martes, 29 de octubre de 2013

Especial Halloween 2013. The Worm. Parte 2.


The Worm



PARTE 2.


I´m Falling to pieces



Él la miraba desde arriba. Ella era una o dos cabezas más pequeña que él, fijándose en lo redondo y mofletudo de su rostro y en la boca tan dulce y jugosa que tenía... La naricilla era graciosa, y sostenía unas gafas bastante modernas.

Con delicadeza, le quitó las gafas, para contemplar mejor aquellos grandes y algo achinados ojos que variaban del violeta al negro según les diera la luz... o quizá según ella lo decidiera.

El agente Leo Grey lo había visto casi todo en la vida... y eso que llevaba apenas unas semanas en homicidios.

Su último caso era el de una animadora a la que su novio celoso había apuñalado 43 veces sin una razón que pudiera darles... Bueno, si, dio una:
-Él me lo ordenó.
-¿Quién?
El asesino se lo confeso casi en susurros, como si temieran que los escucharan...
-El que vive en mi interior... Me dice cosas, me tortura... Él me dijo que si la mataba me dejaría un día en paz – luego aquel loco se echo a llorar como un bebe -... Pero me mintió, sigue susurrándome cosas dolorosas y nunca para.

No le saco nada más... Seguramente lo dictaminaran como un brote psicótico y el chaval no vera la cárcel en su vida, viviría como un rey en un sanatorio que papá le pagara y cuando le vean bien... de nuevo a la calle a matar a la siguiente inocente.



Pero el tema ya no era ese... Ahora resultaba que un descuartizador de ancianos andaba suelto por la ciudad... y su compañera tampoco se lo ponía muy fácil: Habían sacado pruebas de un vertedero cercano al edificio, y luego del baño donde aún se encontraban varias pistas del crimen a parte del propio finado... Asqueroso. Pero el método le resultaba familiar, y aunque odiaba recurrir a esa parte de su pasado... Tuvo que hacerlo.

Aunque de aquella muchacha Vicky Violet, del Clan Violet, no saco nada más que silencio... Aunque le sirvió para recordarle porque era mejor estar fuera de la Comunidad, allí estaban aún más locos que en la ciudad... ¿Pero que hacían los Violet fuera? Él siempre pensó que seguían allí...
... Bueno ese no era su problema, su problema era aquel descuartizador de ancianos.

Se pasó la mano por su cabello cortado al cero y se aseguro de llevar la pistola... Mientras rezaba porque no le acompañara la misma agente de la policía científica a la siguiente escena del crimen.
Cuando regreso a la comisaría, le informaron de que el forense no tendría lo resultados hasta casi 20 minutos después... El mono de tabaco estaba matando a Leo.

Volvió a salir y se sacó la cajetilla y el mechero... Por alguna razón no se quitaba a esa monada de Vicky Violet de la cabeza... Sintió como su pene tomaba vida con aquellos recuerdos.

-Ahora no, compañero... Debemos tener toda la sangre en el cerebro para dar con el monstruo que ha hecho esto.-

Miró su reloj, aún tenía más de cinco minutos de espera... los justos para acabarse es cigarro.
Le hubiera gustado tanto acariciar el liso cabello rubio de Vicky... Parecía tan suave y sedoso. De nuevo volvió a regañar a su libido, e intento concentrarse... Miro el reloj: El forense ya habría acabado casi con el anciano. Aplasto el cigarro contra la acera y se adentro de nuevo en la comisaría, directo al laboratorio.

-Me alegro de verte, Leo... Esto te va a flipar – Leo alzó una ceja al escuchar esa expresión –. Tanto el cuerpo como los restos encontrados tienen marcas de haber sido arrancados por un – el forense hizo una pausa, quizá iban a tomarle por loco -... Un animal muy grande, y, lo que más me desconcierta, capaz de usar herramientas afiladas... Lo que no esta amputado con marcas de mordiscos, fue cercenado con algo muy afilado – hizo otra pausa -... Cuando me lo trajisteis parecía tener marcas como las que hacen los carniceros a las reses, pero estas estaba hechas con cortes de cuchillo... Sea lo que sea este tío, no esta bien de la cabeza, créeme.-

Leo asintió, aunque no de “no debe estar bien de la cabeza”... Si el viniera de donde venía Leo, diría algo muy distinto.

