sábado, 3 de octubre de 2015

Las protectoras de la noche. Capitulos 6 y 7 .



CAPÍTULO 6


Cuando Kytara sintió el sufrimiento de Raysa pudo percatarse de que ninguna de ellas se había alimentado todavía.
Otra vez sentía ese dolor en la boca del estómago, ahora sabía que era… hambre.
Pero tenía un pequeño problema, o mejor dicho, un "gran problema".
En el pasado su madre había sido la mano derecha de la Virgen Escriba, cuando fue entregada a su padre nadie pensó que se fueran a enamorar y vivieran de forma tan apasionada ese amor. Todavía se le sonrojaban las mejillas al recordar cuando Kasim llegaba a casa e iba en busca de Shanna, esa adoración que se leía en sus ojos hacia su shellan, en esos momentos solo existían ellos dos.
Una lágrima cayó por su mejilla, no era justo que un ser tan despreciable e inmundo lo destruyera todo.
El Omega le había quitado a su padre y a la vez a su madre, porque ésta no pudo soportar seguir viviendo sin su amado Kasim, olvidándose de la hija que tanto los amaba.
Al morir ellos y no tener familia directa, la Virgen Escriba se hizo cargo de su educación, ya que era lo único que le quedaba de su vieja amiga.
Al principio de su educación se la instruía para ser una Elegida, como dictaban las reglas. Pero al cumplir los trece años algo cambió en Kytara e hizo que se truncara ese destino y acabara siendo entrenada para ser una guerrera.
Por esas cosas de la vida, una noche le presentaron a tres hembras, dos rubias y una con el pelo negro, una seguía siendo una adolescente según los cómputos de su raza y las otras dos ya eran adultas que habían pasado la transición. Todas eran diferentes entre sí, pero a la vez eran iguales.
Se les podían leer en los rostros diferentes niveles de odio, desconfianza y tristeza. No querían estar allí pero el destino había actuado con ellas igual que con Kytara, como descubrió más tarde.
Y la tomaron como si fuera su hermana menor.
Las cuatro compartían un camino que tenían que recorrer, debido a sus padres, ya que ellos habían sido los mejores guerreros de la Hermandad, elegidos para proteger el futuro de la raza.
La Virgen Escriba había estallado en ciega furia al ver el cambio producido en Kytara, ya que no quería a entregar a una futura Elegida así como así. Así fue como llegaron a un acuerdo.
En las manos de la Virgen Escriba estaba elegir al macho que la alimentaría y jamás sería tocada sexualmente, ya que su virginidad acabaría siendo consagrada a ella.
¡Menudo pedazo de porquería sagrada!, se dijo mentalmente.
—¿Kytara?
No podía ser, ya iban dos veces que se lo encontraba. ¡Joder!, pensó.
—¿Si? —Se giró para poder hablar mejor.
Gran error, sintió una patada en el estómago. Aliméntate.
—¿Te sucede algo? —Le pregunto Butch a una pálida guerrera.
—No, nada, todo está bien —y otra puntada más aguda.

