie, excepto sus hermanas.

—Entonces déjame demostrarte que para mi eres la hembra más sexy que he conocido, que no te tengo miedo más que cuando estás un poco molesta y amenazas con freírme —dijo rozando con su mano uno de los brazos de ella, la obligó a que lo viera a los ojos y de la manera más dulce y sensual le habló—. Tan solo déjame alimentarte. No quiero nada más que demostrarte lo que eres para mí.

Rhage la invitó a tomar el trozo de fruta que tenía entre los dedos, pero ella movió la cabeza a un lado, esquivándolo.

Leliel caminó molesta por la habitación.

—Explícame: ¿Qué tienes? —Preguntó, a lo que Rhage frunció el ceño sin entender la pregunta—. ¿Qué es lo que haces? ¿Por qué no puedo resistirme? ¿Por qué siempre me estás buscando? —Él iba a responder, pero ella lo interrumpió—. Esto no está bien, Rhage, no es la idea. Me despertaron con un propósito y no es exactamente para estar de novia con nadie. No puedo estar contigo, no con esta maldición. Con un demonio, Rhage, ¿por qué tuviste que aparecer? Estaba más que bien sola, sin ti. Por todos los cielos, no lo tomes a mal, pero no tenía que preocuparme por si hería a alguien o no…

Rhage la interrumpió.

—Bien, perfecto. Si es lo que piensas, ahí tienes la puerta. Absolutamente nadie te retiene aquí dentro —dijo molesto—. Mierda, Leliel, ¿qué más quieres que haga para que confíes en mí? Hice todo lo humanamente posible y sigues ahí, encerrada en ti misma. Entiendo que pasaste por momentos de mierda, pero… Pero… Nada, olvídalo —dijo decepcionado y enojado con ella de tal manera que estaba muy tentado en darle una buena patada en el culo por terca. Pero se limitó a meterse en el baño y abrir el grifo para llenar la bañera, necesitaba despejar su mente.

Ella se quedó rígida. Otra vez había cagado la situación con Rhage. Respiró hondo para calmarse y no incinerar la habitación. Había estado todo mal, ella estaba mal. Había sido, perdón, era muy injusta con él. Siempre que había intentado acercarse, hacerla sentir bien, ella sólo se había limitado a espantarlo, atacarlo, amenazarlo.

—No es que no te quiera cerca, sólo quiero protegerte de mí —dijo casi en un susurro y por eso se dio cuenta que estaba más que perdidamente enamorada de él.

Leliel tenía dos opciones: Una era salir huyendo y nunca más volver, cosa que no haría porque no nacía de ella el hecho de huir. O bien quedarse y afrontar la situación.

Con este pensamiento sonrió y sintió como sus mejillas se cubrían de un color carmesí.

Se levantó muy decida y entró al baño sin siquiera pensarlo, para encontrarse con Rhage que recién salía de la bañera. Se quedó asombrada con la maravilla que sus ojos veían, claro que no era la primera vez que lo veía. Pero sí era la primera vez que le prestaba atención al macho. Tenía la mandíbula perfectamente cuadrada. Sus labios llenos pedían a gritos ser besados hasta saciarse de ellos, si es que alguna vez ocurría. Su cabello grueso y ondulado caía mojado sobre sus hombros de gran complexión.

Rhage era muy musculoso. No tenía absolutamente un gramo de grasa. Su piel dorada despedía sexo y sensualidad.

Tenía el cuerpo más hermoso y perfecto que alguna vez había visto. Se preguntaba cómo se sentiría estar bajo ese cuerpo, rodeada por sus brazos, ser penetrada por él. Se mordió los labios cuando vio su sexo. Es grande, se dijo mentalmente. Muy grande… y estás haciendo el ridículo, se recordó cuando pudo observar la cara de satisfacción de Rhage. Vamos mujer, di algo.