Willy Brown estaba encerrado, y además ese prefería a las jovencitas... Este era otro como Brown... Pero, al parecer sus preferencias eran más gerontofílicas.

-Fuera quien fuera, tenía una fuera enorme, créeme – añadió el forense – debe ser un hombre fuertísimo.-

Y de nuevo le creía... Si él supiera la mitad de lo que Leo sabía. Aunque quizá no hacía falta que fuera un hombre... Tampoco lo descartaba.
-Gracias Nico- dijo, Leo, antes de marcharse.

Decidió volver a la escena del crimen, le acompañó otra agente del cuerpo: cuatro ojos verían más que uno, supuso...
Y no se equivoco, al encontrar un líquido disolvente que le resultó bastante familiar... Aquello cada vez se ponía más raro.

-¿Ocurre algo? – preguntó su compañera.
-Se donde venden este tipo de disolvente – fue lo único que Leo dijo.

El criminal había tratado de disolver con una botella de dos litros de un ácido muy especial lo que habían quedado del hombre... Al parecer el que dio el aviso le había interrumpido y tiró la botella donde en la otra visita no lo habían podido encontrar... Así que todo apuntaba a una Vendetta personal, el asesino no quería dejar un cuerpo...

... Fueron a la tienda, desde la comisaría le enviaron a alguien de la científica para que le acompañara... El tipo estaba aterrado en cuanto vio a Grey entrar en su tienda, y ya mientras se lo llevaba estaba pidiendo un abogado.
-Steve, es mejor que cantes a quien de ellos se lo vendiste... No seas idiota, tú no tienes un Clan que te respalde-.

Pero el tipo siguió mudo durante al trayecto del coche a la comisaría, y de ahí a la sala de interrogatorios.


True Colours


Si Steve no hablaba y las pistas no daban para más... Solo quedaba un camino: El que menos le agradaba a Leo.

-Hola, Ana – dijo él, mientras observaba a su recostada y bellísima anfitriona – gracias por dejarme entrar.
Ana Violet era una belleza autentica, de rasgos exóticos y media melena azabache, donde destacaban aquellos extraños ojos verdes y sus curvas muy paladeables.

-¿Qué quieres Grey? Lo último que supe es que te habías desentendido de tu Clan para vivir como un simple humano – le dijo ella, clavándole como puñales aquellos ojos suyos.
-Un humano que trabaja como policía... y esta vez debe ir detrás de uno de nosotros – fue claro, Leo.
-¿Y eso no te resulta agradable ¿Verdad? – se burló Ana.
-Tenemos a Steve, encontramos una de sus botellitas en la escena del crimen.
La cara de Ana se ensombreció.. Algo ocultaba...
-¿Encontrasteis sombreros de fieltro en ambas escenas? – preguntó ella.
Leo cayó que incluso en el primer crimen que había investigado para homicidios había encontrado uno de esos.
-¿Por? – preguntó Leo.

Anna se encogió de hombros, sabía algo, pero, él no podía detenerla, para interrogarla, si no encontraba motivos para ello.
Leo volvió a la comisaría para ver como iban las cosas con Steve.

Él tío seguía siendo un muro, como no iba a serlo si les contara que era esa botella y que clase de clientela tenía iban a tomarle por loco... Pero Leo no, él era de esa clase de clientela: un miembro, aunque auto exiliado, de los Clanes.

Cuando entró. Steve actuó tal y como Leo se esperaba, abriendo la boca como un besugo... Mostrándome un recuerdo de uno de sus últimos encuentros... Leo y él ya tenían una historia. Además los Grey solían imponer bastante por su tamaño y musculatura, entre otras cualidades que les venían de ser el Clan primigenio.
Pese a todo, Steve se le envalentonó.