¿Estás segura? Entonces, ¿no hay ningún problema si me acompañas a ver a la Virgen Escriba?
—¿Acompañarte? ¿Es qué no conoces el camino?
—¡Ja! Graciosa…
—Sí, lo sé.
Butch se cruzó de brazos en señal de cansancio, no le gustaba discutir con ella, y menos ahora que la veía pálida y frágil.
—Bueno, no me has dicho por qué te tengo que acompañar.
—Lo pidió la Virgen Escriba, que fuéramos ambos lo antes posible.
—¿Y por qué tenemos que hacerlo? No veo el motivo.
—Yo tampoco pero fue lo que mandó a decir con Wrath.
—No en… ¡Ay!
Una fuerte puntada la dobló en dos, haciendo que cayera de rodillas tomándose con las manos el estómago.
¡No, ahora no!
Al ver esto Butch se arrodilló frente a Kytara agarrándola de los brazos y mostrando en su rostro la preocupación.
—¿Qué te sucede?
—Nada que sea tu incumbencia —le dijo mordiéndose los labios, podía oler su sangre llamándola, ya no lo podía soportar.
Trató de pararse pero sentía como gelatina las piernas.
Entonces Butch no lo aguantó más y la tomó en sus brazos.
—¡Bájame! ¿Qué te piensas que soy? ¿Una pobre Elegida indefensa?
—No, eres una guerrera que en este momento se siente débil y que no puede valerse por sus propios medios.
Y echó a andar por los pasillos de la mansión sosteniendo a Kytara, que en sí no pesaba nada. Era como una muñeca en sus brazos, una sexy muñeca, con la que con gusto jugaría un buen rato. Ella nunca lo permitiría, no entendía esa aversión que sentía hacia él. Por un segundo sentía que le correspondía pero al siguiente lo detestaba como si fuera una rata.
La miró disimuladamente, tenía la cabeza apoyada en su hombro con los ojos cerrados, se veía tan tranquila, serena, con una mano apoyada en su estómago como tratando de controlar algo, ¿pero qué?
Por fin llegaron al jardín de la Virgen Escriba, la buscó con la mirada y la vio sentada al lado de una fuente rodeada de decenas de aves, parecía que ambas especies estaban cómodas entre sí.
Kytara abrió los ojos y vio el jardín.
Nada había cambiado.
El blanco de los árboles y el césped era el mismo que hace tanto tiempo atrás, la fuente en la que se sentaba y la ayudaba a serenarse contra la injusticia de su vida seguía igual, al contrario de su vida.
Butch la bajó.
Ella lo miró y con un gesto de la cabeza le agradeció su delicadeza, luego se encaminó hacia la Virgen Escriba, con él pisándole los talones.
—Aquí nos tienes, ¿qué deseas?
—Kytara, hija de Kasim y Dhestroyer, descendiente de Wrath hijo de Wrath. Bienvenidos, me alegra saber que mi mensaje fue recibido —dijo ignorando la pregunta de Kytara, ya que no era propensa a responderlas.
—Mi Señora —dijo Butch haciendo una leve inclinación en muestra de respeto, algo que le costaba recordar ya que era muy nuevo en todo esto.
Vishous lo estaba ayudando a aprender cada gesto o comentario que debía hacer frente a ella. Desviando la mirada vio a la guerrera cruzada de brazos en pose despreocupada y aburrida de la situación.
—Tus modales mejoran cada día que pasa, guerrero, los hermanos te aconsejan bien. En cambio, otros, al pasar los años se vuelven más impertinentes, ¿no es así, Kytara?
—Puede ser, nunca me lo planteé… no es algo que me quite el sueño —le dijo con una falsa sonrisa en el rostro.
Carraspeando disimuladamente Butch trató de desviar la atención de la Virgen Escriba, temeroso del daño que le pudiera hacer a Kytara.
—Kytara como te habrás empezado a dar cuenta, tus ansias de alimentarte se han despertado, ¿recuerdas lo que eso significa?
—Sí —dijo con veneno Kytara, con sus manos sosteniéndose el estómago, ya no lo soportaba más.
—Te tienes que alimentar.
—¿Y a quién has elegido? —Le dolía hacer esta pregunta, ya que demostraba que su libertad estaba cortada por los caprichos de Su Santidad.
—Eso ya lo has hecho tú, ¿no es verdad? —Atacó la Virgen Escriba.
Su condena ahuyentó a los pájaros que bebían y se bañaban en la fuente.
—¡No es verdad! —Contraatacó Kytara.
El aire a su alrededor se sintió pesado, el cielo que se veía de un límpido azul fue cubierto por nubes negras y sobre ellos empezaron a danzar truenos y relámpagos, que iluminaban la escena. Un viento empezó a azotar las plantas y los árboles como queriendo imponer su presencia.
Butch era un mudo testigo del intercambio de palabras, no podía creer lo que sucedía, miró a la pequeña guerrera, estaba lívida de furia, sus manos estaban cerradas en forma de puños, sus labios apretados y sus ojos… habían cambiado de color. Ya no eran los azules cristalinos que tanto le atraían, se habían transformado en unos violetas tormentosos como la vez anterior en la biblioteca. El aire, el viento, todo tenía una conexión con ella… ¡los controlaba!
—¡Mocosa impertinente! ¡No te atrevas a jugar conmigo! ¡Yo sé lo que pasó en esa cocina!
De repente el aire se congeló, como si nunca hubiera pasado nada.
—¿Cocina? —Lo había olvidado—. Esto… Bueno, en sí, no fue nada —dijo Kytara, mirando simultáneamente Butch y a la Virgen Escriba.
—¡Perdón! ¿Cómo que no fue nada? —Dijo un ofendido Butch, esto era último que iba a soportar de Kytara.
—Eso… nada —remarcó la guerrera.
—Ok, Su Santidad, me retiro. Digamos que estoy cansado de soportar a una pequeña… comadreja.
—No, Dhestroyer, tu papel en esto recién comienza ya que al tocar a una guerrera que fue consagrada a mí, sellaste tu destino.
—¿Qué papel? —Preguntó sumamente preocupada Kytara, esto no le gustaba nada.
La Virgen Escriba miró fijamente a Butch y sentenció.
—Dhestroyer, descendiente de Wrath hijo de Wrath, desde hoy serás el encargado de alimentar a Kytara antes conocida como Aire hija de Kasim y la Elegida Shanna.
—¡No! —Gritaron a la vez los guerreros.
No, esto no puede estar pasando, pensaba desesperada Kytara, es una pesadilla. De todos los machos de la raza, tenía que ser él. Si le había sido difícil resistirse en la cocina no quería imaginarse cómo sería alimentarse.
La pequeña y luminosa figura vestida de negro continuó hablando como si no existieran esos dos guerreros con cara de haber visto un fantasma.
—Espero que recuerdes, Kytara, que se hará como fue acordado, frente a una de mis sirvientas, pero analizando la situación ya vivida por ambos, tendrá que ser frente a mi Directrix. Viendo que en cualquier momento te desmayarás sugiero que partan hacia la recámara donde ella los aguarda. Ya estoy cansada de sus presencias.
Y con esto los teletransportó a dicha recámara donde en una silla estaba sentada una mujer vestida con una túnica blanca.
La Directrix.
—Mi señora y mi señor, espero que la estancia sea de su agrado —dijo esto mientras hacía unas reverencias y mostraba con la mano toda la habitación.
Pero los guerreros lo que menos miraban era la habitación, cada uno estaba sumido en sus pensamientos.
Para Kytara esto no podía estar pasando, no quería que fuera él, pero en el fondo de su alma lo había sabido apenas lo tocó, todavía no había podido sacarse de la boca el sabor de su beso, su primer beso, y ahora tenía que alimentarse de él.
Butch estaba atónito, no podía creer su buena suerte, ahora más que nunca agradecía ser irlandés y tenerla.
Miró a la pequeña guerrera y por la expresión de su cuerpo no estaba muy conforme que digamos, mejor dicho, parecía que odiaba la situación. Bueno, mala suerte para ella, ya que la palabra de la Virgen Escriba era determinante y sagrada.
—Bueno, ya estamos aquí, ¿dónde quieres que lo hagamos?
—¿Que hagamos qué? —Preguntó confundida.
—Alimentarte… ¿O quieres otra cosa? Pero recuerda que va a ser con público. No soy mojigato pero de esa manera no me interesa.
—¿¡De qué demonios estás hablando!? —Se exasperó Kytara, cuando de repente entendió su comentario—. Pedazo de estúpido, ¿qué te piensas que soy, una ramera necesitada? —Y se lanzó sobre él tratando de lastimarlo, y esto fue demasiado para Butch, que la abrazó y la atrajo hacia su cuerpo, ahora más que nunca sentía su debilidad, su ansias de alimentarse, su cuerpo llamándolo. Mía.
—Bueno, Kytara, ya es hora, estás muy débil y por lo que te conozco detestas mostrarte de esta manera. Toma mi sangre, ¡ya!
Los dolores en la boca del estómago eran cada vez más fuertes, ya no aguantaba más, durante todo este tiempo trató de disimular, pero él tenía razón.
Ya era la hora.
Lo miró, sus colmillos se alargaron y su boca tomó el control por ella.
Se fue acercando lentamente al cuello de Butch.
Con la punta de su lengua tocó su tibia piel y lo sintió temblar, sus brazos se cerraron más en torno a ella, temiendo que escapara. Sus manos que estaban apoyadas en el pecho del guerrero se cerraron como garras, en señal de no querer soltar a su presa.
Ella estaba jugando a atormentarlo, retrasando el momento. Quería descubrir hasta donde llegaría.
Un fuerte gruñido, le hizo saber que al guerrero no le gustaba.
Entonces soltando una risita lo mordió y comenzó a emanar el alimento tan vital.
¡Por lo más sagrado! Nunca había bebido una sangre tan dulce, tan espesa, seductora al paladar, en ese momento se olvidó todo.
Sus manos cobraron vida y recorrieron el pecho de Butch, subiendo lentamente, memorizando esos músculos duros, y tomando el pelo de la nuca lo atrajo más hacia su boca, no lo quería soltar jamás.
Butch sintió que estaba en el paraíso, su cuerpo se endureció de pasión cuando le clavó los colmillos. Mía. Él se encargaría de que fuera de esa manera, sabía que iba a tener un largo camino, pero esto se realizaría, sería suya. Con unas de sus manos tocó el cuello de Kytara, sintió el lento ritmo de su garganta tomando su sangre, alimentándola, saciando esa sed. Se prometió que pronto ella tomaría su lugar. Muy pronto.
Con un suspiro, Kytara dejó de beber, paso su lengua lentamente para que cicatrizara los pinchazos, miró a Butch.
—Gracias, Butch.
Era la primera vez que lo llamaba por su nombre y no sonaba tan raro.
Una sonrisa cruzó por el rostro de Butch.
—Cuando quieras, Kytara.
Entonces se percató que una gota de sangre había quedado en sus labios, lo estaba llamando y no se podía resistir.
Bajó sus labios lentamente, y cuando estaban por hacer contacto con los de Kytara, se escuchó una voz.
—Amos, ¿han terminado? —Pregunto la Directriz, interrumpiéndolos.
Butch levantó la cabeza y la liberó.
—Sip —dijo una colorada guerrera.
Se sentía desilusionada por el beso que no fue. ¿Desilusionada?
—Muchas gracias por aguardarnos.
—Es mi deber —dijo humildemente.
—Entonces nos retiramos, hasta la próxima.
Tomó del brazo a Kytara y se desmaterializaron hacia la mansión.
—Bueno, llegamos —comentó Kytara tratando de recuperar su brazo.
—Sí… pero tenemos algo pendiente.
Tiró de ella y le plantó el beso que había quedado pendiente.
Con su lengua abrió la boca de la guerrera y empezó a recorrer cada parte de su paladar, sus brazos la encerraron por precaución por si quisiera escapar, sus manos recorrieron la espalda bajando hasta su trasero firme, y con una leve presión lo tiró para adelante, para que se percatara del deseo que había despertado. Ella no se resistía. Mía, gritó su alma. Una de sus manos empezó a subir, necesitaba tocar sus pechos, sentir como con sus caricias se endurecían sus pezones, clamando por sus labios.
Kytara solo se dejó llevar, no le importó que la Virgen Escriba se enterara de esto, no le importó más nada.
Acercándose más a Butch, empezó a recorrer su pecho, sus manos subían y bajaban, deteniéndose en sus abdominales, ¡por la Virgen!, era todo músculo.
Cuando sintió la mano sobre uno de sus pechos, se creyó morir y profundizó el beso.
¡Detente!, gritó su alma.
Con temor, se soltó del apasionado abrazo.
—¡No! Lo siento, pero no puedo.
—Como que no p… —la frase fue cortada por la llegada de las demás guerreras, que los miraban de forma extraña.
—Aire nos vamos a un bar, ¿quieres venir? —Preguntó Leliel algo divertida.
—¡Ok! Vamos, tengo ganas de tomar algo esta noche —agradeció en silencio a sus hermanas el haberla rescatado, todavía era muy pronto para analizar lo que acababa de pasar.
Entonces las cuatros guerreras se fueron caminando, dejando a un sorprendido Butch.
—¡Pero a qué demonios juega! —Le gritó a la nada de una manera frustrante.