—Eeehhh… Estem… —¡Oh! Perfecto, siempre funciona algo estúpido como eso. Gruñó por lo bajo y respiró profundamente—. Yo… —frunció los labios—. Mejor espero afuera —dijo dando media vuelta para salir.

La tomó del brazo y la hizo girar para dejarla frente a él.

La miró con deseo. La besó de manera desenfrenada. Mordisqueó sus labios e invadió la boca de ella con su lengua. Pronto Leliel comprendió el ritmo de su beso, entonces sus lenguas danzaron con un ritmo propio.

Sintió su erección crecer y golpear en su vientre. Esto la excitó mucho más. Con sus manos delineo cada músculo de su espalda y arañó suavemente la piel.

Enredó sus dedos en el cabello de él, tironeando suavemente.

Rhage acariciaba como un poseso la suave piel de Leliel, delineó cada curva de su cuerpo. Desesperado, abandonó su boca para realizar un camino de besos hasta su cuello, mordió y tironeó la piel, lo que hizo que Leliel gimiera. Bajó un poco más para encontrarse con sus pechos, mordisqueó sus pezones por encima de la ropa.

Ella estaba entregada, a su merced.

Él no pudo contenerse mucho más, entonces la tomó de las caderas y la subió al mármol del lavabo. Hizo que ella rodeara sus caderas con sus piernas. Leliel sintió profundamente su erección, sintió como su cuerpo reaccionaba ante su miembro.

Rhage quiso retirar su ropa interior.

Ella sintió como su cuerpo hervía, tenía la sensación de que pronto iría a estallar. Entonces el miedo la invadió.

—Rhage, no —dijo tirándolo hacia un costado. Abrió con torpeza el grifo de agua fría y se metió bajo la lluvia del baño.

Él observo incrédulo la escena, pero se obligó a reaccionar. Se colocó un pantalón de gimnasia.

—Leliel —llamó de manera suave—. Lel —dijo acercándose un poco a ella y tocando su brazo. Estaba hirviendo. Lo sentía hervir pero no le hacía daño alguno. Entonces entró a la bañera con ella y la abrazó, a pesar de las protestas de la hembra—. Shhh, estoy aquí. No me va a pasar nada, leelan, porque tú no quieres lastimarme —dijo con un suave tono, mientras acariciaba su cabello.

Ella asintió con los ojos llenos de lágrimas.

—Perdón… yo… no… Perdón —dijo escondiendo su cabeza en el pecho de él.

Rhage acarició su corto cabello rubio.

—Voy a buscar algo para secarte —dijo besándola en la mejilla.

Después de unos minutos ambos estaban en la cama. En silencio. Haciéndose compañía mutuamente.

Ninguno había emitido palabra cuando salieron del baño. Fue Leliel quien rompió el silencio.

—Sabes, es la primera vez que estoy tan cerca de alguien. No quise arruinarlo todo, pero no sabía si te estaba quemando. Tuve miedo de herirte —dijo ella que tenía el mentón apoyado sobre el pecho de Rhage, mirándolo con los ojos vidriosos.

Rhage sonrío, besó la palma de su mano.

—Soy más que consciente que jamás me harías daño. Bueno, exceptuando cuando te encerré en el gimnasio, entre otras situaciones como…

Ella lo interrumpió.

—Bien, bien, entendí —Leliel besó el torso desnudo de él—. Eres muy bueno —dijo acariciando su rostro—. ¿Qué es lo que hiciste para merecer tal castigo? —Preguntó un tanto curiosa.

Rhage sonrío con melancolía. Se tensó cuando los recuerdos lo golpearon en su mente. Ella sintió como su estómago se encogía al sentir la cantidad de emociones que invadían a Rhage. Quería observar en su mente todos aquellos recuerdos, pero se limitó a esperar a que él le contara.

—Maté a un búho.

Leliel arqueó una ceja.

—Sabía de su pasión por los pájaros, pero nunca llegue a pensar que fuera a tal extremo.