-sí, la botella la compraron en mi tienda, Grey ¿Y qué? Vas a volver a pegarme hasta que saques un nombre.-
Leo tomo asiento y se echó hacia delante en la mesa, colocando sus enormes brazos cruzados sobre esta.
-No... Solo quiero saber a quien se la vendiste... Steve, viejo amigo – dijo, con su tono más amigable -... Quien fuera no solo cometió un asesinato, sino que quería dejar bien claro que era una Vendetta. Ese hombre le hizo algo y el asesino quiso dejar claro de que iba la cosa. Al menos ante unos ojos – señalo los suyos – expertos.
-Grey, ya sabes que a mi tienda vienen muchos – la mirada de Leo le indicó que había información que mejor debía quedar entre los dos -... Clientes, no puedo acordarme de todos.-
Leo asintió.
-Entonces tendré que echarle un vistazo a tu tienda ¿No crees, Steve? – vio como se ponía libido al oírle decir eso.
-Tío, no sabes donde te estas metiendo – le susurró, Steve, mientras abandonaba la sala de interrogatorios.

Leo no tardó en conseguir una orden de registro y en dos horas ya estaba entrando en esa maldita tienda... Si la agente rubia que le acompañaba supiera lo que realmente eran la mitad de los productos que se vendían allí, mejor aún, si supiera para que, gente como el Clan de Leo, los usaban... Se daría de baja inmediatamente.

Tras inspeccionar unos minutos, Leo, se percató de que tras el mostrador asomaba algo de plástico... Se acercó y alargó el brazo para coger lo que, ya más cerca, era sin duda el nudo de una bolsa... Una bolsa de basura enorme y que Steve se había asegurado muy bien de mantener oculta ahí donde solo entraba él.

-Puede ser cualquier cosa, incluso los desperdicios de nuestro amigo... Pero, ¿porqué dejarla aquí y tan alejada de la vista de todos?
-A lo mejor se le olvido sacar la basura y le avergonzaba que se percataran de su despiste – dijo, su compañera, quitándole importancia.
Conocía a Steve, él nunca olvidaba nada... Demasiado maniático, todo debía estar en orden y limpio..... Él nunca olvidaba tirar la basura, menos aún se encerraría con ella y sus “terribles gérmenes”. En resumen, aquello no era basura.
-Inspeccionémosla, por si acaso ¿qué tenemos que perder? – le sonrió a su compañera.
Ella torció el gesto.
-Que se ocupen de eso los del laboratorio – le dijo.

Leo encogió sus enormes hombros, su olfato, más desarrollado que el de su compañera, ya le había dado, al menos, la pista de que aquello era lo que Steve no quería que encontraran.

De camino a la Comisaría, Leo recibió una llamada diciéndole que estaban buscando prueba en la ropa del muerto... Él les pidió que le mantuvieran informado.

En ese momento pasaron junto al vertedero donde encontraron algunos de los restos humanos... Como miguitas de pan en dirección a la casa de la bruja, le dio por pensar en ese momento.
Su madre siempre decía: “Somos los más cercanos al origen, si alguna vez una extraña imagen golpea tu cabezota, sigue hacia delante hasta que ambas se choquen, de nuevo”; filosofía Gryzzmolking... Pero, por una vez creía que iba a seguir el consejo de mama Grey...
... En la bolsa se encontró un recibo con todo lo que el asesino, o, según se mire, vengador, había comprado... El ácido, un serrucho – el cuchillo con el que hizo las marcas seguramente sería suyo, eran clanes guerreros –... y ¡vendas! ¿¡Para que querría las vendas!?

Era hora de ver que les decía la ropa de la víctima... así que Leo fue directamente al laboratorio donde la estaban analizando.

Cual no sería su sorpresa al escuchar al técnico que habían encontrado una pieza dental muy extraña enredada, como si se hubiera quedado enganchada en el tejido, entre la ropa de la víctima...
-Ya la he mandado para que la analicen – dijo el técnico para aumentar más el horror de Leo.
Se suponía que vivíamos como humanos normales, si se descubría su existencia.... ¿Qué debía hacer? Ser el policía o el Gryzzmolking... Fuese como fuese, a no ser que se liara a tiros en el laboratorio donde estaban analizando la pieza dental, no iba a conseguir detenerles... Además de sádico, chapucero.




Sad But True



Leo se quedó inmóvil, con el corazón a cien, clavado a la vidriera que separaba aquel laboratorio del resto de departamentos y salas de finalidades similares... Contando los segundos para que su raza saliera a la luz... Y él les había llevado hacia ellos.
La misma encargada de ese laboratorio se le acercó a saludarle.