—Hermanas, hemos llegado —anunció sonriendo Raysa.
—¿Y a dónde hemos llegado, si es que se puede saber? —Preguntó Nessa, recorriendo con la mirada la fachada del edificio.
—ZeroSum —Kytara señaló el cartel brillante de la entrada del bar.
—Bueno, ¿y qué esperamos para entrar? ¿Una invitación? —Leliel se frotaba las manos sobre los pantalones, reprimiendo sus ansias de jugar con sus pequeñas llamas.
Las cuatro guerreras se dirigieron hacia la entrada del bar, no les costó nada ingresar.
Hacía unos días, Fritz les había dado unas tarjetas con sus respectivos nombres, explicándoles para qué servían y en qué situaciones debían usarlas.
Tuvieron que esforzarse para acomodar la visión dentro del lugar, la música sonaba muy fuerte y las luces lastimaban un poco sus ojos.
—Por todos los cielos, ¿la gente se divierte en este lugar? —Preguntó Leliel frotándose la cabeza y despeinando su cabello.
—Además, definitivamente este sitio es muy pequeño —dijo Nessa mientras luchaba para evitar todo contacto posible con la gente.
El lugar estaba atestado de personas, no se sabía cuáles eran humanos y cuáles vampiros.
—¿Se puede saber en dónde están las bebidas? —Soltó Kytara, corriéndose del camino de un par de borrachos.
—Supongo que por ahí —dijo Raysa señalando la barra.
—Ni modo… Olvídate de que me meta en ese tumulto de gente —dijeron Nessa y Leliel juntas, quiénes se miraron divertidas y comenzaron a reírse.
—Es igual, sigo con la idea de volver a la mansión —dijo Leliel superada por la situación.
—¿Necesitas ayuda? —Preguntó una voz masculina detrás de Kytara.
Otra vez, ya con esta era la tercera vez que la tomaba desprevenida.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Le preguntó desconfiada.
—Nada en especial. Vine con algunos de los hermanos para distendernos un poco —dijo Butch encogiéndose de hombros como si nada.
—¿Distenderse? En nuestros tiempos no teníamos ese privilegio ya que nuestra raza dependía de nosotras —dijo con burla Nessa.
—Pobre de ti, ya comienzo a sentir lástima —dijo Zsadist, para luego seguir hasta la zona VIP, le jodía como mil demonios venir al lugar, pero necesitaba tener un poco de acción esa noche.
—Como sea —dijo Leliel—. Me voy… Es demasiado para mí todo esto.
Raysa la agarró del brazo.
—No te vas a ningún lugar. Vinimos por algo para tomar, y así lo vamos a hacer.
Phury se rió ante la escena
—¿Por qué no vienen con nosotros?
—Vengan y compartiremos unos tragos como muestra de paz —comentó un sonriente Rhage, que llevaba colgando de uno de sus brazos una pelirroja bastante exuberante, que parecía tener problemas con sus manos, ya que no dejaba de toquetear al guerrero.
Y el muy idiota se dejaba hacer complacido, ya que su rostro mostraba la dicha de los machos que disfrutaban del lujo de haber tenido sexo… porque era eso, sexo, nada de hacer el amor, ese sentimiento no cabía en un revolcón de un momento.
—Prefiero ser extra crujiente al amanecer antes que compartir la mesa con un híbrido —dijo Leliel desafiante mientras pasaba al lado de Rhage.
Todos se quedaron con la boca abierta. Las demás hermanas la siguieron. Nadie entendía nada. Por un momento, todos creyeron que habían llegado a una especie de tregua. Butch quiso ir detrás de Kytara, pero el brazo de Wrath lo detuvo.
—Déjalas.
—¿Por qué? —Preguntó el poli sin entender nada.
Vishous que se estaba acercando a la pequeña reunión alcanzó a escuchar el comentario de Leliel y la partida de ellas y solo contestó:
—Es simple, ¿cómo te sentirías si te durmieran por cinco siglos y te despertaras en un tiempo que no es el tuyo?
—Supongo que… —hizo una pausa, meditando la situación—. Bien, bien, me rindo —dijo mientras se internaba en el bar junto con los demás.
—A menos que alguien haya jodido por demás la situación, solo queda esperar que se acostumbren a estos tiempos —dijo Wrath mientras seguía con detalle cada movimiento de Raysa.
—No que sepamos, aunque Z no está manejando bien la situación —comentó preocupado Phury, en este poco tiempo, Zsadist no se había encontrado con Nessa para darle su entrenamiento y esto ponía en riesgo la paz de la mansión, dudaba mucho que las demás guerreras no estuvieran al tanto de la situación y pudieran interpretar como un desaire hacia su hermana.
—¡Demonios! Tendrías que hablar con Z.
Los hermanos tomaron la mesa de siempre, mientras que Phury había desaparecido para hablar con Rehvenge, el dueño del lugar.
Wrath y Butch solo enfocaban la mesa donde estaban aquellas guerreras que les quitaban el sueño, mientras Vishous los observaba muy divertido.
—¿Y si tan solo van hasta allá, las ponen sobre sus hombros y se las llevan a su cuarto?
Ambos lo miraron con desaprobación
—¡Oh! Disculpen si no me parece para nada entretenido verlos babear sobre la mesa.
Butch lo miró.
—Muérdeme el culo —dijo bebiendo de un solo trago su whisky.
—Creo que no es a mí a quien tienes que pedírselo —dijo V divertido.
—Hermanos, calma, ¿por qué no va uno y trata de ver si necesitan ayuda? —Dijo Wrath, ya que quería saber cómo estaba tomando todo esto Raysa, la guerrera lo preocupaba.
—Si tanto les interesan, por qué no van los dos, mean a su alrededor para marcar el territorio y listo —dijo Z.
Wrath gruño.
—¿Qué? Ustedes están comportándose como si estuvieran en celo, no yo.
Rhage volvió a la mesa con la camisa desarreglada fuera del pantalón, se sentó en una silla al lado de Wrath y bebió su Red Bull.
—¿De qué hablan? —Preguntó tranquilo.
—Los chicos se pelean por quién va a ir a ver como están las hembras —dijo Vishous revolviendo su vodka.
Él sonrió y se levantó.
—Entonces voy yo.
En el camino, se volvió a topar con la mujer con la que había estado antes, cosa que no paso desapercibida para Leliel, quien comenzó a sentir como todo su cuerpo empezaba a quemar.
—Lel… ¡Lel! —Llamó por tercera vez Kytara.
—Vamos, mujer, no puedes vivir distraída siempre —se quejó Nessa.
—¿Eh? Perdón, lo siento… Ya les dije que tendría que haberme quedado en la mansión —dijo despeinándose su corto cabello que comenzaba a tornarse rojo furia.
—Otra vez con lo mismo —dijo exasperada Raysa—. Dijimos que esta salida la necesitábamos después de todo lo que nos ha pasado.
—Pero al final resultó mal —respondió Nessa tomando un trago—. Para la próxima nos vaciamos las cervezas en la mansión.
—Basta. Ya les pedí perdón —dijo Leliel un tanto molesta, entonces vio que Rhage volvía a desaparecer con aquella pelirroja—. ¡Maldición! —Gritó cuando una de sus manos, a pesar de tener los guantes de protección, dejó una marca en la mesa—. Me voy… —dijo saliendo lo más aprisa que pudo del lugar, evitando el contacto con cualquier persona para no lastimarla.
Estaba tan ciega en su furia que no escuchaba los gritos de sus hermanas llamándola, solo pensaba en salir y volver a la mansión. No le importaba como, pero quería irse. Y perder de vista a ese estúpido.
—Idiota… eso es lo que soy… una completa idiota —se reprendía en voz alta Leliel mientras caminaba con paso presuroso. Había salido del bar, donde estaba con las demás guerreras, después de haber visto como Rhage hablaba con una humana que se le había insinuado—. Porque yo he podido estar algunos siglos dormida, pero a mí nadie me va a quitar de la cabeza la maldita idea de que el muy estúpido es un Don Juan —dijo mientras caminaba de un lado a otro. Había desistido de tomar una cerveza tranquila cuando se dio cuenta que si seguía en ese lugar terminaría convirtiéndolo en llamas.
Leliel necesitaba calmarse o acabaría siendo cenizas y eso le traería problemas, ya que cuando volviera a tomar forma nuevamente tardaría días en volver a recuperar toda su energía. Agradecía el hecho que era fuerte y no necesitaba alimentarse tan seguido como el resto, pero en algún momento tendría que ver de quién iba a hacerlo.
—¡Maldición! —Gritó nuevamente exasperada—. ¿Por qué demonios no me dejaste durmiendo? —Preguntó al aire.
—Con que aquí estabas —dijo una voz masculina—. Te estaba buscando, no te vi cuando te fuiste —dijo un tranquilo Rhage.
Todo su cuerpo reaccionó al escucharlo, había una mezcla de sentimientos que ni ella misma podía entender. Él la dejaba indefensa
—Supongo que si no hubieras estado entretenido con esa humana, te habrías dado cuenta que ya no estaba en el lugar —las palabras salieron mucho antes de que cayera en la cuenta de la escena que le estaba haciendo.
Él mostró una sonrisa triunfadora, ahora sabía la verdad de los sentimientos de ella, pero eso no le hacía el trabajo más simple. Después de su primer encuentro había estado distante, con una actitud muy fría y aislada frente a él.
—¿Me parece a mí o me estás haciendo una escena de celos? —Preguntó mientras se acercaba lentamente como si fuera un depredador a punto de cazar a su presa.
Leliel ya no tenía control sobre su cuerpo, mucho menos sobre su temperatura corporal. Le quemaban las manos y la ropa comenzaba a molestarle… lo agarró del hombro por lo que Rhage sintió como la quemadura traspasaba la ropa y llegaba a su piel, entonces lo hizo a un lado para darle batalla a los lessers que habían aparecido en el callejón.
—Cuando dejes de pensar en ti mismo, podrías echarme una mano, ¿no? —Dijo mientras carbonizaba a dos lessers a la vez tan solo tocándolos con las manos.
Rhage se mantuvo a un lado, habían quedado que él no interferiría en su primera batalla para saber cuánto podía tolerar.
Observó en detalle cada movimiento, jamás pensó que ver una mujer peleando podría llegar a excitarlo de tal manera.
Leliel sentía como su temperatura comenzaba a sobre pasar los límites, estaba muy próxima a hacer una combustión, lo sabía porque su ropa era bastante resistente a sus olas de calor, pero ya pronto o bien quedaría desnuda porque su ropa habría sido consumida por el calor de su cuerpo, o bien terminaría echa un montón de cenizas.
Tan solo le faltaba matar al lesser que tenía en sus manos, pero sabía que después de él, terminaría ella. Por lo que se giró en busca de Rhage y le dijo:
—No permitas que las cenizas se esparzan —él la miró sin comprender.
De pronto su cuerpo se convirtió en una llama viviente, el lesser que estaba por matar se desintegró en el aire. De su garganta escapó un fuerte chillido, como si un halcón estuviera sufriendo.
Rhage observó la escena desconcertado, sin poder creer lo que estaba viendo. Jamás había sido espectador de sus transformaciones pero sabía lo desgarrador que se sentía. Ahora se preguntaba cómo se sentiría ser quemado vivo cada vez que perdiera el control.
Podía observar en el rostro de ella el dolor, y quiso acercarse para intentar ayudarla, pero ella levantó la mano y lo envió directo hacia una pared haciendo que se estrellara contra ella.
Con éste último esfuerzo hizo combustión iluminando el callejón con llamas tan altas como el edificio, para luego darle paso nuevamente a la oscuridad habitual del lugar. Cuando su visión nocturna se volvió a acomodar, encontró tal como ella había dicho un montículo de cenizas.
La furia se apoderó de él, hacía días que no peleaba ni mucho menos podía descargar su energía con una mujer. Debía mantenerse lo más calmado posible si quería ayudar a lo que quedaba de ella.
Rhage no notó siquiera que ya no estaba solo en el callejón, hasta que Kytara tocó su hombro
—¿Qué le pasó? —Preguntó asustado y confundido. Tenía miedo de saber la verdad, de saber que la única mujer que le había interesado en todos estos siglos estuviera muerta.
—Observa y entenderás —dijo Nessa que estaba junto a Raysa. Las cuatro sabían cuanto le dolía a Leliel hacer combustión, y el hecho de que siempre quedara débil y algunas veces necesitara días para volver a sentirse bien. Pero eso era algo que solo ellas sabían.
Las cenizas comenzaron a tomar vida nuevamente, se estaban encendiendo poco a poco. De entre ellas una bola de fuego se elevó, en la que se podía observar el cuerpo inerte de Leliel. La bola destelló y el cuerpo de la mujer se estrelló contra el suelo del callejón.
Rhage corrió a donde había caído, se quitó el abrigo que traía puesto y cubrió el cuerpo desnudo de ella, apenas si respiraba lo que era un muy mal signo.
Las tres guerreras se miraron entre sí preocupadas, sin saber qué hacer.




