sábado, 10 de enero de 2015

La llave Impura. Capítulo 5. Parte II.




viene de Parte 1

Respiró hondo cuando encontró la puerta, ella en definitiva estaba allí. Podía sentirla, incluso un leve rastro de su olor a vainilla le llegaba a su sensible olfato. Tocó la puerta, por más que quisiera abrirla sin avisar, pero lo pensó dos veces.

Magnatara realmente odiaba que entraran a algún lugar donde ella estaba sin tocar la puerta. Únicamente los malos salvajes entran sin tocar, eso era lo que siempre decía y luego suspiraba con enojo y ponía los ojos en blanco cuando alguien tenía el atrevimiento de hacerlo. Incluso si era algo de vida o muerte, con la Rakshasi debías tocar la puerta.

No pasó mucho tiempo cuando la puerta fue abierta, no era la mujer que esperaba, pero ella le dedicó una amplia sonrisa antes de hacerse a un lado y dejarle pasar. Estuvo a punto de darse la vuelta y salir de la habitación cuando vio a Magnatara, el cuadro que se alzaba ante su vista era tan irreal que se quedó allí, con los pies anclados al suelo.

Ella estaba sentada en la cama, sosteniendo a un pequeño. Se veía hermosa mientras arrullaba al niño quien gorgoteaba felizmente. Magnatara alzó la vista del bebé y le sonrió abiertamente, haciendo que el corazón de Kamlot se detuviera por unos instantes.

-¡Estas aquí! –canturreó la Rakshasi con emoción y el niño se unió a su alegría soltando una carcajada risueña.- ¿Kamlot? ¿Estás bien? –

Magnatara lo miró con preocupación, poniéndose de pie. Para entonces, Kamlot sabía que su expresión parecía de un loco a punto de tener un atentado suicida. Tal vez no estaba tan lejos de la verdad, la vida le estaba tirando con todo lo que tenía y le estaba funcionando de maravilla.

Seguramente esto era alguna broma de mal gusto y lo estaban grabando. Hasta se estaban muriendo de la risa a su cuenta. Para él, no hay nada gracioso. Ver a Magnatara con el niño en brazos es como si le dieran un paliza y lo dejaran vivo para empeñárselas solo. Y como el demonio sabe cómo se siente, incluso era poco decir.

-Es mejor que Eos y yo nos marchemos –dijo la mujer que le abrió la puerta, moviéndose hasta la Rakshasi para tomar al bebé en sus brazos.-, ustedes necesitan hablar.- Magnatara colocó al niño suavemente en los brazos de la mujer con una delicadeza asombrosa, mientras sonreía. Era la primera vez en mucho tiempo que Kamlot la veía de ese modo.

-Ha sido un gusto tener tu compañía, Leyra. Hasta luego.- Leyra hizo una leve inclinación.

-Buenas noches.- dijo y salió de la habitación. Una vez la mujer estuvo fuera de la habitación fue cuando Kamlot realmente vio a Magnatara.

Su cabello estaba recogido en un intricado peinado compuesto de pequeñas trenzas uniéndose en una sola, que caía en lo largo de su espala y dejaba algunos de sus rizos rebeldes fuera, adornado su perfilada cara. Era la primera vez que la veía en un vestido. De colores turquesas y verdes, el vestido era de cuello alto, pero dejaba sus hombros al descubierto, amoldándose a cada parte de su pecho, para luego caer en una cascada desde su cintura a sus pies. El vestido tenía dos ranuras que le permitía moverse sin ningún problema y sus pies, como siempre, estaban cubiertos con unas botas a juego.

Magnatara se movía nerviosa por la habitación esperando a que le hablara, pero Kamlot solo la observaba. Ella le miró con ojos interrogantes, fue entonces cuando algo en su figura le estaba extraño. Como si tuviera algún tipo de conjuro a su alrededor. Su Dragón intentaba ver más allá de este, pero también fallaba haciéndole enojar.

-Quítalo. –los ojos de Magnatara se abrieron con sorpresa y movió su cabeza en negativa.

-No hasta que me digas que te ha pasado. Te escuché –su voz era quedada-, te escuché gritar, mientras estaba encerrada en el calabozo y pensé que estabas en problemas. Nadie me dijo dónde estabas cuando salí. ¿Qué ha pasado?

-¿Has estado encerrada en un calabozo? –su voz era fría. Kamlot mataría al idiota que la encerró.