-Mucho gusto, agente. Soy Gillian, la encargada de todo esto – por su cara y su tono de voz, mientras le estrechaba la mano, parecía que hubiera encontrado el grial -. Ese diente coincide con las salvajes mordeduras que encontramos en el cadáver... ¿Creo usted en los hombre lobo, agente Grey? ¿De que otra forma algo con la dentadura de una bestia es capaz de usar herramientas de forma tan precisa? – ella hizo un gesto de dolor, por un instante, Leo, había perdido el control y la había apretado demasiado fuerte... incluso pudo oír romperse alguno de sus delicados huesecitos.

-Lo siento – se disculpó.
-No pasa nada... Quizá sea la reacción lógica de usted ante lo ilógico – dijo agitando su delicada diestra, mientras se hacia la dura -... lo entiendo.
En ese momento el comisario se acerco a Leo... Ya tenían al culpable, la verdad es que lo tenían detenido desde hacia unas horas... Pero Leo sabía que no era él.
-Fue el dueño de la tienda.-
-¿Steve? Creo comisario que...-
-Antes vi que le faltaba un diente, déjeme examinarle a ver si coincide con su dentadura, señor – se entrometió la técnica.

Leo apoyó eso, tenía que hablar con Ralph Violet... El patriarca de los Violet. El diente era de macho, y ellos eran el único Clan que había en esta ciudad.
Las palabras de Steve se repetían una y otra vez en la cabeza de Leo... “Tío, no sabes donde te estas metiendo”... ¿Y ahora él se auto inculpaba del crimen? Aún así, si era Ralph, tampoco podía llevarle a la Comisaría: esa Gillian querría probar con su dentadura y eso ya si que sería servir a los suyos en bandeja... ¿Qué debía hacer?
Hablar con Ralph lo primero.

Al ir hacia la casa de los Violet, por primera vez se dio cuenta de que la casa de la victima y la del Clan Violet estaban separadas solamente por aquel vertedero... Joder, Steve era un cabrón ¿Pero debía dejar que se comiera el marrón?

El diente que Steve había perdido se lo arranco el propio Leo... Antes de dedicarse a surtir a los Clanes, sirvió, como su madre y su abuela, al Clan Grey.
Una tarde, Leo, necesitaba desfogarse... El saco, por mucho que le pegues no devuelve los golpes... y Steve pasaba por ahí. Le prometió no hacerle mucho daño, ni esforzarme al máximo. Por supuesto, Leo era lo que era y él un simple humano...
.... Y tampoco le dio ni un respiro, ni una oportunidad. Leo no recordaba porque estaba furioso ese día, pero Steve llevaría para siempre las marcas de aquello, incluido el diente que le arrancó tras molerlo a puñetazos, mientras lo mantenía arrinconado contra una palmera.
Lo peor es que Leo era tan gilipollas que ni se disculpó por aquella paliza, y aún, hoy en día, no lo había hecho...
... Y ahora ese imbécil se achacaba un crimen que jamás podría haber cometido... Empezaba a pensar, Leo, que ese tío era masoquista o algo.
Cuando entró, de nuevo, en el domicilio de los Violet no se esperaba que Ralph, el patriarca, ya le estuviera aguardando.

-Leo, hijo – le dijo con total tranquilidad – no te hace falta ir armado para entrar en mi casa ¿Oh, sí?
La voluminosa automática destacaba bajo el sobaco de Leo, metida en su pistolera... Los dos sabían que lo de que no hacían falta armas era mentira... los dos eran guerreros.
-¿Qué paso con ese anciano, Ralph? – le preguntó, Leo, sentándome, en un sillón frente a él.
El siempre afable gesto de Ralph Violet se ensombreció.
-Ese monstruo abuso de mi pequeña y no contento con eso la hizo cosas horribles ¿Qué esperabas que hiciera, Grey? – sus palabras destilaban ácido – Y lo peor es que ese loco no paraba de repetir que un gusano le obligo a hacerlo.