CAPÍTULO 7


Rhage la tomó en sus brazos y giró para mirar a las guerreras.
—Vuelvan al bar, la voy a llevar conmigo a la mansión —dijo aún aturdido por lo que acababa de ver, pero sin perder la postura firme.
Raysa iba a protestar, pero Kytara le tocó el brazo de modo que cerró la boca.
—Simplemente necesita descansar —se limitó a decir Nessa para luego enviarle una mirada de desaprobación a su hermana.
Rhage la tomó en brazos, la metió en su coche y la llevó a la mansión.
Una vez allí, entró a su cuarto, la colocó sobre la cama y fue hasta el baño. Dejó correr el agua hasta que estuvo a una temperatura adecuada.
La observó dormir, su rostro demostraba lo agotada que estaba. Era hermosa. Tenía la apariencia de estar tranquila y relajada, todo lo contrario a lo que era verla en acción frente a los lessers o cuando estaban entrenando.
—Simplemente perfecta —susurró con sus labios acariciando sus mejillas.
La tomó en brazos y la llevó al baño. Ahora disfrutaría bañándola, pero mañana tendría que escucharla reprochándoselo y eso en estos momentos no le interesaba.
La colocó dentro de la bañera. Comenzó a enjabonarle la piel, se sentía tan suave. Tenía el cuerpo más hermoso que jamás hubiera visto, era una mezcla de sensualidad y fuerza. Sus piernas trabajadas, su abdomen marcado. Tenía unos pechos hermosos, no eran grandes ni pequeños, simplemente tenían el tamaño perfecto para él. Rhage podía sentir como su erección apretaba en sus pantalones, sacrificaría todo lo que tenía por tomarla, por hacerla suya, alimentarla.
Tomó fuerzas para seguir con el baño, pero esta vez solo se limitó a observarla, alejó todo pensamiento de su mente.

Nessa se dirigió, directamente al cuarto de Leliel, habían quedado preocupadas después de que el gigante se la hubiera llevado, todavía era muy pronto para confiar en uno de ellos, aunque no se le escapó ese aire posesivo que mostró con su hermana.
Golpeando la puerta del cuarto, entró.
—¿Fuego? —No la veía por ningún lado, la cama estaba desarreglada—. Leliel, ¿estás aquí? —Preguntó entrando a la habitación.
¿Donde se metió? Pensó. Estaba girando sobre sus talones cuando escuchó ruidos en el baño, y se dirigió hacia allí.