-Era parte de mi prueba Kamlot… nadie puede morir por lo que me tocaba. Ahora todo parece un lío, pero si me dices que ha pasado, prometo que te contaré. –Kamlot sabía que era todo lo que obtendría… suspiró. Nunca ha dejado que cualquier persona sepa mucho de él, pero si quería conocer a Magnatara, él tenía que ser quien dé el primer paso. La Rakshasi a tuvo que ver que tomó la decisión de contarle porque señaló el pequeño balcón.

-¿Por qué no tomamos aire? –asintió pesadamente y siguió a la mujer. –Bien –respiró hondo el aire limpio.-, siéntete libre de contarme. Prometo no interrumpirte, y haré mi más condenado esfuerzo para cumplir la promesa. –ella intentaba subirle el ánimo y lo logró un poco. Le sonrió, aunque estuvo seguro que solo fue una mueca.

-No es ningún secreto la relación que tuve con Salomé… Yo era feliz Magnatara, lo tenía todo. Una posición que todo los demonios querían, una mujer a quien adoraba. Caray, hasta tener enemigos me gustaba. Meses antes de la declarada guerra que nos desterró, Salomé me comunicó que estaba embarazada –Magnatara mantuvo su expresión neutral, aunque sabía ya el plan de la despreciable mujer.-. No tienes idea de lo que sentí, no miento, me llene de terror pero luego la idea se hizo tan grande hasta crear euforia. Un día antes de la guerra me dijo que perdió nuestro hijo –la voz de Kamlot era tan llena de emociones que le tomó toda el autocontrol que poseía para no acercarse.-. Estuve distraído cuando el fuego comenzó a alzarse y los enemigos rompieron nuestra resistencia. Esa noticia fue lo suficiente como para no hacerme pensar con claridad y tomar decisiones con la cabeza fría. ¡Soy un demonio, maldita sea! Los sentimientos no son para nosotros, era frio y despiadado hasta que apareció ella –Kamlot guardó silencio.-. …Nunca es lo que parece. Es hora de aclarar el pasado para que abraces tu presente y elabores sin prejuicios tu futuro… Mi prueba fue una tortura, porque de pronto lo tenía todo y de repente, nada. Ni siquiera el recuerdo de lo que yo pensé cierto. Mi hijo nunca existió, solo fue una táctica para distraerme y de esa forma perder la guerra. Salomé ya era aliada de Xhotan, quien sabe por cuánto tiempo. –

La Rakshasi únicamente podía imaginar cómo se sentía el hombre frente a ella. Magnatara nunca ha tenido algo que pudiera llamar suyo, a parte de ella misma. Así que en teoría no ha perdido nada. En cambio Kamlot perdió su hogar, su título… y su realidad, que era solo una mentira. El demonio que siempre fue fuerte se había quebrado, encontrado el punto en que sus emociones por fin hicieron un desastre de él. Su alma gritó de dolor, eso fue lo que Magnatara escuchó. No queriendo que él siguiera pensando en esas cosas, decidió que era tiempo de contarle lo que le pasó a ella.

Contuvo el aliento y deshizo el conjuro que tenía la mayor parte del tiempo sobre ella para cubrir su horrenda cicatriz. Escuchó la audible aspiración de Kamlot, pero se negó a mirarle a los ojos. Sintió que se acercaba y un segundo después, sus dedos trazaban suavemente la cicatriz que de alguna forma se negó a desaparecer.

-¿Quién…?

-Fue el último regalo de mi padre. Linda, ¿no? Debiste verla días después de tenerla –hizo una mueca-, estaba peor.

-¿Por qué la cubres?- Magnatara se rio.

-Esa es una estúpida pregunta… Al comienzo no lo hacía, pero pronto me di cuenta que causaba dos reacciones cuando las criaturas la veían: lastima o terror. El terror no era tan malo, solo absolutamente inservible cuando necesitas información y no estaba siendo amenazante. La lástima, la odio. Me puedo valer perfectamente y la herida no me hace incapacitada. Tampoco necesito que alguien se lamente, es estúpido, está hecho y ya pasó –antes de que Kamlot pudiera decir algo al respecto, decidió decirle sobre su prueba.-. Sálvala y te enseñará el camino, eso me dijeron… ¿A quién salvaría? A mí misma. Me hicieron revivir un día de mi niñez. Estaba en un calabozo y debía sacarme de allí. Así que misma y yo salimos de aquel lugar, luego todo fue aburrido hasta la muerte.-

Pero Kamlot sabía que era más que eso. Magnatara se veía diferente, no era solo su ropa, sino algo en ella. Los dos hemos cambiado.