¿Un gusano?
-¿Te dijo que un Worm le obligo a hacerlo? – le preguntó.
-Sí, ese monstruo estaba loco... Puto enfermo, ojalá arda en el infierno.
Otro criminal que habla de ese tal WORM, fuese lo que fuese, y de que este le había obligado a violar a una chica indefensa, Vicky aún no había pasado su bautismo y quizá nunca lo hiciera, y no solo eso... a maltratarla: de ahí lo de las vendas...
-Vienes a detenerme ¿No? – dijo, Ralph.
Leo le miró directamente.
-Tienen uno de tus dientes, se te debió quedar atorado en su ropa al morderle... O te entrego yo y por nuestra culpa destapamos la existencia de los Clanes... o esperamos a que otro lo haga.
Ralph bajó la cabeza arrepentido.

-La he jodido, pero bien – se echo a llorar. Leo no podía culparle... entendía demasiado bien sus motivos -... pero era mi niña... ¿No se dice que debemos proteger y guardar a nuestras familias?
Leo se quedó ahí plantado, sin decir ni hacer nada... No podía dejar ir a un inocente a la cárcel, el código que adquirí de su familia le decía que Ralph había echo lo correcto, pero, además, si le entregaba iba a descubrir a los suyos... ¡Quien en el lugar de Ralph no habría hecho lo mismo, y habría perdido los papeles volviéndose descuidado?
¡Una maldita pieza dental! En poder de la policía, que ya la había analizado y ahora buscaban simplemente a su dueño... por esa maldita pieza dental podrían salir a la luz miles: algunos crueles asesinos, otros padres que hicieron lo que hicieron por su código de familia, gente buena que convivían con los humanos en paz, tantos siglos de convivencia se iban a ir por el retrete...
-... Y yo, queriendo hacer bien mi trabajo, les he conducido casi hasta los clanes – pensó, Leo, en voz alta.
Triste pero cierto.
En ese mismo momento sonó su móvil, no podía dar crédito a lo que escuchó:
-Ha declarado todo, incluso que hizo fabricar a partir de una pieza real el diente que encontramos. Pero solo firmara la confesión si hablas antes con él.
Aquello era de locos.


El tipo se hacía llamar Toni Yellow y hasta el momento no había ficha alguna sobre él... Otra cosa rara que añadir al asunto.
No pareció impresionado al ver entrar a Leo en la sala de interrogatorios, simplemente no parece siquiera estar allí. Leo se sentó frente a él, echándose hacia delante, tratando de hacerle reaccionar.
-Me pidió y aquí me tiene ¿Conocía a la victima?
Yellow asintió.
-Un viejo aburrido que se pajeaba con catálogos de ropa de baño infantil... Solo hizo falta un empujoncito y tratamos de matar dos pájaros de un tiro – hizo una pausa y hablo -... Agente Grey, sabíamos que no entregaría a su congénere... Le ofrecemos este chivo expiatorio – hablando de si mismo como si no fuera así, se señalo -, pero a un alto precio.
Se sacó un móvil de la chaqueta ¿Cómo había conseguido colarlo? Del móvil salieron la voz de la madre y las hermanas de Leo, implorando antes de que pudiese oír como morían de forma terrible... Casi podría verlo al oír sus gritos.

Se levantó, apuntándole con su arma.
-¿Quién cojones es usted? – le increpó.
-Somos Worm... Tome esto como nuestra tercera tarjeta de visita.-

Leo le voló la tapa de los sesos antes de darse cuenta de que había apretado el gatillo...
... Después todo fue a cámara lenta y después muy rápida.
Se le sancionó, escucharon los gritos y localizaron la llamada, o al menos la fachada electrónica que servía como la casa de la familia de Leo (no la zona geográfica real)... Se le abronco, pero cualquiera hubiera echo lo mismo.


Acabada su suspensión, Leo se sorprendió al enterarse de que la investigación sobre el crimen de aquel pederasta seguía abierta... Se habían encontrado nuevas pruebas al revisar las principales escenas del crimen...