Una vez que el baño hubo terminado, Rhage la envolvió en una toalla y la tomó en sus brazos. Cuando abrió la puerta se llevó una sorpresa. Ahí se encontraba parada atónita la guerrera del agua, pero él no se dejó intimidar. Secó con mucho cuidado el cuerpo de Leliel y luego la recostó abrigándola con el edredón. A pesar de que manejaba el fuego, estaba tiritando de frío.
—Ella queda así después de la combustión —Nessa habló mirando cada movimiento que hacía Rhage.
—¿Maneja el fuego? —Replanteó la pregunta—. O mejor dicho, ¿el fuego la maneja a ella?
Nessa se acercó a la cama y miró a Leliel, le rompía el alma a cada una de ellas cada vez que la veían sufrir de esa manera.
Levantó la mirada y le dijo:
—Eso pregúntaselo a ella —y se dirigió hacia la puerta—. Pero recuerda esto guerrero: La haces sufrir y te juro que te perseguiremos hasta el mismísimo infierno para destruirte.
Rhage no llegó a responderle nada ya que Nessa desapareció, dejándole las palabras en la boca.
—Guau, sí que son mortales —dijo un poco en serio y un poco con ironía.
Mirando la habitación cayó en la cuenta de que solo había una cama, y él tenía toda la intención de pasar la mañana cuidando a Leliel.
Entonces, tras meditarlo por un segundo, Rhage se acomodó a su lado, pero la habitación de ella era muy fría, supuso que se debía a las altas temperatura del cuerpo de Leliel. Entonces se acobijó debajo del edredón y dejó una distancia razonable entre ellos. Por alguna razón sabía que la guerrera del fuego no iba a estar muy conforme al despertarse junto a un macho sin su permiso. Así que mañana cuando anocheciera, se iría de ahí, simplemente quería pasar la mañana cuidándola.
Leliel se acomodó entre las sábanas, sintiendo nuevamente el calor de su cuerpo. Medio adormecida abrió sus ojos y sonrió cuando vio a Rhage a su lado.
—¿Quieres que me vaya? —Preguntó suavemente acariciándole la mejilla.
Negó con la cabeza y besó la palma de su mano.
—No me dejes sola —pidió en un susurro, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
—Shhh… no llores, te prometo que no me voy a ir —dijo besando suavemente sus labios—. Descansa —dijo, ella sonrió y volvió a cerrar los ojos.
No lo había echado, ni le había gritado… simplemente le había pedido que se quedara con ella, que no la dejara sola.
Rhage sonrió, acababa de romper una barrera.
Entonces se acomodó y acarició su cabello, hasta quedarse dormido.


Wrath miró nuevamente hacia la puerta. Se sintió muy inquieto cuando notó que Raysa no estaba. Si no volvía pronto saldría a buscarla, no se habían marchado porque sus cosas continuaban en la mesa.
Frustrado, bebió de un trago el whisky y dejando a Butch hablando solo, se encaminó hacia la puerta, estaba a medio camino cuando la vio entrar nuevamente. Aun así no aminoró la marcha hasta encontrarse con ellas y tomar suavemente a Raysa del brazo.
Raysa estaba con la mente en otro lado, lo que pasó con Leliel la había dejado muy preocupada. La salida que había sido para distenderse estaba lejos de lograr su cometido, ya que ahora todas estaban nerviosas y preocupadas.
Se sobresaltó cuando sintió que le tomaban el brazo, pero sin mirar reconoció el tacto de Wrath. Se giró y lo miró conteniendo el aliento. Estaba muy guapo. Sin poder evitarlo recordó sus palabras: “Las cosas entre nosotros no volverán a ser iguales por más que lo quieras”. Cerró los ojos mientras las escuchaba en su mente.
—Vamos a hablar —le dijo, acercando su rostro al de ella.
Wrath inhaló profundamente, sintiendo su aroma y eso lo excitó rápidamente.
Raysa miró a Kytara y en el preciso momento en que se iba a negar, la guerrera le hizo señas para que fuera. Demonios, no le daba más alternativa que seguir al macho.
Odiaba tener que acatar órdenes y eso era lo que estaba haciendo. Frenó en seco, provocando que Wrath se detuviera abruptamente al encontrar resistencia.
—No tengo ganas de hablar ahora, Wrath.
El macho se giró y continuó su camino tirando de ella como si nada mientras le respondía:
—No creo que te lo haya preguntado en ningún momento. Además tenemos que hablar, la situación no puede continuar de esta manera —finalizó mientras se paraba y le hacía señas para que se sentara.
Observó rápidamente a su alrededor, en unos segundos la había llevado, por decirlo suavemente, hacia una de las mesas más apartadas del VIP.
Suspiró resignada mientras se sentaba algo nerviosa. No le gustaba que la mesa estuviera tan apartada del resto, ya que el ambiente de cierta forma se volvía muy íntimo y después de lo que había pasado entre ellos no se sentía cómoda, no se sentía segura de sus reacciones, ya que cuando estaba con Wrath se volvía una madeja de emociones, y eso nunca le había pasado.
Cuando el macho se sentó a su lado, se inquietó aún más. Cuando pasó el musculoso brazo por la parte trasera de su silla se tensó levemente y cuando puso una de sus enormes manos de forma descuidada sobre su pierna, guerrera o no, quiso escapar. Sintió como su piel se empezaba a ruborizar en respuesta a su cercanía y, peor aún, sabía que él lo sentía.
Wrath sonrió levemente cuando sintió el cambio en ella, hacía un momento estaba discutiendo con él, y ahora podía sentir como la sangre bullía en el cuerpo femenino, el deseo era tan fuerte como el suyo, y esto lo ponía más duro aún.
Carraspeó incómoda.
—Dijiste que teníamos que hablar. Tú dirás sobre qué —le espetó mientras buscaba por todos los medios la forma de alejarse un poco.
Wrath la miró y se acercó más a ella, aprovechando la ventaja que le brindaba su nerviosismo.
—Te dije que las cosas no volverían a ser iguales, Raysa, no voy a hacer como si no hubiera pasado nada entre nosotros cuando te alimentaste, no voy a ignorar el hecho de que me siento atraído por ti como tú te sientes atraída por mí, simplemente no quiero —le dijo con firmeza mientras deslizaba su mano por la pierna femenina y la acariciaba con movimientos sensuales.
Raysa boqueó ante la ardiente caricia.
—No podemos, Wrath. El hecho de que me alimentara de ti… —no pudo continuar porque el brazo que se encontraba sobre el respaldo de su silla fue utilizado para acercarla más a él, hasta que sus bocas estuvieron a escasos centímetros de distancia.
Wrath miró la boca femenina con anhelo y con el poco control que le quedaba le respondió:
—¿Quién dijo que no podemos, Raysa? Que te alimentaras de mí fue algo que simplemente tuvo que pasar. Es solo cuestión de tiempo hasta que estés en mi cama y con mi esencia en tu cuerpo y cuanto antes lo asimiles mejor para ambos —dijo tomando sus labios y deslizando su lengua con hambre en la boca femenina, explorando, exigiendo.
Raysa gimió mientras le devolvía el beso. Sabía que el macho tenía razón, se sintió tan bien cuando se alimentó de él, era como si hubiera llegado a su hogar, al lugar al que pertenecía. Sus caricias y sus besos hacían que su cuerpo cobrara vida, nunca se había sentido así, ninguna batalla le había provocado eso, ninguna victoria. Mientras le devolvía el beso con ansias, sintió que había encontrado su lugar. Que la Virgen Escriba perdonara sus pensamientos, pero estaba donde siempre debió estar.
No se sorprendió ante la apasionada respuesta de la hembra, eso solo lo excitó más llevándolo al límite.
Mía, gruñó para sus adentros. Pronto…