Rhage le sonrió y besó sus labios.

—En verdad, hice algo más, pero digamos que matar un pájaro fue la gota que derramó el agua del vaso —ella lo observó expectante. Rhage hizo una pausa durante largo rato—. Cuando era joven, después de mi transición, digamos que era incontrolable. Tenía mucha fuerza y energía, pero lamentablemente era estúpido cuando la utilizaba —él volvió a meditar las palabras—. O sea, no era malo solo… era muy tonto. Además de mujeriego —dijo un tanto avergonzado—. Dormía con mujeres que eran las shellans de otros hombres. Jamás fue la intención joder a nadie, sólo tomaba lo que se me ofrecía —él negó con la cabeza—. Era un desastre, me alegra que no me conocieras entonces.

Leliel sintió como se formaba un nudo en su estómago, sabía de primera mano lo que era ser un desastre en la vida.

—Antes de entrar a la Hermandad me encontré con una mujer. Digamos que la quería, pero ella no quería saber nada de mí hasta que fui alistado por la Hermandad. Entonces cambió. Los guerreros la excitaban. Sólo quería estar con alguno de los hermanos. Entonces una noche la llevé al bosque y para impresionarla le mostré mis dagas y armas. Ella jugaba con mi rifle y de repente se le cayó de las manos. Escuché que algo golpeaba sobre el suelo. Era un búho, y cuando lo tomé en mis manos pude sentir su ligero peso. Siempre me decía que porque no quería hacer daño, nada de lo que pasara era culpa mía, pero en realidad me di cuenta de que por mi descuido, el pájaro había muerto, yo era responsable aún cuando no fui el autor de la muerte —se aclaró la garganta—. El búho era tan frágil y pequeño comparado conmigo que se desangró y murió. Estaba buscando donde enterrarlo, cuando la Virgen Escriba llegó. Estaba lívida. Tomó el cuerpo de mis manos y le devolvió la vida al pájaro. El alivio que sentí cuando aquel pájaro voló fue enorme, pero ese alivio duró muy poco tiempo, porque entonces ella me miró. Me maldijo y desde entonces, cuando me descontrolo, la bestia sale. Con el paso del tiempo le fui encontrando el lado positivo, o sea, me ha enseñado a regular mi energía, mis caprichos, a respetar las consecuencias de todas mis acciones —se rió un poco—. Sé que ella me odia, pero al final me hizo un favor —dijo guiñándole un ojo—. Igual, creo que tendría que aprender a negociar, ¿no? Porque maté un pájaro y conseguí una bestia.

Leliel negó divertida por el buen humor de él.

—Digamos que no estás tan equivocado. ¿Y tiene fecha de caducidad el castigo o te acompaña hasta los últimos días como el mío?

Rhage sintió una punzada de dolor, sabía lo molesto que era tener que convivir con el dragón, pero al final ya se había acostumbrado y hasta podría decir que lo tenía un poco controlado, pero ella tendría que vivir siempre así.

—Mmm… Me quedan noventa y un años más de convivencia. Luego desaparecerá —estas últimas palabras sonaron a melancolía.

Ella iba a hacer una acotación, pero prefirió callar.

—Descansa Rhage, que en unas horas tendremos que salir de la habitación —dijo sonriéndole.

Él besó suavemente sus labios.

—Quiero dormir contigo las noches siguientes —dijo casi en forma de suplica—. Poder sentir tu aroma cada noche. Tan solo dormir, Leliel —aclaró cuando sintió la confusión arremolinarse en la mente de Leliel—. Sólo quiero tenerte siempre conmigo, no me molesta esperar.

Ella sintió que podía morir en ese mismo momento. Rhage era el macho más dulce que jamás había conocido. Iba a buscar la forma de poder complacerlo…

—Después lo hablamos, ¿sí? —Dijo besando sus labios—. Ahora descansa, mi pequeño grandote.


Continuará....

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