lunes, 29 de octubre de 2012

Especial Halloween. Lou " Give a little Bite"



Give a little Bite. por Low Wild.



        

La calle se abre de piernas cada noche, por ello hay dos calzadas a los costados.

-Sonríe un poco.-

Tan larga, tan larga, un pequeño mordisco en la manzana de Adán. Era demasiado lo que la necesitaba. Un pequeño mordisco ahí donde sabía que podría poseerla, y directo a la sorpresa.
Un pequeño mordisco y el amor se abre en canal como las piernas de la noche, y la luna como su sexo.
Nunca encontrará el camino esta noche.
Navegando un barco ebrio, golpeándose contra las paredes como un balón recién pateado que pierde el control y a su dueño.
La oscuridad puede herirle, y llora y llora lagrimas de sangre que manchan su ropa.
Aún lleva el sabor de su última victima en la garganta, el bocado le quema mientas sigue deslizándose por su aparato digestivo... Nunca debió amar con tanta intensidad a alguien.

-Despierta mi amor, el sol ya no saldrá para ti... acabo de poner fin a todos tus años de escuela.-




La dejó triste y vacía, tal y como él se sentía desde que tenía memoria. Nunca pudo parar lo bastante rápido. La miel era demasiado tentadora, y se metió a fondo en el avispero.
Las calles dejan de ser divertidas a altas horas de la madrugada, antes de que los escolares acudan a sus primeras clases.
Los huesos comienzan a recolocarse, pero el sabor sigue ahí... el sabor de la culpa y del éxtasis ¿Pueden existir sensaciones tan contrarias de forma simultánea?

-¿Dónde vas, caperucita, tan roja, rubia y gordita?-

Una canción del pasado que ya solo recuerdan los habitantes de las silenciosas noches donde la sangre corre como ríos silenciosos e ignorados.
Ella apoyó su cabecita en el pecho de él, ambos perdieron su mirada en el horizonte... La ciudad era preciosa con aquel sol y desde aquella torre.
A veces son tan duras que cuesta roer la carne, a veces simplemente son extremadamente delgadas. A veces, simplemente tienen tantos problemas amarlas se vuelve indigesto, aunque, al principio te convencen de que el problema lo tienes tu.
Nada te puede salvar de jugar a ese juego, nada puede evitar que lo intentes... Todo el mundo necesita su parte de amor, y él amaba por partes a cada una de sus victimas.
El recolocar de los huesos es doloroso, pero él no le teme al dolor físico que este proceso le procura... Es aún peor la culpa y el temor al castigo, nadie debería disfrutar tanto de aquella forma de amar, y por ello él estaba aterrado ante el castigo, desde lo más alto, que podría recaer sobre él.
Lo único que deseaba en esos momentos era encontrar un lugar donde echarse a dormir y hacer la digestión... Mañana, quizá, todos hablarían de aquello, mañana sería otro día más.
No podía trabajar, había perdido su turno, las voces de su cabeza le susurraban gentiles nombres de muchachas.

-Bella...
-Gretel...
-Aurora...
Y él no podía negarse a sumirlas en un sueño eterno, darles una cálida eternidad sumergidas en su buche... Un palacio estrecho pero acogedor para aquellas princesas, sobre todo ahora que se acercaba el invierno.
-Blancanieves...
-Rapunzel...
-Basilisa...

Pronto llegaría la navidad... Gordos zurrones de carne endulzada correteando despreocupados por las calles, el tiempo no acompañaba pero la caza del amor era más fácil.
La suerte acompañaba en aquellas fechas, los dedos regordetes asomándose entre los barrotes... El horno siempre estaba caliente para recibir a su próximo inquilino.
Había aprendido muchos trucos en todos los siglos que había durado su vida, coger lo que quería y disfrutarlo donde ya nadie miraba... En todas partes. Los transeúntes eran ciegos, y los vecinos sordos, en aquel siglo veintiuno, y él lo agradecía... ¿Quién era la bestia ahora?
Quería más, siempre le pedía más, y eso le ahogaba, aunque, caer en la tentación siempre reportaba aquel fugaz éxtasis místico de unión entre dos cuerpos... Quizá algún día sería una estrella de la MTV... Mis dulces 16, sería un titulo genial.
Donde van andando todas esas caperucitas rojas, tan dulces y con aquellas grandes tetas. No escuchan a sus madres, y van tan solitas por las calles, sin mirar quien o que les sigue. El príncipe negro pronto se convierte en lobo feroz, y, al rato, es él quien camina a solas por la calle, con el estomago lleno de dulces y amorosas caperucitas rojas, tan buenas y tan bonitas, que no le dieron elección de perdonarlas su nuevo hogar.

-Corderito...
-Corderito...
-Corderito...
-¿Corderito?
Se sienten tan seguras, son tan provocativas, caminando sin mirar si están realmente solas. Hay chicos menos peligrosos que él, y cuando ellas le conocen no hay abuelita ni cazador que las pueda rescatar... Están solas, miran al abismo y este las devuelva la mirada.

-Te amo.-

Y el abismo las engulle, la satisfacción llega al éxtasis, un mal día para la abuelita que las aguardara. No existen chicos tan cariñosos, él las ofrece una salida y un nuevo hogar, y ellas solo tienen que darles su carne a cambio.

-Mama nunca quiso rescatarte, pequeña... se limito a mandarte a la muerte, como hacen todas las madres una vez abandonas el lugar entre sus piernas.-

Las quería a todas, cada una era un nuevo sabor, una nueva textura, un nuevo aroma... Ninguna era igual a otra, cada acto de amor era único.
Nunca conocieron a un hombre tan atento, incluso cuando comprendían que no era un hombre de verdad. Todas juraban guardar el secreto, y bailaban, cogidos de la mano, con el lobo feroz a la luz de la luna. Una diversión única e irrepetible, como eran cada una de ellas para él.
Cuando terminaba aquel momento, era mejor no hablar de ello... Le dolía, se había herido en su humanidad al arrancar una vida, por mucho placer que de ello hubiera sacado. Pero todas aquellas cartas habían sido puestas boca arriba sobre el tablero, no había modo de dar marcha atrás. Al final el más fuerte se lo lleva todo, y deja a la parte débil lamiéndose las heridas... culpándose por sus pecados y errores, por mucho goce que estos le hubieran procurado, nunca le llenaban... nunca eran suficientemente duraderos.
La victoria es siempre para la bestia, el hombre solo devora sus pecados hasta que muere de indigestión o envenenamiento.
Un momento las tiene entre sus brazos, haciéndolas sentirse seguras y calientes, al fin encontraban un hogar. Dejándolas que se imaginaran creando un hogar, donde poder hacerse fuertes junto a aquel nuevo amante. Para comprender al rato que han sido una temerarias, unas tontas, pues ahí solo rigen las reglas de la bestia... Las reglas es que ellas son la carne y el gourmet. Alguien, en algún punto de la ciudad pierde a un ser querido, la bestia gana un banquete más.
Los jueces del azar han decidido, quizá ella no debía contestar aquella llamada, ni girar aquella esquina, tampoco debió pararse a hablar con aquel extraño... Tantas variables que una vez aceptadas no tienen vuelta atrás ¿Amante o amigo? Pronto da igual, no hay tiempo de escapar, y la bestia toma su tributo, para que el hombre se pueda torturar arrepintiéndose.
El amanecer llega, y con él el arrepentido hombre, derrotado y culpable, que mete las llaves en la cerradura, y abre la puerta.

-Buenas familia, ya estoy en casa. -

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