Esta ya era la primera noche sin Leliel, y la extrañaba. Aunque a estas alturas ya tendría que estar acostumbrada a la combustión de su hermana, Kytara sentía su dolor como si fuera propio, cada una de ellas lo sentía así y el lento proceso de recuperación lo llevaban a cabo cada una de ellas.
Pero ella a cada minuto le mandaba fuerzas y estaba pendiente del gigante que en ese momento había tomado el lugar de enfermero. Desde lo más profundo de su alma deseaba que Fuego al fin encontrara a su otra mitad, que encontrara la fuerza para confiar en el macho, aunque esto último fuera casi imposible.
Apagó el MP5 que le había regalado Fritz un día que la encontró tratando de subir a su cuarto un aparato al que llamaban equipo de música, y que de allí salía un sonido muy bonito y delicado, aunque para él Tarja Turunen no lo fuera.
Empujó la puerta que tenía en frente y se encontró con el exterior de la mansión. No podía negar que era un lugar muy hermoso, caminó bordeándola hasta dar con un campo.
De repente se escucho una explosión. Se tiró al suelo y gateó tratando de encontrar un lugar seguro, en el proceso sacó su daga preferida y se lanzó hacia el enemigo.
—¡Eh! Tranquila, guerrera, guarda esa daga que podrías herirte —le reprochó Butch tomándola por un brazo y tratando de guardar la nueve milímetros que llevaba en la mano.
Se soltó del agarre.
—Ah, eras tú —guardó su daga en la campera—. Pensé que nos atacaban.
—¿Estás de broma, no? —Estalló en carcajadas.
En ese momento reconsideró volver a sacar la daga y usarla con Butch, sentía que su mano en cualquier momento cobraría vida propia.
—¿Qué es lo gracioso, Dhestroyer? —Le preguntó de una manera agresiva y levantando esa ceja que lo volvía loco. Pero ese "Dhestroyer" le cayó como un balde de agua fría.
Se aclaró la garganta.
—¿Empezamos con la práctica? —Ella solo asintió con la cabeza—. Bueno en esta clase puliremos un poco tu habilidad de lucha.
La siguiente hora se trató solo de eso y quedaron de acuerdo que para la próxima le iba a enseñar algo de boxeo. No es que ella no supiera defenderse, al contrario, pero le encantaba eso de la lucha cuerpo a cuerpo.
Cuando Kytara se dirigía hacia la mansión, Butch la tomó del brazo.
—¿Cuándo tienes que volver a alimentarte?
Eso la tomó desprevenida.
—Este… No lo sé, depende del donador, creo —no quería tocar este tema con él, todavía estaba muy fresca en su memoria la alimentación y el beso que compartieron—. Si la sangre es muy pura me dura más de tres semanas, en cambio si no lo es tendría que ser una vez por semana.
—¿De cuántos te alimentaste? —No se dio cuenta de lo que dijo, pero imaginársela tomando de otro macho lo mataba.
Kytara lo miró extrañada.
—¿Perdón… que dijiste? —Y estaba enojada—. ¡¿A ti que te importa?!
—Lo siento, la pregunta estaba de más —más tarde le sacaría la información o no podría vivir tranquilo.
—¿Entonces salimos? —Así sin más, todavía no la quería dejar ir y tenía que buscar una excusa.
—No lo creo, mis hermanas me necesitan —lo dijo apenada, no entendía el motivo de querer pasar más tiempo con él.
Y a él también se lo veía apenado, cosa que la confortó.
—Está bien. Pero no me vas a negar ser tu custodio y acompañarte hasta la mansión.
Lo miró disimulando una sonrisa.
—¿Te parece que necesite uno? Bueno, en estos momentos hasta tu compañía me es grata.
Él hizo una mueca.
—Ese fue un golpe bajo.
Kytara rió.
—Es para que recuerdes que no soy una hembra débil como a las que seguro estás acostumbrado —¿De dónde había salido eso? Y sin esperar una respuesta emprendió el camino hacia la mansión.
—¿Y por qué la Virgen Escriba tiene que seleccionar el macho del cual te alimentarás? —Iba detrás de ella admirando su andar, era orgullosa y pequeña, pero se defendía con una fiereza que en otras hembras nunca había visto.
Pasaron varios minutos y no creyó que le fuera a responder.
—Es por mi madre.
Sintió en su voz el dolor, esas cuatro palabras parecían arrancadas del alma de Kytara. Quería abrazarla, besarla y decirle que ya todo había pasado, que él la protegería, pero todavía era muy pronto, cuando se dio cuenta ya habían llegado a la mansión.


Leliel se despertó con un terrible dolor de cabeza, apenas intentó abrir los ojos sintió una punzada.
—Dios… ya había olvidado lo que se sentía volver… Gracias mamá y papá por este regalo —dijo recordando la maldición que sus padres le habían entregado por ser una mujer. Se despeinó el cabello como era su costumbre y sintió como la seda negra de las sábanas rozaban su piel. Extrañada levantó las sabanas y vio que estaba desnuda.
Desnuda… ¿yo? Se preguntó mentalmente.
—Mierda… Debo haber terminado muy mal —salió de la cama, se levantó y tuvo que volver a sentarse cuando sus piernas flaquearon—. Un baño, tan solo un baño, Lel, y vas a sentirte mejor —dijo dándose ánimos, pero un ruido extraño la sacó de la concentración que estaba teniendo para llegar al baño. Cuando se giró, quedo atónita al ver a Rhage con los ojos abiertos mirándola sonriente.
—Que… Pero… Pero qué… Mierda, ¿qué demonios haces en mi cama? —Gritó Leliel enfurecida—. ¿Quién cuernos te invitó a entrar a mi cuarto? —Gritó aun más fuerte.
—Mmm… enojada eres muy hermosa, pero enojada y desnuda te ves tremendamente sexy —dijo Rhage con voz muy sensual mientras se sentaba en la cama.
Ella no hizo caso, pero luego se dio cuenta que estaba desnuda y buscó algo para taparse.
—¡Por todos los demonios!, ¿es que no hay nada en esta mierda de habitación para cubrirme? —Preguntó desesperada, intentando sacar el edredón.
Rhage sonrió dejando ver sus colmillos.
—¿Por qué cubrirte si podemos hacer cosas mucho más interesantes? —Dijo mientras se acercaba cubierto solo con un salto de cama.
Acarició sus brazos desde su hombro hasta llegar a su mano, a lo que Leliel reaccionó tomándole la mano y comenzando a quemarle sin quitarle la vista de los ojos.
—Nunca más me toques. Jamás me vuelvas a tocar si no quieres terminar rostizado —soltó su agarre y sonrió feliz al ver la herida que le había provocado—. No soy tu hembra, no soy cualquier hembra y mucho menos una hembra que pueda estar con alguien como tú —dijo seria, con todas las intenciones de herirlo a flor de piel.
Rhage cambió su pose relajada a una defensiva, podía sentir como el aire de la habitación se condensaba.
—No tengo intenciones de tocarte siquiera, no podría estar cerca de una bastarda como tú, porque por alguna razón estás maldita con tal castigo —dijo él caminando hacia la puerta—. No sé para qué cuernos perdí el tiempo cuidándote —dijo en un murmullo que fue inaudible para ella.
Leliel sintió su sangre hervir de furia. Dolor. Odio.
El aire de la habitación estaba denso y pesado, como si estuvieran en medio del desierto con el sol del mediodía.
Por un momento le había gustado el macho, podría haber intentado abrirse con él. Mostrarle lo que en realidad era ella. Pero después de esto, definitivamente estaba muerto para ella. Claro que no se iba a llevar gratis aquel insulto. De su mano hizo crecer una flecha de fuego que lanzó directo a la nuca del macho, pero en el último segundo la hizo desviarse haciendo que casi le rozara la oreja.
—¡Jamás vuelvas a dirigirme la palabra! Si mis padres sintieron asco porque tuvieron una hembra y no un macho fue cosa de ellos. ¡Muchas gracias por recordarme lo maldita que estoy! ¡Es tremendamente reconfortante saber que en cualquier momento puedes estallar en medio de la muchedumbre o cuando estás en la cama con otra persona o que todos los entrenadores se nieguen a entrenarte por haber matado a uno de ellos ya que no sabía controlar mis poderes! —Ella luchaba para que las lágrimas no salieran de sus ojos—. Pensé que me entendías, Rhage, confié en que entendías la mierda de tener que vivir con una maldición… Pero me equivoqué. Ahora ten la maldita gentileza de irte antes que termines siendo cenizas… y ahórrate las disculpas —dijo para luego encerrarse en el baño.
Rhage se quedó parado, observando como la flecha se evaporaba sin siquiera marcar la madera de la puerta. La había insultado, le había hecho sentir como si estuviera terriblemente mal… Había traicionado la poca confianza que habían logrado obtener.
Todavía le resonaban en la cabeza sus palabras: “Pensé que me entendías, Rhage, confié en que entendías la mierda de tener que vivir con una maldición… Pero me equivoqué. Ahora ten la maldita gentileza de irte antes que termines siendo cenizas… y ahórrate las disculpas”.
Sacudió la cabeza tratando de alejar aquellos pensamientos y se encaminó hacia su cuarto. Supuso que más tarde tendría que escuchar a Wrath reprendiéndole, ahora solo necesitaba…
Necesito hablar con ella, pedirle disculpas… Poder reconfortarla.
Giró sobre sus talones para volver al cuarto de Leliel, pero vio como las otras tres guerreras entraban. Perfecto, no solo tendré que escuchar a Wrath, también a ellas, se dijo mentalmente. Esto definitivamente iba a apestar. Solo esperaba que la bestia se quedara tranquila durante este tiempo o no sabía lo que podría ocurrir.