Por supuesto no le iban a dejar volver al caso, pero intentó mantenerse informado... Estar preparado: si algo había aprendido de ese crimen es que nada era lo que parecía, y que se jugaban muchas partidas de ajedrez al mismo tiempo en aquel tablero.
En el lugar del crimen se había hallado un pasador de corbata, que a él se le había pasado, donde se había encontrado una huella dactilar que ya estaban analizando en el laboratorio...
... Seguramente esas huellas recondujeran el caso hacia Ralph Violet... Lo mejor que podía hacer era ponerse en contacto con el Consejo... Ellos se encargarían de borrar toda huella del Clan Violet en la ciudad y darles cobijo en la Comunidad.
... Si no lo había hecho antes era, evidentemente, porque creyó que, después de lo de Yellow, el caso estaba cerrado... ¿Qué había llevado a la policía a reabrirlo? ¿Acaso esos Worms estaban de nuevo detrás?... La respuesta era evidente ¿No?: Sí.


Las huella no estaba en ninguno de los archivos policiales, así que eso puso más nervioso tanto al laboratorio como al departamento, pero si que concordaban con las huellas del serrucho.
Otra pista que se había hallado durante su ausencia era una tarjeta de visita de la victima. Se había encontrado durante un segundo peinado del vertedero... Leo solo deseo que aquello no siguiera conduciendo hacia los Violet, por mucho que confiara en la eficiencia del Consejo en este caso....
... Entonces se entero de que la tarjeta tenía una nota detrás: Ve a por la chica; y una dirección borrosa que en el laboratorio estaban a punto de descifrar... Leo sabía ya perfectamente a que chica se refería, y cual era la dirección que la suciedad y la humedad habían emborronado... Sí el consejo no se daba prisa en sacar a los Violet de la ciudad, estaría todo perdido... La verdad no tardaría en salir a la luz.

Leo salió fuera de la comisaría, se encendió un pitillo y espero a que todo se viniera abajo...
... Entonces estallo la sorpresa: la dirección era la de una mujer que había estado hasta hace un mes internada en el sanatorio mental de la ciudad...
... La detención no se hizo esperar, y Leo de nuevo se sorprendió al comunicarle que la mujer solo hablaría si era él quien la interrogaba... Para evitar percances, como el de Yellow, fue obligado a entregar su arma antes de entrar a la sala.

-Conocía a la este hombre – dijo Leo dejando caer la foto de la victima sobre la mesa.
La sonrisa. que se dibujo en el rostro de la mujer, casi daba escalofríos.
-Un tipo con el que se hizo justicia ¿No cree, señor Grey?-
A Leo aquello cada vez le daba más mala espina.
-Lo que crea o deje de creer no es asunto suyo – le increpó a la mujer –... Además, encontramos su dirección en una tarjeta de la victima.
Aquella mujer volvió a sonreír.
-Sí, yo tenía a la chica... Toda para él. No me fue difícil secuestrarla a la salida del instituto.
Leo comenzó a sentir como el sudor frío, y una sensación de nauseas empezaban a invadirle.
-¿Cómo? – preguntó. Leo, confundido por aquella confesión.
-¿Como cree que pudo disfrutarla a su antojo, señor Grey? Él necesitaba un lugar privado y con juguetes a su disposición... y nosotros se lo facilitamos.
-¿Nosotros?
No, otra vez no; pensó Leo... Aquello ya estaba convirtiéndose en algo demasiado retorcido y extraño...
-Ya nos conocemos, señor Grey... ¿O ya nos ha olvidado? Y nosotros pensando que lo que le hicimos a su familia le haría no olvidarnos – La mujer sacó una foto de su abrigo, y la dejo sobre la mesa -... quizá esto haga que no nos vuelva a olvidar. Siento decirle que sus amigos del Consejo no llegaron a tiempo.

Anna, Vicky y Ralph yacían destripados, colocados uno al lado del otro en el suelo de su casa. Leo se tragó el vomito, y eso que él había visto y hecho cosas mucho peores como guerrero de los Clanes.
Sin explicación alguna un hombre casi tan grande como Leo y vestido con traje y corbata entro en la Sala de Interrogatorios... su mirada y su sonrisa eran idénticos a los de la mujer.