Era difícil tratar de encajar las cosas que Khal le dijo, sumido en sus pensamientos fue en busca de Magnatara. No fue difícil encontrar su habitación, toco la puerta y espero. Pasaron varios minutos en los que ella no respondió, pero luego le abrió la puerta con una enorme sonrisa.

-¡Aquí estas!- dijo con alivio.

-¿Ya no odias al ángel?

-Lo odio a muerte, pero si desapareces supongo que tengo que dar explicaciones y me da flojera. –ella podría decirle lo que quisiera, pero Ammatiel sabia la verdad. La Rakshasi se preocupaba por él.

Tal vez ella podía seguir odiando a todos los ángeles, excepto el.- ¿Piensas quedarte ahí frente a la puerta como un tarado o vas a pasar?

Ammatiel entró a la habitación y se encontró allí con Kamlot.

No estaba sorprendido por eso, pero si por el cambio que dieron ellos dos. No se fijó de Magnatara cuando le abrió, pero ahora se notaba más relajada consigo misma. Kamlot, pues él se veía aliviado, como si hubiese tirado una carga pesada. Aunque también se veía molesto, más el ángel tenía la sospecha de que interrumpió alguna conversación importante, nuevamente.

-Kamlot.- hizo un leve saludo con la cabeza.

-Ángel- dijo este como si en vez de saludarle, le estuviera diciendo sus defectos.

-¿Dónde estuviste?-le pregunto Magnatara.

-Haciendo cosas importantes. ¿De qué me he perdido?

-De nada, así que puedes irte por donde llegaste.

-Que más quisieras.

-Hey niños, ¿debo separarlos, otra vez?-la Rakshasi puso los ojos en blanco y se tiró a la cama de manera teatral.-. Ya he llegado sana y salva al templo, por lo tanto ya no necesito guardaespaldas. Pueden marcharse -ninguno de los dos se movió.-. Argh, ¿acaso están sordos?

-Todavía no estás segura. No me iré.-replico Kamlot.

-Ya conoces mi respuesta.-dijo el ángel.

-Muy bien. Excelente. Me largo yo.- Magnatara cruzo la habitación y cerró la puerta de golpe.




Él estaba en problemas. Laurel no podía decir porque tenía ese presentimiento, pero estaba intranquila. Debía hacer algo. Sí, eso era. Ella iría a ver si Ammatiel estaba bien. Solo era un instante. Lo vería fuera de problemas y entonces ella se calmaría.

Con cuidado de que nadie la notara, cubrió su rostro debajo de una capucha blanca y se fue por los pasillos en una marcha ligera. Ya fuera de la vista de cualquier curioso, trato de localizar al ángel, sin ningún acierto. Él está a salvo Laurel, está en el templo de los oráculos. Allí adentro nada podía rastrearlo, aun así, tenía que asegurarse de que estaba en ese lugar.

Ella no podía aparecer simplemente dentro del templo, no le era permitido… Con un respiro atorado en su garganta, Laurel se transportó a las afueras con la esperanza de toparse con algún oráculo. De momento se tensó, no estaba en el bosque que rodeaba el templo. No. La ángel estaba en otro lugar y mortalmente peligroso.

La confusión la lleno de golpe seguida por el terror.
-¿Qué tenemos aquí?- ronroneo una voz en las sombras. Laurel bajó la capucha.

-Devuélveme a mi lugar –estuvo tratando de teletrasportarse otra vez, fuera de allí, pero no pudo.-. Tengo mejores cosas que hacer que estar aquí Xhotan.

-¡Pues si acabas de llegar a la fiesta!- Entonces fue cuando noto que había más gente. No, no, no. Estaba preocupada por Ammatiel y sin darse cuenta, ella era la que estaba en problemas.

-¿Qué quieres?

-Tú sabes lo que quiero. –Los ojos azules del demonio se centraron en ella con agresividad.

-Olvídalo Xhotan, eso no pasara nunca.

-En eso te equivocas –dijo el demonio mientras se pasaba una mano por su cabello negro y su lado llegaba Salomé.-, tú vas a darme la llave del infierno.

-Ni muerta lo haré.- Entregarle a Magnatara no sería solo entregarle la llave del infierno, sino también era entregarle el cielo.

-Oh, no. Eso es muy rudo, en realidad quiero que veas mi victoria y muerta no podrás hacerlo. Tú eres solo el comienzo de mi plan.- Dicho esto, Laurel dejó de estar frente a Xhotan, para encontrarse detrás de unos barrotes en una celda.


Continuará....

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