Leliel estaba a medio vestir cuando sus hermanas irrumpieron de repente en su habitación.
—¿Estás bien? —Preguntó Nessa, asustada.
—¿Pasó algo con Rhage? —Dijo Raysa, intentando aparentar calma.
—¿Te hizo algo? —Inquirió Kytara entrecerrando los ojos con desconfianza.
—Wow, wow… Un momento —dijo Leliel alzando las manos, tratando de detener la avalancha de preguntas—. Estoy bien, pero estaría mejor si ese imbécil no se hubiera metido en mi habitación mientras dormía… desnuda —concluyó enojada.
—¿Si no se hubiera metido a tu habitación? ¿Qué quieres decir? —Preguntó Raysa, confundida.
—Por cierto, gracias por cuidarme mientras me encontraba mal, son un encanto —les dijo sarcásticamente.
—Wow, wow… Un momento —la imitó Nessa ante el rencor en las palabras de su hermana—. ¿Qué estás queriendo decir, Fuego?
—Estoy queriendo decir que si yo no me hubiera encontrado bien, ese idiota hubiera hecho lo que quisiera conmigo mientras ustedes estaban holgazaneando por ahí —gritó.
Podía soportar cualquier cosa, pero no que sus hermanas la dejaran de lado.
—¡Eres una…! —Empezó Nessa, pero Kytara la cortó.
—Lel, ¿estás diciendo que echaste… a Rhage de tu habitación?
—Me defendí de él.
—Oh, Dios… —Kytara se frotó la sienes, como si le doliera la cabeza.
—¿Cuál es el problema? ¿Qué pasa con ustedes?
—¿Qué pasa contigo, hermana? ¿Es que no recuerdas lo que pasó durante estos dos días? —Preguntó Nessa, exasperada.
—Desde que estaba inconsciente, por supuesto que no —respondió Leliel, tratando de no encenderse.
—Tranquilízate, Nessa —espetó Kytara—. Lel, creo que te has equivocado y mucho. Él estuvo cuidándote todo este tiempo.
—¿Cómo dices? —Preguntó, Leliel, confundida.
—Rhage te recogió cuando volviste a tomar forma humana en ese callejón y te trajo inmediatamente aquí —explicó Raysa—. No se ha movido de esta habitación en todo este tiempo, te ha estado cuidando. Incluso aceptó darte de su vena para alimentarte si tú querías. Fue muy bueno contigo, nosotras veníamos a verte en todo momento. Nunca te hubiéramos dejado sola. Es sólo que sabíamos que estabas en excelentes manos.
Leliel estaba confundida. En realidad estaba aturdida, había maltratado al único hombre que no había salido corriendo cuando la vio incinerarse. Se sentía una estúpida por haber creído que él quería aprovecharse de ella mientras estaba indefensa, mientras no podía defenderse. No podía creer como se había equivocado.
Era cierto que no había sentido ningún tipo de maldad viniendo de él. Pero la forma en que la había mirado, el tono de su voz y cómo la había acariciado, la habían puesto nerviosa entonces lo malentendió todo… Lo había insultado y hasta agredido sin siquiera saber algo de él.
Pero enseguida las palabras de Rhage la hicieron volver a la realidad, la llamó bastarda y le insinuó que merecía el castigo que había recibido. Bueno, particularmente sentía eso todos los días, pero que alguien lo creyera era total y completamente distinto a que lo pensara ella. Leliel se reprendió mentalmente por divagar en un tema sin sentido. Ese macho no merecía que le pidiera perdón, porque no tenía ningún derecho a decir eso. Por Dios, había sido una estúpida por volver a confiar en alguien, pero por suerte no había pasado nada. Sacudió la cabeza alejando todos esos pensamientos y terminó de calzarse los borcegos.
—Como sea, nadie le pidió que me cuidara —dijo volviendo a ser fría y distante.
—¿Eso le dijiste? —Interrumpió Nessa de pronto.
Chispas saltaron desde sus manos. Hacía muchos años que habían convenido en no leerse las mentes las unas a las otras, ya que todas tenían recuerdos que las atormentaban en todo momento y de los que no querían que nadie más fuera testigo. Pero parecía que Nessa lo había olvidado y eso le disgustó mucho.
—Sabes que no debes leérmela mente, maldita sea.
—¿Cómo pudiste decirle esas palabras tan hirientes después de lo que hizo por ti? —Le reclamaba.
—¡Él también me hirió con lo que dijo! —Le respondió, alzando la voz.
—¿Es que esperabas que arrojara rosas a tus pies? Lo heriste y él te ayudó. Eres muy injusta.
—Ya déjame en paz, Agua. Nadie le pidió que me ayudara y ustedes no tendrían que haberlo dejado.
—¿Y también quieres que te traigamos cualquier perro que encontremos en la calle para que puedas alimentarte? ¿O es que le has tomado el gusto a eso de incinerarte y planeas hacerlo varias veces por día, solo por deporte?
Las palabras de su hermana terminaron de sacarla de quicio. Ya sin poder controlar las llamas en sus manos, le lanzó una bola de fuego, a la que ella respondió rápidamente con una de agua.
—¡Basta! —Gritaron Raysa y Kytara, pero no las escucharon.
—Eres una idiota. Tienes a un gran macho muriendo por ti y tú solo te esfuerzas por alejarlo lo más posible.
Leliel arrojó otra bola de fuego, pero esta vez no fue directamente hacia su hermana, sino que pasó cerca de su hombro izquierdo.
—Mira quien me viene a dar consejos, aquella quien no le pasaría la hora ni a su sombra —replicó.
—¿Sabes, Fuego? Podremos ser poderosas, pero ni por asomo somos inmortales, también podemos caer en cualquier momento. Puede que llegue el día en que ya no estemos, ¿qué harás entonces?
Acto seguido, Nessa se dio la vuelta y salió rápidamente de la habitación.
Raysa y Kytara se miraron entre ellas y asintieron. Kytara salió de la habitación tras Agua, mientras Raysa se acercaba a Leliel, pero sin llegar a tocarla. Sabía que la piel de su hermana estaría ardiendo.
—¿Sabes? Tú y Agua tendrán que aprender algún día a controlar esos temperamentos suyos —dijo suavemente.
—Primero ella tendría que aprender a controlar esa bocaza que tiene.
Raysa suspiró.
—No le pedirás disculpas a Rhage —no era una pregunta.
—No tengo por qué hacerlo —le respondió—. Ahora, por favor, déjame sola, Raysa, quiero descansar.
Su hermana levantó la mano, como en un amago de acariciarla, pero después la bajó y se dirigió hacia la puerta.
—Llámame si necesitas algo —dijo antes de irse.
Leliel terminó de vestirse y salió corriendo de la habitación… solamente una buena sesión con el saco de arena iba a calmarla ahora mismo, pero luego se arrepintió y volvió a su habitación.