-¿Qué hace usted aquí? No puede estar aquí – dijo Leo, tratando de echarle... pero de repente se sintió petrificado, lleno de un pánico espontáneo que no sabía de donde venía.
-No se preocupe agente – dijo el recién llegado sonriendo -... Es una reacción muy común cuando alguien se encuentra en nuestra presencia. Sobre todo alguien que alberga tantas dudas, secretos y contradicciones como usted.-

Leo sentía una presión insoportable en el pecho y el estomago cada vez más revuelto... Pero no pensaba darles el gusto de doblegarse ante ellos por la agonía.

-No se sienta tan mal, agente Grey – dijo el tipo con sorna –... Se podría decir que estamos en el mismo equipo – y mirando la foto que había sobre la mesa -... Además, creo que le hemos ahorrado un dolor de cabeza.

Leo deseo tener su arma en ese momento. Podía dejar salir al Gryzzmolking de su interior y destrozar a esos dos, pero se descubriría frente a sus compañeros que estaban tras el falso espejo... Sí es que había alguien al otro lado, un fuerte olor a sangre inundaba sus sentidos, aunque aún era débil: la sala estaba bien aislada, a excepción del micrófono que permitía escuchar a los de fuera lo que ocurría dentro.
Antes tenía un mal presentimiento, ahora era aún peor.

El tipo se sacó algo del bolsillo interior de la chaqueta, mientras su compañera abandonaba, sin que nadie la detuviera, la sala.

-Esta lista contiene los nombres de las victimas de ese pervertido. Quizá le guste tenerla – le dijo, dándole el papel. Y al abrir la puerta... Leo acabo por vomitar: toda la comisaría parecía un matadero .
-... Como recuerdo – y mirando la sangrienta escena – No imagina la cantidad de fantasmas que guardan los policías, si les das el empujón adecuado. Pasan cosas desagradables. Aunque creo que nuestro señor Yellow ya lo descubrió por si mismo ¿Verdad, agente Grey? – y con aquella sonrisa tan inquietante cruzo la puerta. Leo estaba petrificado por la angustia y los gritos de miles de victimas ensordecían su cabeza. Todas culpándole de su asesinato.
De golpe un apellido le llamo la atención. Enseguida miró el nombre y se le heló la sangre. ¡La hija de Steve también estaba entre las víctimas!


Tardó menos de una hora, tras recuperar, del sanguinolento cadáver del comisario, su arma, en llegar a la tienda de Steve.

-¿Por qué nunca me contaste que habían violado y torturado a tu hija? – le soltó, Leo, sin rodeos.
-¿Acaso te hubiera importado? – le espeto, muy ofendido, Steve.
-Steve, siento lo que pasó – y lo dijo en serio -... Y siento lo que tengo que hacer ahora-.
Le apartó a un lado y comenzó a hacer una nueva inspección de la tienda.
Leo repara en la cámara de vigilancia que había en una de las esquinas...
-Steve, necesito ver las grabaciones de esa cama, de las últimas semanas... La lista tenía fechas y horas, Leo tenia acotado el tiempo de búsqueda-.
-¿Y si me niego? – intentó oponer resistencia, Steve.
Pero solo bastó una mirada de Leo para convencerle.
Iban a tardar horas, pero Leo tenía un buen pálpito con aquello.

Cuando al final Leo encontró lo que buscaba en las grabaciones, el momento justo en que aparecía el hombre que había comprado todo, según el recibo encontrado, solo podía verse que era un hombre alto. De nuevo Ralph, por si había alguna duda ¿Verdad? ¿Acaso guardaba la esperanza de que su congénere tuviera la mente controlada o se hubiera auto inculpado falsamente del crimen? Leo podía oler cuando alguien mentía, sabía que ese no era el caso de Ralph.

Entonces llego la sorpresa..No era Ralph quien compraba las cosas, vestía como él, casi era idéntico a él, pero, Leo, supo enseguida quien era el verdadero asesino. Por eso no habían dudado en matar a Ralph y su familia.

-Si ese es el tío, aunque creo que llegas tarde para detenerle – comentó, Steve, sarcástico.
Leo se levantó.
-No, no era Ralph, y si... tenías razón, esto es más grande de lo que parecía... No sabía donde me metía-.

Al cruzar la puerta de la tienda había tomado una decisión. Se volvía a la Comunidad, y que eso seres hicieran con aquella ciudad lo que quisieran.

¿ Continuará?


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