Nessa salió del cuarto de Leliel echando humo. Literalmente.
En realidad, no era humo, sino vapor de agua.
Estaba muy enojada y solía “evaporarse” cuando se encontraba así. Y tenía razones para estarlo, pues su hermana, su testaruda hermana, estaba desperdiciando una gran oportunidad. Le mataba verla sola y dolida, alejada de todo y de todos. Quería verla con alguien que la hiciera feliz, que la sanara. Quería ver así a todas sus hermanas, pues temía el día en que ella ya no estuviera, que no hubiera nadie allí para asegurarse de que estuvieran bien. Quería estar segura de que estaban protegidas. Así ella por fin podría descansar en paz.
Sintió a Kytara, que venía detrás de ella, seguramente para intentar calmarla y luego para sermonearla por haber peleado con Fuego. Otra vez. Ni que fuera una novedad.
Como no quería escuchar el largo discurso que le esperaba y en verdad deseaba estar sola, se desvaneció hacia el túnel que la llevaría al complejo fuera de la mansión.
Y se llevó por delante a Phury.
Desde que el hermano era medio metro más alto, tres veces más ancho de hombros y aproximadamente cuarenta kilos más pesado, la que terminó despatarrada en el piso fue ella, mientras que él apenas sufrió un leve sobresalto.
—¿Te encuentras bien? —Preguntó, apresurándose a ayudarla a levantarse.
Por lo general, no le hubiera permitido que lo hiciera, pero este hermano le caía particularmente bien, y olía muy bien también, como a chocolate y a café, así que se lo permitió. Además, descubrió que era agradable ser tratada con cortesía.
Aceptó la mano que le ofrecía y se incorporó.
—Sí, estoy bien. Gracias.
—¿Estás… humeando? —Preguntó extrañado.
—Oh, yo, eh… sí. Dame un segundo.
Él asintió aun con la mirada perpleja. Cerró los ojos e intentó relajarse. Tranquila, tranquila… ¿Qué podría tranquilizarla?
Chocolate, dijo una voz en su cabeza. Cuanta inteligencia escondida en esas profundidades. Inspiró profundamente para captar de nuevo el aroma que provenía del macho frente a ella. Mmm, sí, rico. Abrió los ojos y por la mirada de Phury, supo que ya había terminado de dar un espectáculo.
Se fijó por primera vez en su ropa. Llevaba unos pantalones deportivos negros y una camiseta sin mangas que dejaba ver el dorado de la piel de sus fuertes brazos.
—¿Vas al gimnasio? —Le preguntó.
—Así es. Iba a moverme un poco.
—¿Puedo acompañarte? —Le dijo antes de darse cuenta de lo que hacía.
—Por supuesto —le respondió con una gran sonrisa.
Nessa se puso a su lado y juntos caminaron hacia el gimnasio. Sí, había querido estar sola, pero de repente allí estaba, acompañando a Phury.
Llegaron ante las puertas del gimnasio y Phury abrió una de ellas y se apartó para dejarla pasar.
Vaya, cuanta caballerosidad, pensó.
No te acostumbres, le respondió la misma voz que le había recomendado el chocolate. Así que tenía dos caras.
Pero ella no era ninguna idiota, sabía que esto era apenas un débil rayo de sol que había logrado colarse entre las oscuras ramas del marchito bosque que la apresaba, que la consumía.
—Bien, ¿qué quieres hacer? —Le preguntó.
Se sentó en el piso, sobre una colchoneta, ignorando la pregunta que le había hecho. Tal vez pudiera ayudarla.
—Zsadist es tu gemelo, ¿no es así?
—Sí.
—Pero no se parecen.
—Antes nos parecíamos —respondió, con cierta cautela en la voz.
—Fue esclavo de sangre.
—Sí —esta vez el tono de su voz fue cortante. Era obvio que era un tema del que no quería hablar.
Era una suerte que ella no entendiera de sutilezas.
—¿Es por eso que es tan… asocial?
—Ese es un tema que deberías hablar con él, no conmigo.
—Desde que no quiere tenerme cerca ni como blanco de sus puños, dudo que se sentara tan tranquilamente a tomar el té conmigo mientras hablamos de su vida. En todo este tiempo lo vi solo una vez y no fue un intercambio agradable. Estoy a su cargo —dijo, ahora con fastidio—, y no entrenaré o saldré a luchar hasta que él se digne en brindarme un poco de su atención. Creí que podría contar con tu ayuda.
Phury se quedó mirándola un momento, como no sabiendo que hacer con ella. Luego se acercó y se sentó en la colchoneta a su lado, apoyando los antebrazos sobre las rodillas flexionadas. Suspiró.
—Tú también eres un poco asocial —no era una pregunta.
—No siempre, solo a veces —dijo en voz baja; por alguna razón se sentía como una niña pequeña que estaba siendo regañada.
—Algo me dice que solo te relacionas con tus hermanas.
—Tal vez —le contestó evasiva.
Tampoco era cuestión de darle la razón así como así. Phury solo sonrió mirando hacia cualquier parte ante su tozudez.
—Entonces, ¿por qué estás aquí conmigo?
—No lo sé —respondió después de un momento—. Eres bueno, eso es lo que siento, por eso estoy contigo. Siento que está bien que esté aquí. Y mi instinto nunca me ha fallado antes, no veo por qué habría de ignorarlo ahora.
Phury asintió ante esas palabras, ahora con su rostro serio.
—Yo también seguí mi instinto —declaró.
—¿Qué quieres decir? —preguntó algo confundida.
—Sí, Zsadist fue un esclavo de sangre, lo puedes ver por tu misma. Fue raptado de la casa por una niñera cuando era un bebé y estuvo desaparecido durante cien años, hasta que logré hallarlo. Tiene una razón para ser como es —su hermoso rostro se llenó de tristeza—. Pero no me corresponde a mí decirte nada. He hecho todo lo que estaba a mi alcance por ayudar a mi hermano, pero no es suficiente, hay todavía muchas heridas abiertas en Zsadist. Es mi hermano y lo amo y daría mi vida por él, así como ya he dado otras cosas —se subió el pantalón para dejar al descubierto su pierna izquierda, revelando la pantorrilla ortopédica que reemplazaba a la real—, pero no es suficiente, no lo es.
Phury calló y de repente pareció sumamente cansado y agobiado.
Nessa no sabía que decir, podía sentir el dolor que emanaba del hermano, un dolor muy profundo. De repente tuvo miedo de saber qué es lo que le había sucedido a Zsadist para que tanta ira se acumulara dentro de él, tanto desprecio hacia otros.
—En aquella primera reunión me recordaste a él —continuó—, tu impaciencia, como estabas un poco más apartada, en el rincón más oscuro, el ceño en tu rostro. Pero también te vi acercarte a tu hermana para apoyarla. Vi luz en ti, Nessa. Y te asigné a mi mellizo.
Calló otra vez y la miró directamente a los ojos, con sus orbes amarillos brillantes, no de lágrimas, sino de esperanza.
Ahora estaba aterrada. La aterraba el pasado de Zsadist, el dolor de ambos gemelos, la mirada en los ojos de Phury. Se levantó de golpe.
—Yo también seguí mi instinto, Nessa —repitió, antes de que ella saliera corriendo del gimnasio


Continúa en Capítulo 8

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